Desde 1990 el comercio ayudó a reducir a la mitad el número de personas en pobreza extrema en el mundo, según el Banco Mundial. Especialistas en desigualdad, como el profesor Branko Milanovic, comparten esta tesis.

Algunos especialistas en economía del desarrollo como Esther Duflo aseveran por el contrario, frente la apreciación general, que la globalización ha favorecido más al Primer Mundo que al Tercero porque permite a las economías avanzadas acceder a bienes muy baratos mientras grandes áreas del planeta siguen orilladas del bienestar.

El acceso a producciones baratas (alentado por una demanda a bajo precio en los países avanzados) ha supuesto el desplazamiento de sectores productivos y también competencia salarial a la baja. Son estos dos factores los que generan el rechazo a la mundialización en las economías desarrolladas. Duflo, profesora del MIT, defiende las "deslocalizaciones" y sostiene que "lo que deben hacer los países ricos es redistribuir las ganancias" que les depara la globalización. Pero esto liga con las políticas fiscales. Y la corriente dominante desde fines de los 70 y primeros 80 es una ofensiva generalizada contra todo tipo de tributos y políticas redistributivas. Las prácticas de elusión fiscal por las multinacionales, principales beneficiarias de la globalización, se han agudizado incluso después de las reducciones impositivas en muchos países. El comercio es un factor crucial de desarrollo pero la globalización ha tenido ganadores y perdedores. Esta fractura no había sido tan cruda antes, cuando tras la II Guerra Mundial existió un pacto tácito de rentas. El FMI reclama más globalización, pero con reparto de beneficios y sin damnificados.