El comportamiento económico europeo, y los de otras áreas del planeta, estarán fuertemente condicionados por lo que ocurra en EE UU (por tratarse de la mayor potencia del planeta y por ser titular de la divisa de reserva mundial por excelencia) y también por las dudas e incógnitas sobre China.

Con todo, la Unión Europea es en sí misma un problema en ciernes. En marzo, Reino Unido formalizará la petición de salida de la Unión, y esto puede desencadenar nuevas turbulencias económicas, como las vividas en junio, y alimentar fuerzas desintegradoras análogas en otros países socios. Las elecciones en Holanda, Francia, Italia y Alemania en 2017 suscitan mucha incertidumbre y dan aliento al ascenso de los populismos antieuropeos que se inspiran en el triunfo del "Brexit" en Reino Unido y en el discurso proteccionista de Trump en EE UU.

También persisten en estado latente las dudas sobre el euro y la permanencia en él de Grecia por las dificultades del país, el reciente choque entre Atenas y la Comisión Europea (y la consiguiente demora en el pago de un nuevo tramo de 6.100 millones del tercer rescate del país) y las discrepancias entre ambos interlocutores y el FMI sobre cómo resolver los graves problemas del país heleno. El próximo rescate de al menos una entidad financiera italiana y las dudas sobre otras de este y otros países del área constituyen otro frente de inquietud. Cualquier percance soberano o financiero en Europa podría desencadenar un espiral de contagio.