Por las singularidades de su economía (elevada dependencia petrolera, exportaciones muy elásticas al precio y tipo de cambio del euro, elevado endeudamiento y alta especialización en el turismo de sol y playa) España se vio más favorecida que otros países por factores externos, como el petróleo barato, el euro depreciado, las compras de deuda por el BCE, los tipos oficiales del BCE en el 0% y el desplazamiento hacia destinos más seguros del turismo de países competidores dañados por la inestabilidad.

Ahora algunos de estos factores han empezado a virar, y esto, junto con la desaceleración de la UE (principal destino exportador español), que reducirá su crecimiento del 1,8 al 1,6% en 2017, más el efecto adverso del nuevo sesgo de las directrices monetarias y arancelarias estadounidenses sobre Latinoamérica (a la que España tiene alta exposición) determinan las previsiones más modestas de avance español en 2017 por el lado del sector exterior. A su vez, la demanda interna se vio favorecida por la inflación negativa porque atenuó la devaluación salarial y la revalorización limitada de las pensiones. Pero ahora la inflación ya remontó al 1,5% y el Banco de España cree que llegará al 2,2%. Esto dañará al consumo interno y a la competitividad exterior.