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La habitación sale por la impresora

El grupo asturiano Coprosa investiga la forma de trasladar a la construcción de viviendas las ventajas que aporta la impresión en tres dimensiones

La habitación sale por la impresora

El futuro de la construcción va a estar cada vez más lejos de la imagen del obrero montando poco a poco la pared a base de ladrillos y cemento y se va a ir acercando al vasto mundo de oportunidades que ofrecen las impresoras en tres dimensiones (3D). En cambiar tal imagen trabaja desde hace cuatro años la compañía asturiana Coprosa, que lidera un proyecto para explorar las posibilidades de la impresión aditiva para su sector con resultados bastante positivos, asegura. La iniciativa, en la que también participan otras empresas asturianas y centros de investigación, tiene como una de sus próximas metas crear una máquina que sea capaz de, capa a capa, levantar una habitación, con sus cuatro paredes, puerta, ventanas y su techo. Es un paso de la llamada nueva industria 4.0.

El objetivo, destaca el responsable del departamento de innovación y desarrollo (I+D) de la compañía ovetense, Víctor Orodea, es que en abril esté lista una impresora que pueda hacer este trabajo. Será un diseño exclusivo en el que está participando una empresa gallega, Digafer, que también está ligada al proyecto. Se tratará de una máquina de grandes dimensiones que pueda ir escupiendo el material con una precisión milimétrica. "Es como un pórtico gigante", aclara el director de la firma, Javier Merino, que añade: "Lo más importante serán las boquillas". El papel de estas pequeñas piezas en el proceso constructivo será esencial para conseguir unos acabados de calidad y en unos tiempos récord.

Coprosa pretende poder fabricar este año una habitación de nueve metros de longitud, cinco de ancho y más cuatro de alto. Si sale bien la experiencia, este tipo de construcciones podrían ser muy útiles, según sostienen los responsable de la empresa, por ejemplo para dar cobijo en los campos de refugiados. "Lo que intentamos es valorar si desde el punto de vista constructivo podemos llegar a hacer con una impresión 3D algo lo más similar posible a lo que hacemos ahora", explica Orodea. La constructora comenzó con este proyecto hace cuatro años, en plena crisis de su sector y consciente de la necesidad de dar un vuelco a los procesos de trabajo tradicionales.

En un futuro la compañía pretende poder trasladar la máquina hasta el lugar donde se quiera construir. Sus promotores aseguran que en el campo de la obra civil hay unas enormes posibilidades, especialmente para poder llegar a determinados lugares donde existen problemas de acceso que impiden trasladar piezas de grandes dimensiones. En lugar de eso, el futuro estará en transportar la impresora (incluso desmontada) al sitio donde se tienen que realizar las obras e "imprimir" sobre el terreno lo que se vaya a utilizar.

Pero el proyecto no está exento de obstáculos. Uno de ellos es el de los materiales a utilizar. No vale cualquier cosa. Esa línea de investigación la está desarrollando la también asturiana Tudela Veguín, S. A., que está diseñando un material cementoso con una serie de aditivos para ayudar a que las paredes no se vengan abajo y que tengan una alta resistencia.

Otro obstáculo es que estas impresoras van imprimiendo mediante un sistema de capas, que luego tienen que estar perfectamente selladas. Coprosa ya está investigando cómo hacer esa unión de forma lo más precisa posible y, también, resistente. "Esto es una nueva forma de construir y hay que cambiar la forma de pensar y de cómo hacer las cosas con métodos y materiales diferentes", asegura Orodea. Es, además, una de las pocas compañías mundiales que están investigando en este campo. La mayor parte de su competencia está orientando su I+D a la arquitectura, para poder fabricar piezas ornamentales. Es un cambio de chip. "Siempre empiezas copiando lo que ya haces hasta que das un cambio, y pasas de una forma de pensar a otra", explica Merino.

La principal ventaja de este nuevo método constructivo es el ahorro de los tiempos. Por ejemplo, para levantar un pilar con la tecnología tradicional se tardan entre dos y tres horas, mientras que con una impresora de tres dimensiones el proceso sólo lleva unos diez minutos. Otra de sus mejoras es que emite menos residuos y que ya no serán necesarios los encofrados.

En la investigación también está participando el centro Prodintec, que se encarga del desarrollo de los programas informáticos que le dicen a la máquina qué es lo que tiene que hacer y de trasladar el diseño a la realidad. El proyecto avanza a buen ritmo, pese a que, según reconoce Orodea, "cada paso que damos nos encontramos escollos y hay que buscar nuevas soluciones". Capa a capa van superándolos.

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