La OCDE arrojó ayer luces y sombras sobre la economía española. Modificó al alza su previsión de crecimiento español para este año en dos décimas respecto a su anterior pronóstico y lo situó en el 2,5%, la misma tasa que prevén el Gobierno y el Banco de España. De cumplirse el pronóstico (dos décimas mejor que los de la Comisión Europea y el FMI), España mantendrá una intensidad de crecimiento superior al promedio europeo aunque cinco décimas inferior al 3% que creció la economía española en 2015 y 2016. Esta desaceleración proseguirá en 2018: según la OCDE, España avanzará el año próximo tres décimas menos (el 2,2%), un pronóstico mejor en todo caso que los de la UE, FMI y Banco de España (2,1%) aunque menor que el 2,4% que augura el Gobierno.

Ángel Gurría, secretario general de la OCDE, atribuyó el crecimiento a las reformas y a factores extraordinarios (las medidas expansivas del BCE, el petróleo barato y la menor austeridad fiscal en España y Europa) y reclamó más reformas. Entre ellas, pidió, como el FMI, aumentar la recaudación fiscal (propone suprimir desgravaciones en el IRPF y subir el IBI, los tipos reducidos de IVA y los impuestos ambientales), bajar las cotizaciones sociales de los salarios más bajos y abaratar más el despido.

Aunque respaldó la reforma laboral y reclamó de hecho una nueva vuelta de tuerca, la OCDE denunció al tiempo la pobreza que está causando en España el empleo de mala calidad. También alertó contra el independentismo.

Cree que el paro seguirá muy alto aunque bajará al 17,5% de la población activa este año y al 16,1% el próximo. Como la UE, prevé que España seguirá incumpliendo el objetivo de déficit: en 2017 se irá al 3,4% del PIB, en vez del 3,1% comprometido, y en 2018 cerrará en el 2,8% en vez del 2,2% pactado. La deuda pública no bajará del 99,4% del PIB.