Alejandro Iglesias va apurado con sus entregas. Pasan unos minutos de las diez de la mañana y lleva la furgoneta cargada de paquetes. Tiene mucho trabajo por delante. Abre las puertas del vehículo con sumo cuidado para que ninguno se caiga. La mayoría son de pequeño tamaño, por lo general de menos de dos kilos. Bastantes de ellos vienen de lejos, incluso de China, y hay unos cuantos con la característica pegatina negra de Amazon. Iglesias es uno de los muchos trabajadores de Correos que ha tenido que reconvertirse. Cuando comenzó hace diecinueve años en la empresa, la mayor parte de su bolsa de reparto la ocupaban las cartas, ahora su lugar hay paquetes. Muchos. Y lógicamente la forma de repartirlos también es diferente. "Esto cambia cada día", reconoce, mientras se sube con prisas a la furgoneta para poder seguir con la faena.

El auge del comercio electrónico, explica Celestino Suárez, jefe del sector de distribución de Correos en Asturias, ha obligado a la empresa, que acaba de cumplir 300 años, a hacer muchos cambios. A reinventarse. Ahora, los carros de reparto de los carteros que trabajan a pie de calle son más grandes. Incluso se han modificado las ruedas para que sean más resistentes. "Hay que llevar bultos más grandes, y necesitamos que la estructura sea más sólida", sostiene Suárez. Esta reconversión ha provocado que los carteros lleven siempre consigo una PDA para controlar al milímetro el estado de los envíos, y se han adaptado los horarios de las oficinas, alargando el tiempo de apertura.

La empresa también ha puesto en las carreteras más furgonetas, como la que conduce Alejandro Iglesias, que han bautizado como "unidades de servicios especiales". Sólo en Oviedo tienen quince. "Podemos llegar a cualquier parte de Asturias, hasta al pueblo más lejano", presume Suárez. El negocio de la paquetería ha ido acelerando el paso con fuerza. Según apuntan desde Correos, "el volumen de paquetes distribuidos a domicilio en el último año registró un incremento del 30% respecto al año anterior".

El cambio es constante. En los últimos meses la compañía ha instalado varios terminales, que han llamado Citypaq, para facilitar la recogida de paquetes y evitar que el cartero ande llamando al timbre y pendiente de cuándo el comprador estará en casa. Llevan instalados nueve en la región, repartidos entre tiendas, oficinas propias y estaciones de servicio de los concejos de Gijón, Oviedo, Avilés, Llanera, Mieres y Siero.

El funcionamiento de las máquinas es sencillo, explica Celestino Suárez. Tras completar la compra se elige que el lugar de entrega, en vez de ser en el domicilio, sea una de estas máquinas. Cuando el paquete llega, el comprador recibe un código en su teléfono móvil para poder sacarlo de las tripas de la expendedora.

Incluso, consciente de que el futuro de muchos comercios se decidirá en internet, Correos ha puesto en marcha una web para que las pymes pueden vender en la red. Lógicamente, luego sus carteros reconvertidos se encargan de realizar el reparto.

Pero no son la única empresa que está creciendo al calor de las compras on-line. Prácticamente, todo el sector de la distribución está mejorando sus números gracias a este tipo de ventas, y va explorando nuevas fórmulas de entregar los paquetes. La rapidez es esencial. En Madrid, por ejemplo, abundan las bicicletas de transportistas a toda carrera para hacer la entrega, como les exige Amazon, en menos de una hora desde que el cliente ordenó la compra a través de su ordenador, móvil o tableta.

Y la compañía que fundó y que preside Jeff Bezos tiene entre ceja y ceja hacer sus entregas con drones. Ya ha realizado varias experiencias piloto. La última exitosa tuvo lugar el diciembre pasado en Reino Unido. Pero de momento, sus máquinas tienen algunas limitaciones, como el peso que pueden transportar (no más de dos kilos), y están por resolver algunos problemas de seguridad.