En la década de los años veinte del pasado siglo cada trabajador de Telefónica llevaba en su bolso un pequeño libro con una serie de mensajes claros y concisos sobre cómo evitar un accidente. En la publicación, copiada y traducida de otra que tenía la empresa estadounidense ITT, venían también una serie de recomendaciones para el día a día del estilo: "Asegúrese de hacer sus deposiciones diariamente" o "Duerma no menos de ocho horas, pero nunca acompañado de alguien que parezca resfriado".

Eran otros tiempos. Ese facsímil, entre otros muchos objetos que hasta ahora permanecían guardados en un almacén de la compañía de telecomunicaciones, forma parte de una exposición sobre la evolución de la prevención de riesgos laborales que puede visitarse hasta el próximo domingo, día 7, en el Museo Arqueológico en Oviedo.

La capital asturiana es el punto de partida de esta muestra, formada por curiosos objetos, vídeos y fotografías, que recorrerá varias ciudades españolas. Aunque han pasado muchos años, los problemas a los que se enfrentaban los técnicos en prevención de riesgos laborales eran similares a los de ahora. "En la página 45 del manual se especifica que los accidentes más habituales ocurrían por tropiezos, por tocar un cable de alta tensión, por soldar sin usar protección, por hacer esfuerzos excesivos o por alguna astilla de los postes", asegura el responsable de riesgos laborales de Telefónica en Asturias, Julián Perojil. A su lado, Humberto Sáez, técnico en el Instituto Asturiano de Prevención de Riesgos Laborales (IAPRL), explica a un grupo de estudiantes de dos ciclos de FP en Informática del Instituto Monte de Naranco de Oviedo cómo ha cambiado la legislación durante los últimos años. "En la década de los treinta se prohibió que los trabajadores manejaran pesos superiores a los ochenta kilos ¿Sabéis cómo está ahora la prohibición?", pregunta a los alumnos. Ninguno atina con la respuesta correcta: 25 kilos.

En los estantes de la exposición conviven estos días objetos de lo más diversos y curiosos. Entre ellos destacan unas pequeñas granadas de cristal que, en contra de lo que se pueda pensar, se utilizaban para apagar incendios, ya que dentro contenían hidrógeno. También hay un kit en un vetusto armario con instrumentos que tenían el mismo fin: luchar contra el fuego. Dentro hay un cubo con arena y una manta de amianto. También hay antiguos guantes de piel para evitar el contacto con los cables o unos trepadores para subir a los postes del teléfono.