La carencia material que más se ha acentuado durante la crisis en Asturias está relacionada con la energía. Según la Encuesta de Condiciones de Vida del Instituto Nacional de Estadística (INE), el 10,7% de los hogares asturianos responde que no puede permitirse mantener la vivienda con una temperatura adecuada. Es el quinto resultado más alto del país (ver gráfico superior) y el indicador de pobreza que más ha empeorado desde 2007, antes la crisis.

La proporción de hogares que no puede calentar la vivienda ha pasado del 4,2% al referido 10,7% en 2016, si bien en este último año el indicador se moderó, retrocediendo desde los niveles cercanos al 14% que se observaron en 2014 y 2015. Ese dato de carencia material es uno de los más frecuentemente utilizados para medir la gravedad de la llamada pobreza energética, un fenómeno que guarda relación con el precio de los suministros, con los niveles de paro y de renta y, también, con la calidad de la edificación.

Medida así, la pobreza energética avanzó hasta más que duplicarse entre 2007 y 2013 en la región, período en el que se produjo un explosivo aumento del desempleo y también una escalada del precio de la electricidad. En los años siguientes, y a raíz de sucesivas reformas energéticas que redujeron la retribución a las empresas (sobre todo a las de energías renovables), el ascenso de los precios se frenó. No obstante, el gasto medio por hogar en electricidad aumentó casi el 60% entre 2007 y 2015.