España ocupa el undécimo puesto en crecimiento económico en Europa tanto en tasa intertrimestral como interanual, según los datos difundidos esta semana por la Unión Europea con los indicadores disponibles al cierre de los tres primeros meses del ejercicio.

España, aunque está lejos de ser el país europeo que más crece -pese a que lo repita el presidente del Gobierno casi todas las semanas- y acaba de ser rebasado por Portugal -gobernada por la izquierda-, se consolida como la más dinámica de las cinco mayores economías del área y mantiene una tasa de avance superior al promedio de la UE y de la zona del euro.

La desaceleración pronosticada por todos los diagnósticos (incluidos los del Gobierno) está siendo menos acusada de lo esperado, lo que está permitiendo una revisión al alza de las predicciones. La fase expansiva sigue muy apoyada por los tipos oficiales de interés en el 0% y la prolongación de la expansión monetaria (ambas medidas benefician más a los países más endeudados), el turismo extranjero en tasas récord y un crudo que, pese a la recuperación, sigue lejos de los precios que estuvieron vigentes hasta 2014.

La recuperación de la cotización del petróleo (que la OPEP pretende apuntalar en su cumbre de la próxima semana tras haber llegado a un pacto en los últimos días con Rusia para prorrogar el actual ajuste de producción nueve meses más, hasta marzo) está perjudicando ahora a España por el mismo motivo que le benefició más el derrumbe de su cotización entre 2014 y comienzos de 2016. Eurostat, la oficina estadística europea, acaba de confirmar esta semana que España es el séptimo país más inflacionario de los 28 de la UE. El Ministerio de Economía afirmó el pasado día 10 que, aun cuando España logró mejorar su competitividad en el primer trimestre frente al conjunto de la OCDE, la ha deteriorado respecto a sus socios de la UE (principal mercado exportador de España) y del euro.

Las exportaciones de bienes siguen, pese a todo, al alza, aunque esto no ha evitado que España continúe como el tercer país con mayor déficit comercial exterior, según acaba de concluir Eurostat. Las importaciones españolas superaron a las exportaciones en 7.700 millones en el primer trimestre. España tiene saldo positivo en sus intercambios dentro de la UE pero arroja un saldo negativo con terceros países. La recuperación que está protagonizando el euro frente a las más importantes monedas por la disipación de los riesgos políticos temidos en Holanda y Francia, además de las vicisitudes en EE UU y otros factores, jugará en contra, y este alza del tipo de cambio se fortalecerá en cuanto el BCE insinúe el repliegue de su activismo monetario.

El saldo por cuenta corriente sigue no obstante en superávit, a pesar del déficit comercial, lo que permite a España capacidad de financiación y posibilidad de reducir sus elevados débitos exteriores. Este superávit cuenta, no obstante, con el apoyo de unas condiciones extraordinarias aún muy favorables por los tipos en el 0% y la compra de bonos por el BCE (que abaratan el servicio de la deuda), el crudo y el fenómeno turístico.

Mientras tanto, la bomba de relojería de la deuda pública sigue al alza. Ni con el PIB creciendo al 3% y los tipos en 0% e incluso negativos está siendo capaz el Gobierno de frenarla: en marzo volvió a rebasar el 100% del PIB.