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El modelo doctrinal que inspiró la fase alcista determinó su final

La política monetaria incentivó el aumento del crédito y las cajas fueron equiparadas con los bancos sin darles sus mismos resortes

El sistema financiero en su conjunto gestó la gran acumulación de riesgos crediticios e inmobiliarios que explosionó con la restricción financiera internacional de septiembre de 2008. Pero, como en todos los casos de ensoñaciones colectivas de riqueza, es muy difícil culpar a la oferta sin hacerlo a la demanda y a la inversa. En una suerte de cumplimiento de la llamada Ley de Say, la oferta creó su propia demanda. Pero también ocurrió el fenómeno contrario. Los flujos internacionales de dinero acudieron en abundancia hacia España porque el país se convirtió entre 1998 y 2008 en un gigantesco demandante de ahorro exterior para sostener los elevados niveles de consumo e inversión (sobre todo, inmobiliaria) a crédito.

El sistema financiero actuó de propagador pero también se vio impelido a ello. Los bajos tipos de interés que mantuvieron los bancos centrales estrecharon los márgenes financieros (y más en los países con mayor propensión inflacionaria como España) y esto acució al sector bancario a acrecentar la inversión crediticia para maximizar sus resultados.

Al mismo tiempo, las bajas tasas de interés generaron otro fenómeno: redujeron la apreciación de riesgo tanto de los prestamistas como de los prestatarios. Y mucho más cuando la revalorización de los activos inmobiliarios (por el aumento de la demanda y la afluencia del ahorro hacia el sector) se vio como una oportunidad y como un refuerzo de la garantía que respaldaba los préstamos.

La Escuela Austriaca atribuye a los bancos centrales y a sus bajos tipos de interés el origen de las recesiones. Y en este caso parece que el aserto se cumple. Sin embargo, algunos gobernadores, como el de la Reserva Federal de EE UU, Alan Greenspan, atribuyeron el relajamiento monetario durante la fase de crecimiento a que las fuerzas globales de la desinflación neutralizaron los intentos de subir las tasas de interés.

Cada crisis económica responde a las pautas del modelo doctrinal en el que se haya basado la fase alcista del ciclo. Ocurrió en los años 70 tras la era del keynesianismo y ocurrió ahora con la corriente que emanó de la reacción neoliberal de los 80. El predominio de la economía financiera sobre la real, los flujos de ahorro barato y abundante de la periferia al centro y de los países excedentarios a los deficitarios, la desregulación financiera y la competencia internacional de mano de obra (origen del "mileurismo") contribuyeron a un desplazamiento de la presión alcista de los precios desde los servicios y bienes de consumo hacia los activos financieros e inmobiliarios, situados fuera de los radares inflacionarios de las autoridades monetarias. Con ello se alimentaron las burbujas, que se vieron agrandadas además por el efecto de percepción de riqueza que se generó por la suma de revalorización de activos, caída de tipos, crédito abundante y barato, rebajas fiscales derivadas del triunfo de las tesis de Arthur Laffer y crecimiento económico.

Las liberalizaciones financieras conllevan riesgos. La gran crisis bancaria española de 1977-1985 se desencadenó tras la liberalización bancaria de Barrera de Irimo en 1974; las cajas de EE UU (las "savings and loans") sucumbieron a su desregulación en los años 80 y otro tanto ocurrió con las cajas españolas a resultas de su plena homologación funcional con la banca sin que dispusieran de sus mismos capacidades societarias.

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