Teresa Quirós Álvarez habla con acento gaditano, aunque nació en Oviedo y su corazón, dice, es asturiano. Hija de un matrimonio de la capital del Principado que por razones de trabajo se trasladó a Cádiz, donde ella se crió, esta economista de 57 años, casada y con dos hijos, es la directora financiera (CFO) de Red Eléctrica de España y por ello una de las mujeres con responsabilidades más altas dentro de las compañías del Ibex 35. Esa posición la ha llevado a ser incluida en la lista de las "Top 100 mujeres líderes en España", en la que aparecen otras dos asturianas: la reina Leticia e Irene Cano, de Facebook España.

- ¿Qué le vino a la cabeza al ser incluida entre las cien mujeres más influyentes del país?

-Da un poco de pudor y es un honor al mismo tiempo. Creo que las mujeres que llegan a un grado profesional de cierta relevancia siempre es con esfuerzo, sea en el mundo de la empresa, de la investigación o de los emprendedores. Y superando el pudor, me parecía bueno dar una imagen de que las mujeres no tienen por qué tener ningún límite. Esa forma de pensar, fíjese, creo que se lo agradezco a mi educación asturiana?

- ¿Por qué?

-Mi visión de Asturias está centrada en mi familia, porque no he vivido allí. Y mi familia siempre ha sido, entre comillas, muy matriarcal. Me han educado pensando que yo no tenía límites para nada siempre y cuando estuviera dispuesta a esforzarme para conseguirlo. Y eso se lo achaco a mi educación asturiana, a haber nacido en Asturias y tener familia asturiana.

- Usted ha llegado a su posición en un sector muy masculinizado como el de la energía. ¿Se les exige a las mujeres demostrar más que a los hombres en un entorno así?

-En general lo que dice es una realidad. Yo puedo hablar de Red Eléctrica. Para llegar en cualquier compañía a una posición relevante hace falta trabajo, esfuerzo y dedicación, y eso es bastante común en Red Eléctrica, donde la gente se siente muy comprometida con la compañía. Nunca he percibido que la empresa me pusiera un coto, un límite por ser mujer o dejarlo de ser. Siempre he percibido a mi alrededor que se valoraba el esfuerzo. He trabajado muchísimo, pero como ha podido hacerlo cualquier hombre que tenga una posición como la mía.

- En el mundo empresarial, sobre todo en el de las grandes compañías, está abriéndose paso la idea de que la diversidad, no sólo de género, sino de raza, cultura, religión... es un activo imprescindible para crecer. ¿Comparte esa visión?

-Totalmente. Y, mire, voy a volver a sacar lo que yo creo que es el marchamo asturiano. El asturiano, eso también lo he percibido en mi familia, es gente que ha viajado muchísimo. Las familias de mi madre y de mi padre estuvieron en Argentina, en Estados Unidos, y volvieron. Conocer diferentes sitios y trabajar con personas también diferentes te da una aproximación a la vida en general y a los negocios en particular, muy amplia, muy flexible y diversa. En un mundo cada vez más global, la diversidad te hace entenderlo, y si lo entiendes siempre vas a ejecutar mejor cualquier tarea profesional o personal. Con mi familia y con mis hijos lo he llevado a rajatabla: hay que salir, conocer otros mundos, porque ni tu pueblo, ni tu región ni tu país son una representación del mundo, que es muy diverso.

- ¿Lo asumen las nuevas generaciones? Son más globales que las anteriores, pero en ocasiones se aprecian comportamientos de reacción frente a lo diferente.

-Puede haber algunos indicios y no tengo una explicación. Lo percibo incluso a veces en mis hijos o en su grupo de amigos. Hay que insistirles en la diversidad del mundo, en que hay que ser paciente y comprensivo con gente que tiene diferentes costumbres y que es distinta. A la vez también, la exposición a una información muy variada les hace ser más internacionales o más globales de lo que podíamos ser nosotros, pero a veces también un poco, permítame la vulgaridad, antiguos en la manera que tienen de pensar. En ocasiones digo que yo con 18 años era una persona más evolucionada. No tengo una explicación, pero es una combinación un tanto extraña y que a lo mejor tiene que ver con que cuando uno se expande mucho y es muy global en sus planteamientos, a veces se vuelve más cerrado en algunos temas, por decirlo de alguna manera. Y esas cosas pueden ser la aproximación a la familia, al trabajo? Son distintos. Es una generación que tiene una aproximación distinta a todo y hay que aceptarlo.

- Usted lleva muchos años dirigiendo equipos. Se suele decir que el estilo de gestión femenino es singular, más empático?

-Cada directivo depende de cómo sea como persona, con independencia de que sea hombre o mujer. Pero es verdad que detecto en las mujeres con las que he podido tener un trato más cercano que, normalmente y digamos que quizá desafortunadamente, son multitarea. Una mujer que tiene su vida profesional también se ocupa de su casa. Aunque no tuviera que hacerlo, se ocupa de esto y de lo de más allá, de los hijos? Hay una multiocupación que hace también que en la dirección de los equipos se sea más permeable, más empático, a lo mejor más transigente o consciente o más de ayudar a la gente a crecer.

- ¿Los límites al desarrollo profesional de la mujer están más en el hogar que en la empresa?

-Hay que hacer mucho trabajo en educación y en hábito social. Pero también tiene que ver con uno mismo, porque yo lo he sentido. Muchas veces a las propias mujeres nos cuesta ceder y compartir, comprender que una no tiene por qué ocuparse de todo. Es un tema cultural y de hábitos. Y lo digo yo que, como anticipaba antes, en mi casa jamás mis padres me pusieron límites. De hecho cuando alguien me preguntaba si yo por ser mujer tenía algún problema, me extrañaba, pensaba: "¿por qué me dice eso?". Recuerdo cuando estudiaba la carrera que pasaba una cosa muy curiosa. En Ciencias Económicas y Empresariales éramos un número de mujeres más elevado que en las carreras técnicas, pero tampoco éramos tantas; y éramos las mejores estudiantes; era verdad, pero cuando me decían: "vosotras las mujeres sois las mejores", yo replicaba: "es como si yo digo que vosotros los morenos?". No se puede generalizar.

- La legislación sobre igualdad está lejos de alcanzar el objetivo de una presencia equilibrada de hombres y mujeres en los consejos de administración. ¿Qué falla?

-Noto un cierto esfuerzo por paliar esto. Y le digo por qué. Una de las razones por las que fui designada en la lista de las cien mujeres más influyentes fue porque a través de una colaboración de CEOE, la embajada de Noruega y ESADE se hizo un programa de promoción de directivas ("Promociona"). A partir de ahí comencé a colaborar en una asociación de profesionales (Eje&con) y a raíz de ello estoy viendo que hay bastantes compañías que están haciendo un esfuerzo por incorporar mujeres. Y digo un esfuerzo porque al final una de las causas por las que hay pocas mujeres en los consejos es porque se busca personas con experiencia y esa, hasta ahora, la tenían los hombres. Hay una tendencia humana a ir a lo fácil y lo fácil es pensar: qué consejeros son reputados, pues entre estos elegimos.

- Hay también muy pocas mujeres en puestos de alta dirección como el suyo.

-Hay bastante por hacer. A raíz del programa Promociona y en la asociación que comenté he hecho un gran descubrimiento. Tengo 57 años y soy de una generación en la que no ha habido muchas mujeres en puestos de responsabilidad, pero en el programa hemos podido trabajar con mujeres de otras generaciones, de entre 35 y 47 años, que son muy potentes, que se están moviendo muy bien y que han perdido el miedo a cómo enfocar y compaginar su vida profesional y personal. Hay una potencialidad en esas mujeres maravillosa, son valiosísimas.

- ¿Instaurar el currículum ciego como se está planteando (omitiendo la edad, el sexo, el nombre y la foto en los currículum para los procesos de selección de personal) va en la buena dirección?

-Es una manera de eliminar los prejuicios y además en ambos sentidos, porque no hay que obsesionarse con eso de que tiene que ser una mujer la elegida. No es fácil de gestionar el currículum ciego, pero es un avance en el sentido de que se selecciona a una persona por sus capacidades y experiencia, no por su sexo o por su imagen, que también genera en ocasiones bastante discriminación.

- Usted participó muy directamente en el proceso de privatización y salida a Bolsa de REE. ¿Cómo ha cambiado la cultura de una empresa que nació pública?

-Red Eléctrica se creó partiendo de cero. Una de las personas más impulsoras de la empresa fue su primera presidenta, Paulina Beato. Fíjese que Red Eléctrica nació en 1985 y ya tuvo una presidenta. Paulina Beato tuvo la facultad de elegir a un grupo de profesionales de lo mejor. Yo me incorporé a la compañía procedente del sector papelero, y me encontré con un grupo muy dinámico donde la eficiencia ha sido parte de nuestra forma de ser, buen servicio y eficiencia para todos los procesos. Pero es verdad que la compañía era endogámica con el sector eléctrico y con el sector público y que primaba el concepto de operador del sistema, de servicio al sistema eléctrico. Con la salida a Bolsa se percibieron las perspectivas de los accionistas y grupos de interés y se amplió la visión de la empresa. Eso la hizo más rica. La salida a Bolsa no fue la única transformación de Red Eléctrica, porque entre 2002 y 2010 la compañía se multiplicó por cuatro gracias a la adquisición de activos de transporte de las eléctricas. Adicionalmente, comenzamos a salir al exterior. Hemos cambiado bastante.

- El conjunto del sector energético no tiene buen cartel entre los ciudadanos y el del transporte de alta tensión, no es una excepción, sobre todo por la contestación social que gen eran las infraestructuras. ¿Falta pedagogía o más atención de las empresas a los impactos sobre el territorio?

-Quizá falta pedagogía. Lo intentamos, y si no lo hemos conseguido es que lo tenemos que seguir intentando doblemente. Recuerdo que hace dos años estuvimos en un foro de infraestructuras de Copenhague donde había representación de numerosos países. Fíjese lo que le voy a decir. Finlandia es uno de los países, junto con Suecia, Noruega y Dinamarca, más verdes, más "greenfriendly", y sin embargo contaban la experiencia de la construcción de una línea de transporte muy importante que fue un éxito. Lo fue porque desde el principio se dio participación a los municipios en la explicación de las ventajas. Es relativamente sencillo de explicar, aunque hay que encontrar un interlocutor permeable a escucharlo.

- Explíquelo.

-Si uno tiene que tener energía eléctrica en su casa, desafortunadamente no se ha inventado la forma de llevarla de una antena a otra, hace un falta un cable; ese cable puede ser soterrado, pero cuesta más que uno aéreo. La población tiene que considerar si quiere soterramiento, si está dispuesta a soportar el coste, algo que no parece porque todos estamos muy sensibilizados con el tema del incremento del precio; si es un cable aéreo, se intenta que el impacto visual sea el menor posible. Créame que tenemos convencimiento pleno de que afectamos al territorio y procuramos que la afección sea la menor posible. Hace falta más diálogo. También es relativamente fácil que la contestación a estos temas se politice. Es un tema de paciencia, de explicarle las cosas a la gente, insistir, insistir y seguir insistiendo.

- Los ayuntamientos están empezando a establecer tasas sobre las infraestructuras de transporte eléctrico, entrando en conflicto con ustedes. ¿Qué posible salida tiene ese problema?

-Toda imposición adicional termina trasladándose a la tarifa de la luz. Tiene que existir un cierto orden en este tipo de tasas, que haya una homogeneización nacional.

- ¿Qué impresión tiene de la situación de Asturias?

-Tengo la sensación de que es una región que ha mejorado mucho. Soy consciente de la problemática económica que tiene Asturias, pero siempre me ha parecido que el asturiano es gente muy trabajadora, positiva y luchadora. Eso ayuda. Y soy consciente también de que la gran industria que hubo históricamente ha desparecido, pero ha sido sustituida por otras iniciativas que, visto desde fuera, han mejorando la situación. Pero mi percepción es la de alguien que está fuera y que juzga por los miembros de su familia y por lo que veo en las visitas que hago. Otra cosa es vivir el día a día.

- ¿Nos atenaza el pesimismo?

-No me lo parece. Creo que el asturiano es muy realista. Mis padres me decían que hay que tener los pies sobre la tierra. Yo eso no lo catalogo como pesimista, sino como conservador, conservador en el sentido de medir las consecuencias antes de dar un paso y luego dar otro.