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JOSÉ LUIS DE ZÁRRAGA | Sociólogo, miembro del equipo del "Informe ERA"

"Asturias está en mejores condiciones que en los 90 para abordar un proyecto de región"

"Los fondos mineros se utilizaron como la herencia de un tío de América: te llega y vas gastando en lo que se te ocurre"

José Luis de Zárraga, en su casa de Llanes. EMILIO G. GEA

El sociólogo ovetense José Luis Zárraga formó parte del equipo que hace 25 años participó en la confección del informe "Estrategias de Reindustrialización de Asturias" (ERA), considerado el intento más ambicioso y científico de elaborar un plan de dinamización regional, coinciendo con la reconversión-liquidación de los sectores tradicionales de la economía. Fue el responsable del capítulo titulado "La mentalidad de la población asturiana ante la crisis", un diagnóstico sobre los factores subjetivos que influían en las dificultades y desafíos que Asturias tenía ante sí.

- ¿Cómo era en síntesis aquel diagnóstico?

-Hay que tener en cuenta en qué situación estábamos entonces, al final de una fase recesiva global (1991-1993) superpuesta a un período de dos décadas de recesión regional, especifica de Asturias. La gente estaba completamente desilusionada y había perdido toda confianza en un cambio. Pensaba que no se podía seguir así, pero también que no había solución. Tanto entonces como después se ha enfatizado sobre todo este aspecto negativo, que era muy grave. Pero al mismo tiempo había algunos aspectos positivos que daban pie a pensar que un programa de dinamización como el que planteábamos podría funcionar.

- ¿Cuáles?

-Por ese grado de presión y de desesperación de la población, la gente estaba pidiendo un liderazgo regional, reclamando que alguien se enfrentase al problema con la energía y con la decisión que parecían necesarias. Y, en coherencia con ello, también había una disposición a pensar que era preciso ir al fondo de los problemas, a asumir que las decisiones que se tomasen fuesen a las raíces. En medio de un desastre subjetivo como el que había entonces, esto era positivo en la medida en que, si se decidía dar un salto adelante con todos los costes que podía tener y que implicaba dejar de depender de las cosas de las que hasta entonces se dependía para sobrevivir, la gente estaba dispuesta a poner todo esto en cuestión. Daba la impresión de que la población estaba dispuesta a un cambio, pero no llegó a pasar nunca.

- ¿Las razones?

-No se puede pedir ni se puede esperar que ese cambio lo decida la población misma. La población necesita liderazgos sociales, políticos y económicos, y esos fueron los que fallaron. No dudo de que la voluntad haya sido siempre buena, pero ha faltado liderazgo, sobre todo en la época de aquella crisis.

- Pero la región ha cambiado mucho, su transformación ha sido radical en la medida en que la iniciativa privada ha sustituido a la vieja industria pública en el corazón de la estructura productiva...

-Asturias evolucionó, pero por la fuerza de las cosas. Al final, la empresa pública no desapareció porque se tomasen decisiones en el contexto de un programa de dinamización, sino porque se impuso desde las políticas europeas. El papel que desempeñaban los sectores que no tenían futuro, como la minería, fue desapareciendo de manera gradual, pero no como consecuencia de unas políticas decididas a darle la vuelta a la situación, de cambiar las cosas. Con el programa ERA se dieron además otras circunstancias que no se suelen tomar en cuenta.

- ¿Qué circunstancias?

-El programa ERA, que partió de una idea de Ignacio Quintana (exsecretario de Estado de Cultura), lo lanzó Juan Luis Rodríguez-Vigil (presidente del Principado en 1992) con el entusiasmo que le caracterizaba. Pero antes de acabar su elaboración, Vigil desapareció de la Presidencia por un tema que estaba también relacionado con sus entusiasmos, con su capacidad de entusiasmarse por cosas y por tanto de caer en temas como aquel fraude (el "Petromocho", la fallida inversión petroquímica anunciada para Asturias). Le sucedió una presidencia muy débil, transitoria porque las tendencias electorales iban en su contra, que fue la de Antonio Trevín (1993-1995). Se encontró con el ERA y, evidentemente, ni tuvo tiempo ni capacidad para sacar el programa adelante. A él le sucedió otro período de presidencia (Sergio Marqués, 1995-1999) también lamentable y con un cambio de partido que dejó de lado las inicia tivas del anterior. Todo lo que representaba el ERA fue a parar a la biblioteca.

- La resistencia también estaba dentro del PSOE, en el sector minero liderado por José Ángel Fernández Villa...

-Un programa como este, de reindustrialización, implicaba pisar muchos callos. Por supuesto hubiera provocado muchos problemas internos, políticos. Empezando por la minería, que casi no se menciona en el informe.

- ¿Por qué?

-La minería había que liquidarla del mejor modo posible, pero no era la vía de futuro. Evidentemente, esto para un gobierno cuyos votos eran muy dependientes de las bases sindicales, de la clase obrera industrial asturiana, resultaba muy difícil. Sobre todo teniendo en cuenta el tiempo que podía tardar en dar resultados un programa de reindustrialización. Desde luego, los daría mucho más allá del momento de unas elecciones. Es difícil que los gobiernos asuman este tipo de proyectos, indispensables a medio y largo plazo, pero que a corto generan muchos conflictos, muchos problemas y muy pocos resultados.

- ¿Por qué no se retomó el ERA o un plan semejante en algún momento?

-Una razón muy importante es que, en los años siguientes a la elaboración del informe, se acababa un proceso de grave recesión económica en España; cuando empezó a producirse la recuperación, lo hizo por unas vías que nada tenían que ver con las que se planteaban en el ERA, basadas en el país en la construcción y en el turismo. Esa reactivación, que llegó a Asturias, disminuyó, digamos, la necesidad de abordar grandes planes muy problemáticos y generadores de conflictos sociales. La economía asturiana crecía, menos que la de España, pero crecía.

- En esa época llegaron los fondos mineros...

-La desaparición de la subvención a la empresa pública vino acompañada de un período en el que llegaron grandes cantidades de recursos procedentes de Europa. A la región lo hicieron específicamente a través de los fondos mineros. Sin un programa como este (el ERA), ese dinero se utilizó como la herencia un tío de América: te llega y lo vas usando para las cosas que se te ocurran; lo mismo para una carretera que para un museo o una universidad, sin que ello responda a un plan general en el que tienen sentido que hagas eso y no otras cosas, sino dependiendo de las demandas locales y de la fuerza que tiene quien decide el uso de los recursos. Ahora hay una nueva situación, porque se está saliendo de otra crisis, y puede ser un buen momento para considerar, no el ERA, que es una cosa de hace 25 años, pero sí algo que se convierta en un proyecto regional. La necesidad de ese proyecto sigue vigente, y probablemente hay mejores condiciones para abordarlo que entonces.

- ¿Cuáles son esas mejores condiciones?

-Hay problemas que de aquella eran muy graves y que ahora se han resuelto. Se han liquidado la mayor parte de los problemas de estructura económica que teníamos, de sectores recesivos. Ya no se basa en ellos la dinámica económica. Y me da la impresión de que las condiciones subjetivas son mejores. En el sentido, no de que haya menos escepticismo sobre las posibilidades de futuro, sino de que hay más realismo, menos expectativa en que el Estado o el Gobierno regional vayan resolver las cosas. Hay más individualismo, más convicción de que tenemos que salvarnos cada uno a nosotros mismos.

- ¿Ya no se siente la sociedad asturiana acreedora del Estado, como reflejaba su trabajo en los años 90?

-Aunque los ciudadanos puedan seguir creyendo que existe una deuda histórica con Asturias, no existe ninguna confianza en que esa deuda se pague. El problema que tiene también la situación actual, a diferencia de la de entonces, es que hay una desconfianza sobre todo en la capacidad de los gobiernos de resolver los problemas, pero no ya por falta de voluntad, sino simplemente por impotencia. Hay la conciencia de que los gobiernos autonómicos e incluso el del Estado tienen un margen de maniobra muy reducido, de que quien nos dicta el camino a seguir es Europa, alguien de fuera. Lo que sí se puede esperar de los gobiernos es un mayor liderazgo de cara a impulsar, a dinamizar a la población y a los agentes económicos, a señalar la dirección en la que se debe ir y facilitar que se vaya en ella.

- ¿En qué dirección debería ir Asturias?

-No podría decirlo. Eso requiere una reflexión como la que se hizo en aquellos años. Es algo que habría que poner en común. Uno de los problemas que había entonces era una enorme falta de unidad, incluso social.

- El Parlamento regional está tan fragmentando o más que en aquella época...

-Pero probablemente la división es ahora más a nivel político, institucional, que a nivel de la gente. El encono, el enfrentamiento y la crítica es mucho mayor, y no sólo en Asturias, que es un caso agudo, entre los partidos y en los planos institucionales que entre la población. La gente no se siente tan implicada en esa pelea. Para un proceso de dinamización regional es indispensable que se logre un consenso básico. Y los consensos básicos no vienen dados, hay que producirlos. Con el debate, pero no con un debate bélico, con una pelea a ver quién gana, sino con uno como el que se pretendió hacer con el programa ERA. Cuando se logra un consenso básico es muy fácil producir una incorporación de la población si hay un mínimo de liderazgo que transmite las ideas-fuerza a la gente.

- Una de las ideas-fuerza del ERA consistía en que Asturias tenía un alto potencial de desarrolló. ¿Sigue habiéndolo?

-Lo hay. ¿Para qué tipo de desarrollo? Es lo que tenemos que discutir y estudiar y debatir. ¿Está infrautilizado ese potencial? Está utilizado por iniciativas individuale que probablemente deberían servir de base para ese consenso sobre los caminos por los que hay que ir. Han surgido espontáneamente muchas experiencias incluso en terrenos que, como la promoción del turismo, parecen más políticamente dirigidos. Ha habido en Asturias una enorme cantidad de iniciativas particulares en el turismo, y la Administración actuó adecuadamente, sabiendo reconocerlas y eliminando obstáculos a su desarrollo. Probablemente ha ocurrido también en otros campos, incluido el industrial, y ello debería servir de base para considerar dónde tenemos que aplicar el mayor esfuerzo y dónde ponemos los recursos. Recursos hay, otra cosa es que son escasos y hay que distribuirlos.

- ¿Se distribuyeron mal en todos estos años?

-Se dedicaron a compensar los efectos de la crisis, pero no a desarrollar o impulsar las cosas que estaban naciendo y podían desarrollarse. Cosa que por lo demás es naturalmente comprensible. Los fondos mineros, por ejemplo, probablemente se han utilizado respondiendo a demandas de las poblaciones afectadas, a acciones pensadas para curar las heridas, no para fortalecer el futuro del territorio. Ha pasado bastante en España en general con los fondos europeos. No obstante, en Asturias una de las cosas que parece claro que sí han cambiado enormemente son las comunicaciones.

- No lo ha hecho el desarrollo del área metropolinana, que ustedes ya sugerían como prioridad hace 25 años...

-En los trabajos del ERA vimos que una de las dificultades más importantes en Asturias era el localismo, muy agudo. Es lo que ha hecho que durante todo este tiempo haya sido prácticamente imposible algo que, visto desde fuera, resulta incomprensible: que no se haya desarrollado el centro de Asturias como zona metropolitana. En un radio de veinticinco kilómetros se concentra la gran mayoría de la población y de los recursos económicos. El localismo ha impedido que se planificara con una concepción de que las infraestructuras, los servicios y en general la actividad económica deben distribuirse pensando en el conjunto y no en cada una de las unidades.

- ¿Es aún un rasgo de la sociedad asturiana ese localismo?

-Los ciudadanos cada vez son menos localistas. Los políticos municipales o comarcales lo son mucho más que la propia población, que ya experimenta un hecho objetivo: esto funciona como una zona metropolitana, aunque mala, porque no está bien articulada, bien pensada. Te mueves de un sitio a otro con unas redes de transporte que no están bien resueltas. Con los recursos que se han dedicado en los últimos veinticinco años podríamos tener en Asturias transportes que facilitasen tanto la vida metropolitana como los que hay en Alemania, donde las redes públicas son ideales. Sigue vigente la necesidad de una zona metropolitana bien planificada. Nadie se ha atrevido a entrar en ello en serio. Retóricamente sí, porque periódicamente se habla de ello, pero en la práctica es demasiado complicado para los políticos meterse en esos avisperos.

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