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PEDRO CEPEDA | Empresario

"Los asturianos vendemos bien el folclore, pero no el producto, y nos falla la planificación social"

"Estudié en Deusto y me coloqué al salir, y cuando murió Franco mis profesores se convirtieron en cargos del PSOE y del PNV"

El empresario y directivo Pedro Cepeda, en el 26º de Oviedo. MIKI LÓPEZ

Pedro Cepeda (Infiesto, 1956) Pedro IV en la dinastía de Cepeda, vive en la "A-8" porque tiene casa en San Sebastián, donde reside desde hace 30 años, y apartamento en Oviedo.

-Cada vez que paso la ría de Tinamayor canto "Asturias, patria querida"; fatal pero lo canto.

Es socio director de Ikei, una consultoría con 36 profesionales muy cualificados a la que se ha incorporado su hijo como socio.

-El resto de mi actividad está en Asturias: Agua de Borines, con mis hermanos, desde 2010 y la cerveza Ordum, de Artesanos Cerveceros de Asturias, con los socios de Cá Beleño.

- ¿Es cervecero?

-Prefiero el vino. Mi mujer es de Madrid y más de cerveza y de caña. Nos enseñamos mutuamente a disfrutar las bebidas.

- Esperaba que usted tuviera una barba cuidada de hipster.

-El fenómeno de la cerveza alternativa ha venido para quedarse. La moda es que haya tantas. En Estados Unidos las grandes marcas están comprando ya a las pequeñas. Yo no hago una cerveza para vendérsela a Mahou.

- ¿Es fácil hacer cerveza?

-Se puede hacer en casa. Es difícil hacerla buena de modo regular. Vamos a hacer una "lager", que es de las complicadas porque los defectos se ven y se sienten.

- Vuelven las marcas locales.

-En Barcelona recuperan la cerveza Moritz y en San Sebastián Coca-Cola hace Schuss, un refresco que era como decir aquí La Flor de Julio. Es el rebote de la globalización.

- ¿Por qué viene más a Asturias?

-Por Agua de Borines y por ver a mi madre, Cuchi, y a la familia. Somos tres varones y dos mujeres. Mi hermano Eduardo está en México. Hay familias que se disgregan cuando faltan los padres. Siempre quise que tuviéramos algo juntos. Mi abuelo era empresario; nosotros, no. Agua de Borines une a la familia, está en nuestra tierra, arraiga con las personas que trabajan allí y devuelve una marca con raíz. Perdimos a nuestro padre hace unos meses y fue un palo gordo porque lo quería y admiraba.

- ¿Cómo era?

-Una bellísima persona, conservador en ciertas ideas y muy progresista en otras. Era comprensivo y ayudaba. Lo llamábamos Wikipedro porque sabía todo, conjugar el verbo irregular "tolo" en latín y las veces que hubo un bastardo en la corona de Aragón. Leía mucho y se le quedaba. Torcuato Fernández Miranda dijo que era el alumno más brillante que había encontrado.

Los Cepeda vinieron a vivir a Oviedo cuando Pedro tenía 8 años.

-Se tardaba dos horas y pico en llegar en tren de vapor.

Entró en la preparatoria de La Milagrosa con sor Julia.

-Me levantaba y vomitaba todos los días. El pediatra me diagnosticó "sorjulitis", que la sufrían los alumnos más sensibles de aquella monja tan dura. Luego en el Loyola viví de las rentas hasta segundo de Bachiller.

Cuando tenía 15 años se mudaron a Bilbao y estudió en el Instituto de Getxo, mixto en 1971, con todo sobresalientes e implicado en las actividades. Entró en la Universidad Comercial de Deusto, de los jesuitas, y en 1978 obtuvo la licenciatura de Económicas y Empresariales.

-Me coloqué nada más salir. En cuanto murió Franco, mis profesores de Deusto se convirtieron en cargos públicos del PSOE y del PNV.

Sus padres volvieron a Oviedo y él y su hermano quedaron estudiando en Bilbao.

-Daba clases particulares y nunca les pedí dinero para mí. Veraneaba en Llanes, por cierto, en la casa de Ignacio Gracia Noriega. El año de la mili no pude ganar dinero y fui con mis padres a Luanco. En Valparaíso, conocí a mi mujer.

- Madrileña, decía.

-Sí, pero de origen asturiano. Estela Cores Rehberger. Nos casamos muy jóvenes: yo a los 25 años, y ella, a los 20. Decían que era un infanticidio, que no iba a durar. Llevamos 36 años. Me apoyó siempre. Y hubo momentos de riesgo.

- Cuente.

-Siempre trabajé por cuenta ajena en empresas familiares grandes que se vendían a multinacionales. Entonces me iba porque no me gusta trabajar en una multinacional. En 1997, con dos niños, decidí que no quería más jefes ni más ventas e introduje la dirección externa. Fui director general de Leche Kaiku y de una papelera desde mi despacho. Hace año y medio nos fusionamos con Ikei. Digo que me quiero jubilar, pero no me lo creo ni yo y me meto en más historias.

- Trabaja en Euskadi. ¿Cómo ve Asturias?

-La tenía idealizada cuando venía poco, a ver a la familia y de folixa. Ahora vengo a trabajar y me doy cuenta de las carencias.

- Diga.

-Somos grandones, pero incapaces de aplicar ese espíritu a proyectos. No defendemos lo nuestro. En Galicia no puedes vender agua de Asturias. En el País Vasco se coopera más con el competidor porque si a él le va mejor, a ti te irá mejor. Y son perfeccionistas. Si sacan un producto quieren que sea el mejor, no de Euskadi, sino del mundo. Soy socio de Salto Systems, una empresa de control de accesos, creada en 2000 y estamos en 80 países.

- ¿Hacemos algo bien?

-No quiero ir de gran experto en Asturias, pero creo que los asturianos vendemos bien el folclore, pero no el producto. En Barcelona, una sidrería es vasca. La gente cree que la sidra sólo es del País Vasco. La alternativa, en Madrid en un chigre en el que no se puede entrar.

- ¿Qué hacen bien los vascos?

-La planificación social. Cuando planificaron el Guggenheim no hubo engarradiella. La Asturias de dentro de 20 años tiene que estar construida ahora.

- Tuvo un cáncer hace 10 años. ¿Pasó miedo?

-No. Descubrí dos cosas. Una, que podía distinguir el cuerpo del alma. Tenía el cuerpo sufriendo pero la mente estaba en El Ovetense tomando un pollo al ajillo.

- ¿Y la otra?

-Que tenemos una sanidad pública de matrícula de honor.

- Espera su primer nieto.

-Los nietos son el postre de la vida, me dijeron unos amigos de México. Lo voy a disfrutar sin la responsabilidad de educar.

- ¿Tanto le pesó educar?

-Es un trabajo fundamental. A mi mujer mis hijos le preguntan ¿qué habéis hecho para educarnos tan bien?

- Su hijo Pedro, de 32 años, trabaja con usted. ¿Lo educa?

-Me educa él a mí.

- ¿No peligra el macho alfa?

-No. Me ha superado. Además es ciclista. Voy a pasar de admirar a mi padre a admirar a mi hijo. De mi hija Estela, de 27, doctora en Biología, llevo la tristeza de tenerla lejos, en Madrid.

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