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Los 25 años de un hito en las movilizaciones en defensa de la siderurgia en Asturias

La "marcha de hierro" continúa

Protagonistas de la caminata y nuevos trabajadores de Arcelor coinciden en que los logros de la protesta fueron claves para modernizar un sector que ahora atrae inversión

La "marcha de hierro" llega a Pajares en su tercera etapa.

Cuando la "marcha de hierro" llegó a las puertas del Ministerio de Industria, empujada por una ruidosa masa de más de 25.000 personas, Jordi González ni se enteró. Entonces vivía en Caborana, pueblo minero que aún gravitaba alrededor del pozo Santiago, y aún no había cumplido los 5 años.

Con el tiempo Jordi oyó hablar de aquella maratoniana protesta de la siderurgia y les puso cara a sus protagonistas cuando vio en "YouTuve" un viejo documental y luego leyó el diario de uno de los caminantes. Han pasado 25 años y está convencido de que aquella marcha a Madrid fue una suma de millones de pasos adelante que, de alguna forma, le han marcado a hierro. "Si no fuera por esos campeones, y por el apoyo de sus familias, hoy seguramente no estaría trabajando en Arcelor-Mittal y no seguirían llegando inversiones millonarias a la siderurgia asturiana", asegura Jordi, que ahora tiene 29 años, vive en Gijón y es operario en el parque de carbones de Aboño. Lo afirma ante Rafael Alonso (65 años), Roberto Luis Rodríguez (69 años) y José Héctor Roces (69 años), tres de los 248 integrantes de aquella columna asturiana que evitó la herrumbre en un sector que sigue siendo un puntal para Asturias.

Mañana se cumplirá un cuarto de siglo de la salida de la "marcha de hierro" desde el paseo de Los Álamos de Oviedo. Aquel 9 de octubre de 1992 el mierense Roberto Rodríguez cumplía 45 años. Lo celebró con los que durante 18 días serían su familia, compañeros de su sindicato, UGT, pero también de CC OO y USO. "Aún recuerdo el frío de aquel día y la lluvia que nos cayó durante la primera etapa y, sobre todo, durante la segunda hasta Campomanes, en la que tuvimos que poner bolsas de plástico en los pies", señala Roberto Rodríguez. Él trabajaba en la factoría de Ensidesa en Avilés, a donde había sido trasladado desde Fábrica de Mieres. Ya sabía lo que era un cierre. "En aquel momento ya estábamos seguros de que la reconversión era inevitable, porque Europa exigía achatarrar instalaciones y porque con las mejoras técnicas que se iban introduciendo no podía seguir manteniéndose una empresa con 25.000 paisanos, era imposible, por eso tratábamos de buscar una salida para una negociación que estaba atascada, se necesitaba un empujón que nos moviera a nosotros y a la otra parte, al Ministerio de Industria, y se nos ocurrió la marcha a Madrid desde Asturias y el País Vasco", relata el mierense, entonces miembro del comité de empresa de Ensidesa en Avilés.

Un año antes, el Gobierno de Felipe González había impulsado la constitución de la Corporación de la Siderurgia Integral (CSI) -un holding formado por Ensidesa y Altos Hornos de Vizcaya (AHV)- y sobre la mesa estaba un plan de competitividad escrito con tijeras. "Había inversiones para modernizar plantas, sí, pero sobre todo había un plan para recortar un millón de toneladas de producción y dejar fuera a más de 7.000 trabajadores en Asturias", apunta el langreano Héctor Roces, entonces miembro del comité de Ensidesa en Gijón. "De aquella defendíamos que invertir en el País Vasco era no apostar por el futuro, que había que centrarse en Asturias, porque las instalaciones tenían más posibilidades, y el tiempo nos dio la razón", señala el avilesino Rafael Alonso, que fue presidente del comité de empresa de Ensidesa. "Sí claro, pero en esa época desde el punto de vista político era imposible cerrar AHV, estaba la amenaza constante de ETA y en la negociación estaban ELA y LAB, el sindicato abertzale, y pesaban mucho", replica Roberto Rodríguez, al que sus compañeros llaman "El Zapa".

Los tres sindicalistas subieron a pie hace 25 años las rampas del puerto de Pajares, calzando unas zapatillas Yumas que habían comprado "a precio" para la marcha. Héctor Roces dejó de caminar en León. La rotura del menisco le relegó a tareas de apoyo y otro compañero ocupó su puesto.

Rafael Alonso había formado parte de la avanzadilla que inspeccionó el terreno para establecer las etapas y los puntos de descanso. "Dormíamos en polideportivos y sobre todo en colegios. Solo tuvimos problemas en un pueblo, en Mayorga, en Valladolid, donde el maestro se negó a dejarnos entrar en la escuela porque el muy cabrón decía que la infestábamos, con lo que tuvimos que volver en autobús al pueblo donde habíamos dormido el día anterior y al siguiente hacer el camino inverso para salir a pie desde Mayorga", relata Rafael Alonso. "Aquello fue la excepción. En los pueblos de Castilla nos trataron muy bien y hasta algunos maestros sacaban a los chiquillos a la calle para vernos pasar", recuerda Héctor Roces.

En aquella época Manuel Ángel Pulgar tenía 15 años, ya iba al instituto y vivía en Gijón. Todos los días encendía le televisión al mediodía para ver si su padre, Manuel, salía en "Panorama Regional". Era uno de los caminantes. "En casa había mucha incertidumbre. Éramos cuatro hermanos y el único dinero que entraba era el que ganaba mi padre, que era perito en Ensidesa", afirma Pulgar, que acaba de cumplir los 40 y forma parte de la plantilla de la acería de Arcelor-Mittal en Gijón, a la que se incorporó tras nueve años en contratas. En su casa sigue entrando el dinero de la siderurgia.

Pulgar acompañó a su padre en alguna de las etapas de la marcha subido en el camión de asistencia -cargado de bocadillos, botellas de agua y yogures que regalaba Central Lechera Asturiana- y entró con él en Madrid "asustado por la cantidad de gente que había allí para recibirles". Un día antes, en Pozuelo, las columnas de Asturias y País Vasco se unieron y caminaron juntas, aunque sabían que tarde o temprano tendrían que cambiar el paso para defender lo suyo.

"Dimos un ejemplo de unidad, ahí estuvo el éxito", destaca Rafael Alonso, que fue el último presidente del comité de Ensidesa, ya que después llegarían los cambios corporativos. "Dimos a conocer el problema de la siderurgia en toda España y conseguimos apoyos para luego plantarnos en Bruselas", apunta Héctor Roces, que trabajó en la fábrica de Gijón para Uninsa, Ensidesa, CSI , Aceralia, Arcelor y finalmente Arcelor-Mittal, multinacional en la que fue miembro del comité europeo. "La marcha sirvió, sobre todo, para garantizar que la reorganización de las plantas llegara acompañada de unas buenas condiciones de salida del personal. Logramos que el Ministerio cediera y al menos no hubiera despidos traumáticos, que hubiera prejubilaciones", resalta Roberto Rodríguez .

Jordi González y Manuel Ángel Pulgar escuchan con atención a los tres veteranos. LA NUEVA ESPAÑA los reunió con ellos para hablar de la herencia de la "marcha de hierro". "Vosotros pusisteis a la siderurgia del norte de España en el mapa y evitasteis que desapareciera. Gracias a eso Asturias, dentro del grupo Arcelor-Mittal, sigue manteniendo un peso muy importante", afirma, dirigiéndose a los participantes en la "marcha de hierro", Jordi González, que entró a trabajar en la compañía siderúrgica en 2010 y es delegado de CC OO en el parque de carbones de Aboño.

Manuel Ángel Pulgar no lo ve tan claro. "Se consiguieron cosas importantes y se dio visibilidad al conflicto, pero la gente había salido de Oviedo con mucha ilusión y a la mitad del recorrido muchos ya percibieron que no se iba a conseguir todo que se pedía. Yo sólo tenía 15 años, pero en Madrid percibí la desilusión en la cara de muchos trabajadores y en los discursos de los líderes sindicales cuando salieron del Ministerio. Hubo quienes no apoyaron la marcha porque intuían que era el fin de fiesta, que conducía a la desmovilización, que la reconversión ya estaba medio negociada", afirma Pulgar, hijo de sindicalista de UGT y delegado de la Corriente Sindical de Izquierdas (CSI) en Arcelor-Mittal. "Había 17.000 empleos en Ensidesa y con los años se perdieron muchos puestos de trabajo (quedan 5.000 en Arcelor-Mittal Asturias) aunque no hubiera despidos, pero se consiguió una siderurgia viable que ahora tiene futuro", replica Héctor Roces, que fue compañero del padre de Pulgar en UGT. "No se podían salvar todos los empleos, paramos un duro golpe, aunque es cierto que tampoco logramos, por ejemplo, frenar la privatización total de la empresa", reconoce Roberto Rodríguez.

Los participantes en la "marcha de hierro" destacan que en su época existía un "verdadero poder sindical" en Ensidesa que ahora se ha perdido en Arcelor-Mittal. "Las relaciones con la dirección de la empresa ahora son muy distintas. Antes había un jefe, ahora hay un amo", resume Roberto Rodríguez en referencia a Lakshmi Mittal. Los jóvenes asienten. "Además en nuestra generación tenemos una incultura sindical tremenda", destaca Manuel Ángel Pulgar. "De todas formas en la época de la marcha era el Gobierno el que quería reestructurarlo todo y ahora estamos casi igual con la reforma laboral. Y el mercado del acero en Europa, como ocurría en 1992, vuelve a tener problemas, ahora por la entrada del acero chino. Hay cosas en común entre aquella época y esta, pero si seguimos hablando de siderurgia en Asturias es en buena parte gracias a la "marcha de hierro". Los logros de aquella movilización nos han dejado en una buena posición para seguir atrayendo inversiones millonarias como las anunciadas en los últimos tiempos para la modernización de la acería de Avilés", señala Jordi González.

Los tres sindicalistas que participaron en la "marcha del hierro", que no han dejado de recordar anécdotas durante toda la conversación y apenas han dejado hablar a los trabajadores en activo, guardan ahora silencio y escuchan el discurso del más joven del encuentro. Les reconforta lo que dice.

Los tres veteranos, tras la marcha, siguieron por el camino de la acción sindical y política. El langreano Héctor Roces fue, hasta 2011, secretario general de la unión comarcal de UGT en Gijón; Roberto Rodríguez fue durante 16 años concejal del PSOE en el Ayuntamiento de Mieres, y Rafael Alonso es actualmente concejal del Servicios Generales y Festejos en el Ayuntamiento de Corvera. Los tres afirman que nunca olvidarán los gestos de apoyo que recibieron durante la "marcha de hierro" y la entrada en Madrid. "Ese recuerdo es imborrable. Fue muy emocionante. Yo llevaba nueve años sin fumar y ese día volví", afirma Roberto Rodríguez. Aquella marcha también abrió una senda reivindicativa por la que han transitado muchos colectivos. El último el de los pensionistas. Sus marchas confluyen hoy en Fuenlabrada y mañana entrarán en Madrid, 25 años después que los siderúrgicos.

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