La mierense Beatriz Rodríguez regresó hace sólo unos meses de un "Erasmus" pese a que hace ya unos cuantos años que terminó sus estudios. El suyo no fue un intercambio estudiantil, como los que abundan en este programa financiado por la Unión Europea (UE), sino empresarial. Esta emprendedora asturiana, diseñadora de productos de formación, estuvo durante tres meses en Malta trabajando para otra empresa. El objetivo fue tener otra visión de un negocio similar al suyo, conocer otros métodos de trabajo e integrarse en un equipo diferente en un país con una reglas sociales y culturales distintas a las españolas. "Aprendí mucho de mi propio negocio, y son cosas que luego aplicaré aquí. Es otra visión", señala. La Cámara de Comercio de Oviedo es una de las entidades que se dedica a gestionar la selección de los candidatos para enviarlos a empresas de acogida de toda Europa. Rodríguez fue una de las asturianas que logró pasar el corte.

Hace dos años y medio esta emprendedora se lanzó a su propia aventura empresarial. La bautizó como "Pequeño laboratorio de ideas". Su empresa se dedica, según su propia descripción, a "la transformación creativa de contenidos". Esto incluye actividades tan variadas como, por ejemplo, darle una vuelta a la materia que los profesores enseñan a los alumnos en el aula, haciéndola más atractiva; trabajar en la organización de congresos, para que sean más inclusivos, o crear aplicaciones informáticas, como una con la que ganó un concurso del CEEI para ayudar a los padres con la alimentación de sus bebés. También da clases de escaparatismo en la Escuela Europea de Negocios de Oviedo.

Antes de poner rumbo a Malta, recuerda Rodríguez, tuvo que pasar una criba entre un buen número de candidatos. Lo consiguió y pasó a formar parte durante tres meses (abril, mayo y junio) de la plantilla de I Smart, una empresa maltesa que ha creado una aplicación para facilitar el aprendizaje de los niños con dislexia, un trastorno psicolingüístico. "Me encargué de hacerles un plan de trabajo", explica. "Les di varios consejos sobre el desarrollo de la aplicación y sobre marketing". Pero la lección fue recíproca. "Se trataba de que hubiera beneficios para las dos partes", apunta. Así comprobó otras formas de trabajar y de hacer negocios que ahora podrá utilizar para que su compañía crezca.

El de Rodríguez es uno de los más de 5.000 intercambios que acumula este programa europeo, con una filosofía muy similar al estudiantil, pero menos popular, que se puso en marcha en 2009. La Unión Europea se encarga del pago de la estancia, una cantidad que varía en función del coste de la vida en el país de destino. "Para la gente que participa hay un antes y un después. Incluso surgen muchos acuerdos comerciales y negocios en conjunto", asegura Carmen Robles, responsable del programa en la Cámara de Comercio de Oviedo. "Para muchos", añade, "es como si les abrieran los ojos, van con una idea de su negocio y vuelven con otra muy diferente".

Rodríguez valora muy positivamente la experiencia y está esperando ya a que su empresa cumpla los cinco años de vida, tal y como establece la normativa del programa, para poder ser receptora de algún "Erasmus" emprendedor europeo. Como ya lo ha sido ella.