La renta fija y la renta variable han roto su tradicional relación inversa y van a la par, y los récords bursátiles se han sucedido, uno tras otro, mientras la escalada de la deuda pública por las compras masivas que siguen realizando los principales bancos centrales (salvo la Fed, que ya empezó a reducir lentamente su balance) está convirtiendo este activo (considerado como el más seguro por antonomasia) en la principal fuente de vulnerabilidad.

La transparencia de las autoridades monetarias, una vez que optaron por la predictibilidad de sus decisiones, han contribuido a aminorar el temor de los agentes; la estrategia de recompra de acciones propias por las empresas aprovechando la financiación barata ha alimentado la escalada bursátil, y la generalización de la gestión pasiva de fondos y carteras (que abarata las comisiones al cliente y que se limita a replicar índices, lo que reduce la volatilidad) se ha comportado como un amplificador de tendencias y atenuador de los vaivenes.

"Los mercados financieros al parecer no avizoran mayores turbulencias en el futuro", dijo en octubre el FMI. Ni tan siquiera las elevadas revalorizaciones dan síntomas de haber generado mal de altura, por más que parezcan difíciles de sostener algunos factores que las favorecen y que podrían ser fenómenos pasajeros, como los tipos de interés nimios, el barril de crudo en precios ni muy altos para los importadores ni muy bajos para los exportadores, tipos de cambio en rangos relativamente cómodos para las principales divisas y resultados empresariales benignos.

Algunos analistas creen que el optimismo y las insólitas condiciones favorables que lo sustentan obedecen a que se han producido cambios estructurales que han hecho más resistente a la economía frente a los "shocks" adversos cuando se produzcan. Pero la creencia de que "esta vez va a ser distinto" ha acompañado siempre a todas las etapas de euforia y todas concluyeron con grandes desastres.

"Los valores fundamentales continúan siendo tan buenos que no podemos evitar preguntarnos si lo único que preocupa actualmente es que los inversores no parecen estar preocupados", escribió el viernes en una nota a los inversores Benjamín Melman, director de Asignación de Activos y de Deuda Soberana de la gestora y banca de inversión francesa Edmond de Rothschild.

Las condiciones monetarias ultraexpansivas apenas dejan margen para las estrategias conservadoras y una encuesta de Bank of America Merrill Lynch que se difundió el martes puso de manifiesto que las liquidez en las carteras está en el 4,4% (mínimos desde octubre de 2013), y no porque sus gestores consideren atractivo el mercado ni porque detecten grandes oportunidades sino porque los tipos tan bajos no les dejan otra alternativa: el 48% cree que la Bolsa está sobrevalorada y el 81% opinó que la renta fija lo está aún más.

Volatilidad. La volatilidad es una medida de dispersión y fluctuación de las rentabilidades y valoraciones de los activos financieros respecto a su comportamiento promedio. La baja volatilidad se suele identificar con los comportamientos alcistas (como ocurre ahora) porque cuando las Bolsas y otros valores suben de forma sostenida y sin altibajos, los movimientos bruscos se disipan y la volatilidad cae. Y con él también se atenúa el miedo. El pánico lo inspiran las brusquedades: los movimientos exagerados al alza y sobre todo a la baja. Pero los balanceos también se aminoran en los descensos cuando las caídas son lentas. La baja volatilidad es peligrosa porque reduce la percepción de riesgo, como le ocurre a la rana que no salta de la olla si se pone a cocer a fuego lento.

Las alzas son aún más peligrosas porque las revalorizaciones reducen la volatilidad, y la subida sin aparentes tensiones ni "stress" atrae inversores y alimenta la remontada. Y una vez que se corona la cumbre, ya no es posible seguir escalando. Sólo cabe descender. El inversor nunca sabe cuándo se ha tocado techo pero cuanta mayor sea la altura, mayor probabilidad habrá de que el mercado se dé la vuelta y comience la corrección. Paul Samuelson decía en su famoso manual que el optimismo de los inversores sobre los rendimientos y riesgos futuros puede variar de modo notable en un corto periodo de tiempo. Y la experiencia indica que las caídas suelen ser más violentas que las remontadas. Ocurrió en 1929, en 1994, en 2006 y otros momentos. Geraldine Sundstrom, directora de estrategia para Europa de Pimco, la mayor gestora del mundo, dijo este mes: "La última vez que se dieron estas condiciones fue en 2006, y las cosas no acabaron bien".

La ausencia de volatilidad, lejos de ser motivo de confianza, debería ser una alerta. Igual que cuando los habitantes del área del Niágara se despertaron sobresaltados la noche en que cesó el estruendo de las cataratas porque se habían helado. Siempre es muy inquietante que en el cuarto de los niños no haya bullicio.

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