La proliferación desde la última crisis de las estrategias inversoras de carácter pasivo, que se limitan a replicar índices y prescinden por ello de la gestión profesional, abarata las comisiones de gestión en tiempos en los que prima la economía de bajo coste. Su éxito es aún mayor porque, con un mercado al alza y baja volatilidad, la apuesta es ganadora. Cuando no hay viento, hasta las veletas parecen tener carácter.

La generalización de estas modalidades están contribuyendo a aminorar aún más la volatilidad porque, al limitarse a seguir la tendencia dominante (en este caso, alcista), la refuerzan, y más cuando se reduce el peso de la gestión activa, que actúa con criterio propio y puede tomar posiciones antagónicas a la del consenso del mercado.

Este carácter procíclico va a repetirse cuando el mercado se dé la vuelta. El predominio de la gestión pasiva (junto con la contratación automática por ordenador) agrandará y acelerará previsiblemente las correcciones porque cuando cunda el pánico los sistemas automáticos no atenderán a razones.