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Las vicisitudes de una compañía centenaria

Las urgencias de Acacio Rodríguez en Duro

El nuevo presidente encara desafíos perentorios para alejar la incertidumbre sobre el grupo: negociar los acuerdos con la banca, relanzar la contratación y captar nuevos inversores

Acacio Rodríguez, en el centro de la imagen y por detrás de los anteriores presidentes de Duro: Del Valle (izquierda) y Torres Inclán, en 2011. N. OREJAS

Acacio Rodríguez, decimoquinto presidente de Duro Felguera, no tendrá una tarea fácil. Llegó a la presidencia el viernes en un periodo extremadamente delicado en la vida del grupo en sus 160 años de historia. Desde 2015 y hasta el pasado 30 de septiembre la ingeniería ha perdido 98,5 millones de euros, arrastra una deuda de 351,2 millones (229,5 millones en términos netos), su contratación pasó de superar los 1.500 millones en 2013 a situarse en 624 millones en 2016 (547 millones en los nueve primeros meses de este año) y tiene planteadas reclamaciones de cobros pendientes en diversos países (Australia, India, Argentina y Venezuela) por un importe de 508 millones de difícil recuperación íntegra.

Desde hace más de un año, Duro aspira a la renegociación de sus débitos con la banca acreedora y a la reactivación de avales por sus prestamistas. El grupo necesita ese respaldo (al menos 32 millones) para afrontar pagos inmediatos de su operatoria ordinaria. Para pujar por grandes proyectos que nutran su cartera de trabajo aún precisaría un respaldo financiero muy superior y esto sólo será posible si la banca recupera la confianza en la dirección, la estrategia, el modelo de gestión y los resultados.

Sólo con este respaldo del sistema financiero Duro podrá sostener una estructura laboral y societaria diseñada para facturaciones anuales superiores a los 900 millones. Ahora lleva dos años (2015 y 2016) con ventas entre 700 y 770 millones. Este año, hasta fines de septiembre, estaba en niveles análogos a los de la misma fecha de 2016, lo que no es poco dadas las vicisitudes y los sobresaltos en los que vive el grupo, pero que se quedan cortos en la comparativa con los ejercicios previos a su entrada en pérdidas.

El inmovilismo en la negociación durante meses entre la empresa y banca acreedora, de lo que ambas partes se hicieron reproches recíprocos, ha complicado la situación. Aunque el equipo profesional ha seguido buscando oportunidades y contratos (hasta septiembre pasado había contratado el 70% más que en los nueve primeros meses de 2016), la organización manifiesta un desgaste muy alto.

Son ya muchos meses con la compañía estancada en medio de las conjeturas sobre un futuro incierto. Y esta incertidumbre y la permanente presencia en los medios públicos por negociaciones lentísimas, mensajes cruzados no siempre orientados en el mismo sentido, pugna entre intereses encontrados (en el seno de la sociedad y entre ésta y sus financiadores) y un clima de tensión agotador -de lo que es un indicador muy fidedigno que desde hace dos meses las sesiones de los consejos duren doce horas cuando no dos días consecutivos- han ejercido una erosión en la sociedad, su imagen corporativa, su proyección en los mercados, su percepción por los potenciales clientes y en el espíritu del propio equipo humano.

Hay unidades de negocio y filiales en las que hace tiempo que empezó a cundir la preocupación porque su carga de trabajos pendientes se agota. En el taller de Felguera Calderería Pesada, de Gijón, los representantes de los trabajadores avisaron el viernes que temen verse sin actividad el año próximo.

Este mes la empresa tuvo que descontar de su cartera de contratos en vigor cuatro proyectos por un importe total de 918 millones y por distintos motivos. De uno de ellos (un contrato de 56 millones) tuvo que prescindir por la falta de garantías bancarias. Y el mayor de los proyectos adjudicados este año (la planta de ciclo simple de 500 megavatios Jebel Ali "K" en Dubai por 204 millones de euros) se pudo consolidar porque, tras algunas mediaciones, un banco del emirato accedió a avalar a la ingeniería asturiana. Ahora la carga de trabajo se sitúa en 1.306 millones y asegura la actividad para 1,8 años. Contratar es urgente para garantizar un horizonte de estabilidad de la empresa más allá de dos años.

Todo esto debe revertirlo el nuevo presidente mientras afronta una negociación con la banca acreedora que le permita recuperar el crédito.

Los bancos, que tienen un riesgo total contraído con Duro (entre deuda y avales por proyectos) de unos 900 millones, afirman que tiene plena convicción de la viabilidad del grupo asturiano, pero supeditada a un cambio en la gestión y a la venta de activos para aflorar recursos, como premisas para abordar la segunda fase: una ampliación de capital en la que nuevos inversores inyecten del orden de 100 millones y que se complementaría con una reducción de la deuda en 200 millones que la banca canjearía por acciones. El resto del endeudamiento sería refinanciado, según la banca, si se cumplen todas las demás condiciones.

La exigencia de otro modelo de gestión para volver a creer en Duro abocó a un antagonismo soterrado entre la banca acreedora y el presidente de la compañía Ángel del Valle, ahora dimitido, y máximo representante del primer grupo accionarial, dueño del 24,4% de la empresa. Este desencuentro fue determinante en la prolongación de los problemas y la agonía extenuante que ha vivido la compañía.

También ha habido discrepancias en la interpretación de la crisis que vive la sociedad. Mientras Del Valle la ha atribuido a los impagos en varios países y a lo que definió como "una tormenta perfecta", entre los acreedores y los críticos dentro de la casa se da mucha más relevancia a decisiones inversoras muy cuestionadas: la compra del edificio de Madrid (ahora en venta) y de las compañías tecnológicas Núcleo y Epicom, la generosa política de dividendos (remuneración del accionista) y la recompra de acciones por un equivalente al 10% del capital social por 80 millones y que ahora, integradas en la autocartera de la sociedad, la compañía sólo percibiría por ellas, en caso de venderlas, 7,36 millones.

El valor bursátil es otro frente para Acacio Rodríguez. La acción ha sufrido una caída en forma de tobogán del 91,5% de su cotización en menos de cinco años: desde los 5,44 euros del 30 de enero de 2013 se ha desplomado hasta los 0,46 euros del pasado viernes. La empresa valía entonces 870,4 millones y ahora tiene un precio de mercado de 73,6 millones. El anuncio de cambio de presidente ni tan siquiera torció la tendencia porque el inversor es cauto ante los cambios y teme sobre todo la incertidumbre: los títulos cedieron el 6,12% al cierre del mercado tras haberse desplomado el 8,88% instantes después de que se hiciera oficial el relevo de Del Valle.

El valor está penalizado por la trayectoria del negocio y de los resultados, el ruido de refriega y tensión constante en el que se ha desenvuelto la sociedad durante meses y también por el escenario judicial en que se halla sumida la compañía y sus dos expresidentes.

La Audiencia Nacional admitió a trámite la querella de la Fiscalía Anticorrupción contra Duro y sus dos últimos dirigentes (Juan Carlos Torres y Ángel del Valle) por supuesto pago de comisiones ilegales a políticos venezolanos para lograr contratos en el país. Torres declaró ante el juez Ismael Moreno el jueves y Del Valle y la representación jurídica de Duro deberá hacerlo en los próximos días. Aún no tienen fecha de citación. Los querellados niegan la acusación pero la investigación judicial (previa a que el magistrado determine si hay causa o no para el procesamiento) deja abierto un riesgo potencial de responsabilidades y entraña un daño reputacional ya constatable.

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