En este artículo quiero presentar al lector algunas razones plausibles para cerrar Lada y, al mismo tiempo, abrir el camino a un proceso de aprendizaje social, colectivo, sobre el fin del carbón en Asturias. Quiero contribuir a un sereno debate, sin acritud, y al mismo tiempo poner viento de cara y salir al paso de la presentación algo tremendista que en los últimos quince días atraviesa los medios de comunicación, cuando se conoció la decisión de la empresa Iberdrola, el pasado 10 de noviembre. Una decisión que implica achatarrar la planta y asumir el coste de su desmantelamiento, devolviendo la finca donde se asienta a su estado previo -es decir, no dejar una huella desoladora en el paisaje de la cuenca del Nalón, al modo de las ruinas de Nitrastur-.

Con el tag de la "transición energética justa' las autoridades y sus antenas mediáticas han comenzado a elaborar un "frame" regional que intenta colar un camelo de primera división. Un 'doble salto mortal con tirabuzón' que, en realidad, arroja la visión más rancia y conservadora de Asturias. Una vez más se pide tiempo, que es lo que hemos tenido, y se nos impide actuar a tiempo y coger el toro por los cuernos. Esta política negacionista impide hablar de lo que hay que hablar y nos pasará la factura en forma de menor potencial de crecimiento en el futuro. No tengan la menor duda.

En la vida cada momento tiene su afán: todavía no hemos matado al padre (el carbón) y este es el momento exacto para hacerlo. Hay que iniciar una conversación civilizada sobre este asunto de interés cívico y público para Asturias y, no menos importante, para las cuencas: les va la vida en ello. Item más, Asturias puede y debe liderar este debate en España, con cabeza. Sin quererlo y persiguiendo su interés empresarial, Iberdrola nos obliga a ello y, sin quererlo, nos ayuda a una reflexión demorada por años sobre el final de la explotación del carbón en Asturias y en otras cuencas mineras. ¡Gracias Iberdrola!

Hincar el diente a este asunto tiene problemas y hiere sensibilidades: soy consciente de que estamos ante un tema tabú en la conversación social y que hasta ahora ha sido negado por el 'subconsciente colectivo', algo muy parecido a lo que sucede en Cataluña ("un solo pueblo"). Por tanto, conviene llamar la atención sobre la oportunidad del momento porque, sin temor a exagerar, estamos ante la última posibilidad de que la región se salve (y no concibo Asturias sin las cuencas).

Para ello es indispensable que las gentes de las cuencas mineras tomen conciencia de su situación y cojan este tren que pasa ahora y asuman las consecuencias plenas del debate, hasta sus últimas derivadas. Sin miedo y con la confianza de elegir el camino adecuado.

1. Lada: una planta residual en la oferta energética nacional. Por segunda vez en esta década, en 2016 la producción de hulla y antracita se situó por debajo del millón de toneladas: exactamente 865.013 toneladas, según la información de Sadei. La explotación del carbón toca a su fin en Asturias y de modo particular en la cuenca central (310.270 toneladas de hulla, una cifra irrisoria). Con el fin del carbón le llega su hora a las centrales creadas para quemarlo, que dejan de tener sentido alejadas de la costa. La reconversión de las centrales creadas para su beneficio en el pasado forman parte del problema del cierre de las minas. Mejor hacerlo de forma ordenada y pensada (Soto de Ribera, Narcea) y comenzar a aprender y recorrer este camino con la planta de Lada.

Los datos muestran que dicha central juega un papel residual, testimonial, en el sistema eléctrico español, como lo revela el examen del número de horas de producción anual. Además, la producción generada puede ser sustituida por horas de producción basadas en gas -de dos grupos infrautilizados en la región- o con más horas de producción de grupos térmicos abastecidos con carbón internacional localizadas en la costa (Aboño). Hay alternativas en precio y en cantidades, en el sistema regional o en otras regiones.

Lada y Velilla se abastecen con carbón importado: CO2 por la quema + CO2 del transporte. Un guiso indigerible para la empresa Iberdrola, que cuida e invierte en su imagen de empresa limpia y que, además, genera con la central asturiana una parte ínfima de su producción en el conjunto de España. Si la empresa renuncia al carbón, otras pueden recoger esa parte de la generación. Es un problema de horas de funcionamiento y no de capacidad -a determinar en el mercado diario-, en un sistema caracterizado por un exceso de capacidad instalada. Por tanto, cualquier persona conocedora de este estado de cosas se preguntaría: ¿a qué viene tanto escándalo por la salida de una planta?, ¿dónde está la sorpresa? Aquí no hay cisne ni precipitación, era algo previsible y, si cabe una crítica a la empresa, es por haber mandado señales equivocadas con sus inversiones en desulfuración y desnitrificación.

Pero lo que me interesa aquí no es el interés de la empresa o empresas, sino el interés del valle y de la región como consecuencia del cierre de la planta. El achatarramiento brinda una oportunidad para ganar una década y recuperar un valle maravilloso, cerrando el círculo abierto con el saneamiento de los ríos, décadas atrás (un hito oportunamente recordado por Melchor Fernández en su artículo "Ríos limpios, orillas asquerosas", LNE, 30 de abril de 2016, 20 años de LA NUEVA ESPAÑA de las Cuencas).

2. Recuperar el valle, recuperar la cuenca del Nalón. Salta a la vista que la central de Lada tiene una pésima localización, solo comparable a las baterías de cok de Arcelor-Mittal, en Avilés. Un hecho que impidió en los últimos veinte años aprovechar el potencial de La Felguera, núcleo urbano de gran valor -próximo al área central y salida de un valle de montaña de gran valor paisajístico. El abandono del potencial urbano de Mieres, La Felguera y Sama será motivo de monografías en el futuro. La realidad hoy es que el cierre de Lada libera a La Felguera de un muerto, de una pesada mochila, y abre una ventana de oportunidades. No será una panacea, pero un programa serio y pensado de reconversión del suelo, acompañado por la recuperación del espacio de Nitrastur, cambiarían la fisonomía de la entrada al valle de la noche a la mañana. Mientras esta posibilidad surge de forma plausible ante nuestros ojos, la mirada hacia atrás y por el retrovisor es lo que domina en el discurso de las autoridades. Ahora bien, con el ancla y el freno de mano echados, un barco y un coche no avanzan.

Este encuadre del problema ("no pienses en un elefante") no es una casualidad. Surge del temor reverencial para abordar el tema tabú: el tema del carbón estuvo vetado en el informe ERA (1994) realmente publicado y el último estudio con perspectiva territorial contiene, de nuevo, un silencio atronador al respecto (Directrices Subregionales de Ordenación del Área Central de Asturias, Avance, marzo de 2016).

Pues bien, ha llegado el día para decir y reconocer que el carbón y la electricidad no eran el mejor mix de especialización de las cuencas. No lo eran en los ochenta, pero lo aceptamos, cuando el Plan energético nacional compró paz social y tiempo invirtiendo en térmicas -y reprofundizando pozos en Hunosa- a cambio de parar nucleares. Desde la atalaya de 2017, ¿hay que insistir y persistir en esta senda, en este modelo?

La opción de aferrarse a la planta, caiga quien caiga, revela a las claras la aversión al riesgo congénita que inspira nuestra conducta y que nos impide anticipar los problemas del crecimiento del mañana ("más vale pájaro en mano?"). ¿Por qué nos ha ido tan mal y no acabamos de enderezar la nave? O, en palabras del historiador Douglass North, "¿por qué las economías, una vez que se encuentran en una senda?de estancamiento, tienden a persistir?".

La respuesta es clara y distinta como hemos visto en los últimos quince días: "No se trata de que los gobernantes no se hayan dado cuenta de los malos resultados, sino de que la dificultad de dar un giro a las economías depende de la naturaleza de los mercados políticos y de los sistemas subyacentes de creencias de los agentes" (North, 1994).

La propuesta enunciada aquí invita a cambiar el foco del problema: cambia el paso, cambia el "frame" de propaganda, el argumentario, y trabaja en la regeneración y revisión de las expectativas y del sistema de creencias de los agentes, porque las creencias que nos anclan en el pasado (recuerden aquella no tan lejana en el tiempo: "las mujeres no pueden votar") están abiertas a la crítica en una sociedad abierta. Con el achatarramiento de Lada, las cuencas comenzarían a dar el giro postergado y se situarían de lleno en el mapa regional, cobrarían voz propia para ir más allá de la tópica defensa del castillo. Se empezarían a dar así los pasos indispensables para romper con la inexorable senda del declive en la que se encuentran desde 1959.

De modo que toca ya reorientar el tiro y no volver a tropezar en las mismas piedras. Toca comenzar a aplicar nuestros talentos a crear y cocinar nuestra propia revolución cultural. Es la hora de la catarsis, ciudadanas y ciudadanos, en las cuencas mineras. Sí, convénzanse de ello: podemos hacer las cosas de otra manera y, además, mucho mejor.

Nunca es tarde si la tarea merece de verdad la pena. Y hay muchas cosas buenas y sencillas por hacer en las cuencas mineras de Asturias. Eso sí, con cabeza.