El bitcoin, la principal de las denominadas criptomonedas, persiste en una trayectoria errática y turbulenta en lo que va de año, con alzas súbitas y caídas bruscas en su valor, tras haber protagonizado en 2017 una vertiginosa y virulenta apreciación, de marcados rasgos especulativos, que le llevó a cotizar el 17 de diciembre en los 19.666 dólares tras una vorágine alcista arrolladora del 1.941,67% en sólo doce meses.

Ayer recuperó el tono, tras varias jornadas de desplome (el miércoles llegó a valer 9.496,6 dólares frente a los casi 20.000 del 17 de diciembre), y en algún momento del día se acercó a los 12.000 dólares. Pero, aunque tocó los 11.849,7 a las 13.30 horas, por la tarde volvió a perder fuerza y a las 20 horas se negociaba a 11.605,28 dólares. A este precio, el bitcoin, cuya tendencia de fondo sigue siendo bajista pese a la alternancia de remontadas y caídas, acumula en el último mes un descenso del 41%.

La trayectoria del bitcoin pone de manifiesto el elevado riesgo asociado a una posible "burbuja" especulativa. Se habla de la existencia de "burbuja" cuando las valoraciones que otorga el mercado a un determinado activo se desacopla y diverge de forma muy acusada de sus valores fundamentales e intrínsecos razonables y la formación del precio pasa a estar determinado de modo exclusivo o preponderante por las expectativas de los inversores de que el precio siga subiendo por el mero afán de acaparamiento por otros inversores.

El bitcoin, en la medida en que es un activo de oferta rígida (la producción está limitada por decisión de sus fundadores y por la complejidad creciente de los sofisticados algoritmos matemáticos que generan nuevas unidades), es un valor propenso a las apreciaciones meteóricas como la protagonizada en los últimos cuatro años (entre fines de 2013 y el 17 de diciembre de 2017 se encareció de forma desorbitada el 31.473%), dado que la oferta no puede crecer con la misma intensidad que la demanda cuando ésta se dispara. Hoy circulan 16,5 millones de bitcoins y está previsto alcanzar el máximo (21 millones) en torno al año 2140.

La demanda de bitcoin se disparó por la novedad, la creencia en las posibilidades de la tecnología en la que se fundamenta, la expectativa de que muchos inversores quisieran incorporarse -y antes de que se encarezca mucho más- a una realidad que podría ser el futuro y sobre todo por la voluminosa liquidez fabricada por la expansión monetaria de los bancos centrales y que se mueve de modo desesperado en busca del menor atisbo de rentabilidad en un mundo de tipos de interés entre el 0%y 1,5% en las grandes áreas monetarias.

La alta volatilidad de este activo financiero virtual (y en un periodo de bajísima volatilidad financiera como el actual) evidencia el elevado riesgo del bitcoin, como han alertado gobiernos, reguladores y supervisores, y más cuando se trata de un activo sin respaldo institucional y sin regulación. La aguda volatilidad (acrecentada desde que en diciembre empezaron a cotizar derivados financieros sobre el bitcoin en Chicago) es uno de los argumentos esgrimidos por sus críticos para cuestionar su capacidad de cumplir con las funciones que le son exigibles a las monedas.