Los tambores de la guerra comercial que el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, le ha declarado al acero y el aluminio que entra en Norteamérica retumbarán también en los talleres asturianos de Arcelor-Mittal. Los trabajadores de la planta siderúrgica están convencidos de que el eco se dejará sentir con alguna intensidad en la producción de largos (carril y alambrón) en Veriña (Gijón), una actividad que ya flaqueó durante el año pasado y que acumula importantes pérdidas. La vía de agua puede ir a más, advierten los sindicatos. Por eso piden a la Unión Europea (UE) que actúe con rapidez y que responda con contundencia al ataque del mandatario estadounidense.

"Todo esto puede tener efecto aquí, sobre todo para el alambrón", admite José Manuel García, el responsable de UGT la planta gijonesa. Trump acordó esta semana imponer unos aranceles del 25% a todas las importaciones de acero y penalizar con un 10% la entrada en el país de aluminio extranjero. Un muro para los que vienen de fuera y que pregende proteger de la competencia a la industria local. El primer impacto de esta batalla comercial fue un descalabro en las principales bolsas del planeta. El siguiente golpe se lo pueden llevar las fábricas de acero y aluminio europeas, como la de Alcoa en Avilés y las de Arcelor.

El impacto llega, además, de forma inesperada y justo cuando parecía que el alambrón y el carril que fabrica Arcelor en Gijón estaban comenzando a dar algún síntoma de mejoría. Lo cierto es que la multinacional exporta desde Asturias muy pocos productos a Estados Unidos. Hace unos meses trató de abrirse camino en el gigantesco mercado americano con el objetivo de diversificar el destino de sus productos pero, por aquel entonces, se encontró también con dificultades. Trump impuso un arancel específico para el alambrón y Arcelor tuvo que recular y destinar la mercancía a otros países. El 60% del alambrón que se fabrica en la planta de Gijón se vende fuera de España.

Pero aunque de forma directa el golpe es fácil de esquivar, indirectamente el impacto puede ser doloroso. El asturiano Alberto Villalta, secretario general del sector siderúgico en FICA-UGT, alerta que muchos de los países que vendían en Estados Unidos tendrán que buscarse ahora nuevos compradores con lo que pueden poner sus miras en el sobrecargado mercado europeo. Todo esto provocará un incremento de la sobrecapacidad de las plantas y reducirá los precios del acero.

Más en concreto, desde Europa salen cada año 13 millones de toneladas de acero con destino a Estados Unidos. Esos productos ahora tendrá que buscarse otros destinos comerciales o, simplemente, dejar de producirse, advierten los sindicatos. "Todo esto nos ha pillado por sorpresa", admite Alberto Villalta, "porque, además, estábamos en un momento de tranquilidad en el mercado europeo".

Aunque las grandes industrias del acero ya sospechaban que Trump podría cargar sus armas comerciales contra los productores extranjeros. "Estamos en un mercado global, nosotros mismos hemos ido a manifestarnos a Bruselas para reclamar medidas 'antidumping' contra China", recuerda el portavoz de CC OO en Arcelor, José Manuel Castro.

Los trabajadores del sector reclaman ahora a la Unión Europea que actúe con la misma contundencia que lo ha hecho Trump. El vicesecretario general de Industriall (un sindicato industrial europeo), el asturiano Luis Ángel Colunga, asegura que los aranceles impuestos por el presidente estadounidense son un duro golpe para los trabajadores de la UE. "No son justos ni están justificados", asegura. También anunció que la central trabajará con la Comisión Europea para promover planes que preserven la estabilidad del mercado siderúrgico en territorio europeo. "Exigiremos medidas duras a la UE para proteger a nuestros trabajadores del acero y mantener el empleo", advirtió Colunga.