Facebook controla los datos de más de 2.200 millones de personas. De todos ellos conoce información tan apetitosa para consultores o analistas como sus gustos musicales, deportivos, políticos, datos sobre su vida privada, direcciones e incluso sus números de teléfono. Así que cualquier fuga puede tener consecuencias insospechadas. Uno de esos escapes tuvo lugar hace tres años. Pero es ahora cuando se ha conocido y puede tener graves consecuencias para la reina de las redes sociales. De hecho, ya está creando una importante tormenta política. Por aquel entonces se sospecha que Facebook no hizo nada por impedir que la consultora Cambridge Analytics se hiciera con la información de 50 millones de sus usuarios. Esta empresa tuvo más tarde una influencia decisiva entre los partidarios del "sí" en el "Brexit" y en la elección de Donald Trump como presidente de los Estados Unidos.

Ese escape puede salirle ahora bastante caro a Facebook. Por el momento, la empresa ya ha perdido más de 40.000 millones de euros de valor en la Bolsa después de dos sesiones aciagas. Ayer mismo sus títulos volvieron a caer (-2,56%).

Más que la filtración, grave ya de por sí, lo que más ha molestado a inversores y a muchos usuarios (ya hay plataformas promoviendo bajas masivas de la red social) es el silencio sepulcral de los directivos de Facebook, y especialmente de su dueño y gurú tecnológico, Mark Zuckerberg. Sólo cuando la empresa vio que el desplome en la Bolsa era de gran alcance, anunció que había contratado a dos compañías de investigación para que indagaran en lo sucedido. Pero esa solución tampoco consiguió aplacar los ánimos.

Llueve sobre mojado. La red social lleva varios años moviéndose en las arenas movedizas de internet. Tratando con una enorme ambigüedad, o directamente intentando silenciar, cada una de las polémicas en las que se ve sumergida. Para muestra bastan dos ejemplos. En 2014, cuando compró la aplicación de mensajería instantánea Whatsapp, prometió que no haría un trasvase de datos entre los usuarios de uno y otro programa. Dos años después tuvo que recular y reconocer que había hecho lo contrario de lo que había dicho. En 2016 se destapó que una unidad específica de la red social trabajaba en eliminar las noticias que se colgaban en la plataforma sobre asuntos relacionados con la política estadounidense. Primero, lo negaron todo. Hasta que fue inevitable.

La empresa también se vio obligada a meter mano a las noticias falsas (las llamadas "fake news") que crecían por los muros de muchos de sus usuarios como plantas enredaderas y que pudieron allanarle algo el camino a la Presidencia a Donald Trump. Pero lo hizo, de nuevo, cuando la polvareda ya era muy grande, y, de nuevo, después de negarlo todo.

En todos esos casos, Facebook había conseguido mantener a raya el valor de sus acciones. Sin embargo, en esta ocasión las consecuencias están siendo diferentes. Primero, porque la filtración, destapada por las ediciones impresas de los periódicos "The New York Times" y "The Observer", está tomando unas enormes dimensiones políticas. Hasta el punto de que el Parlamento Europeo y el británico han pedido la comparecencia de Zuckerberg para explicar lo sucedido. Y luego porque el propio presidente de Facebook prometió en un mensaje en su cuenta de la red social (en la que no escribe demasiado) que quería pasar página, a una más limpia para su compañía. Nada de eso.

Este nuevo caso comenzó en 2015 cuando dos profesores de la Universidad de Cambridge desarrollaron una aplicación que ofrecía a los usuarios de Facebook pasar un test de personalidad de forma gratuita. Hubo 270.000 que lo hicieron. Hasta aquí no hay nada ilegal ya que una de las contrapartidas es que la compañía creada por estos docentes podía acceder al perfil de los usuarios y quedarse con su información. Algo lícito. El problema es que una vez dentro de los perfiles de estos usuarios se llevaron los datos de los que figuraban en el listado de sus amigos. Así hasta 50 millones de personas.

Una vez labrados y recolectados los datos, Aleksander Kogan y Joseph Chancellor, que así se llaman los profesores que habían creado aquella aplicación, le vendieron los datos a Cambridge Analytics, fundada por el multimillonario Steve Bannon, que en 2017 fue asesor de Trump. La consultora cesó ayer a su consejero delegado, Alexander Nix.

Para enredarlo todo un poco más, Chancellor, psicólogo social de profesión, fue contratado por Facebook. Aún figura como investigador en el organigrama de la red social.

No es el único incendio, Facebook acaba de despedir a su jefe de seguridad, Alex Stamos, en desacuerdo por su forma de gestionar la actividad rusa en la red social que, mediante noticias falsas, acabó influyendo en la elección de Donald Trump.