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La química del carbón perdura desde Trubia: 75 años que empezaron en una tertulia de café

Química del Nalón, negocio medular del Grupo Orejas, completará en 2018 una inversión ambiental clave para su futuro

La química del carbón perdura desde Trubia: 75 años que empezaron en una tertulia de café

El Grupo Orejas, conglomerado empresarial asturiano con presencia en variopintos sectores (carboquímica, promoción inmobiliaria y construcción, comercio, sanidad...), tiene algunos rasgos que son reconocibles en otras estirpes capitalistas de la región. Quizá el primero de ellos sea el origen del fundador, Francisco Orejas Castañón, un emprendedor procedente de un pueblo de la montaña leonesa. De fuera de Asturias, como otros que en su tiempo y en las décadas precedentes, tuvieron un protagonismo central en el desarrollo empresarial y financiero de la región (Masaveu, Herrero, Tartiere...).

Otro de esos rasgos habituales, conectado al ADN económico de Asturias, es la base industrial que a menudo han tenido esas corporaciones y en especial las que han perdurado. En el caso de la familia Orejas, el cimiento lo aporta Industrial Química del Nalón, sociedad de cuya constitución se cumplirá el próximo mes de mayo el 75.º aniversario. No estuvo entre los primeros negocios que impulsó Orejas Castañón, cuyos inicios están ligados al comercio y también a la chatarra, pero puede decirse que la empresa carboquímica que nació en Trubia a orillas del Nalón en 1943, donde hoy mantiene uno de sus dos centros productivos -el otro está en Ciaño, Langreo-, es parte nuclear del Grupo Orejas, titular del 71% del capital, en el que siguen presentes de forma minoritaria descendientes de aquellos otros inversores (los Villamil, Rodríguez-Marina, Aza...) que se unieron a Francisco Orejas en la gestación de una industria en cuyo origen llaman asimismo la atención los vínculos con académicos de la Universidad de Oviedo.

Los inicios. El hoy presidente de Química del Nalón, Rufino Orejas, explicó en alguna de sus contadas intervenciones públicas -la discreción es otra de las señas de identidad de este y de otros clanes empresariales asturianos- cómo la idea de instalar una planta química nació en el desaparecido Café Peñalba de Oviedo, donde Francisco Orejas, abuelo de Rufino Orejas, compartía tertulia con varios catedráticos en los años de posguerra: los químicos Lucas Rodríguez Pire, Carlos del Fresno y Ramón Izaguirre y el físico Constantino Díaz L. Villamil. El fundador había adquirido unos terrenos en Trubia al Banco de Crédito Agrícola que antes pertenecieron a una empresa quebrada. Francisco Orejas preguntó a aquellos docentes qué se podría producir allí, y de la conversación salieron las ideas para fabricar en un principio insecticidas y sulfatos para la actividad agrícola, y para elaborar después breas, naftalinas y otros subproductos de la destilación del alquitrán y también para la producción de coque, aprovechando la calidad de algunos carbones producidos en Asturias, principalmente los de Minas de Figaredo y Mina Dominica, ambas en Mieres.

Francisco Orejas y sus socios pusieron en marcha Industrial Química del Nalón en aquellos años de miseria en Asturias y en toda España, y también de un aislamiento internacional al que el primer franquismo respondió con un discurso económico de ensoñación autárquica e ilusorio supremacismo nacional. En 1948, apenas tres años después de que Química del Nalón produjera sus primeras toneladas de brea, aceite de antraceno o naftalina, moría Francisco Orejas, dejando dieciséis hijos y un complejo industrial químico por consolidar. Heredaría su dirección Luis Orejas Canseco (1922-1998), el décimo de los dieciséis vástagos. Con él al frente, Química del Nalón y el conjunto del Grupo Orejas se reinventarían, adaptándose a los cambios que se produjeron en la economía española y en la asturiana, hasta convertirse en una industria globalizada y que conserva la impronta de la propiedad familiar. Con los inconvenientes y ventajas que conllevan ambas cosas, se dice puertas adentro de la compañía.

El despegue. El Grupo Orejas es en la actualidad un holding en cuya cúspide está la sociedad Ibérica de Servicios e Inversiones (Iberinsa, constituida hace este mes cincuenta años), titular de las participaciones en las compañías medulares de la familia: Química del Nalón y Constructora Los Alamos, aunque también existen filiales dedicadas a la distribución comercial (artículos de perfumería y alimentación), a las energías renovables o vinculadas a actividades emergentes y altamente innovadoras (Nanovex, para el desarrollo de aplicaciones de la nanotecnología). Iberinsa es también el brazo de las inversiones financieras de los Orejas, con tradición de presencia en el capital de sectores como la banca.

La gestión de Luis Orejas, que ha tenido continuidad desde 1998 con su hijo Rufino Orejas en la presidencia, se guió por una estrategia de crecimiento, apertura al exterior y preservación de la fortaleza financiera como garantía de la continuidad a largo plazo. En el capítulo de la expansión hubo movimientos con desiguales desenlaces: en el haber, la incorporación de la planta langreana de coque en 1983; en el debe, el cierre de la fábrica de Química de Mieres a principios de los noventa tras su adquisición en 1987.

El músculo financiero, que se deja ver en el historial de reinversión y capitalización de los beneficios en las sociedades principales -en 2016, las reservas de Química del Nalón y de Constructora Los Álamos superaban los 50 millones de euros en ambos casos-, es una de las claves que permitieron a Iberinsa mantenerse firme en las crisis y en particular durante la Gran Recesión (2008-2013). Los daños en el negocio constructor (con pérdidas y ajustes de empleo en Los Álamos) fueron amortiguados por la actividad carboquímica. Y la temprana internacionalización de Química del Nalón, que exporta en torno al 60% de sus producciones, hizo posible que el impacto en las ventas en el mercado nacional y en otros occidentales fuera en esos años compensado por la alta demanda que siguió registrándose en economías emergentes a las que llegan los productos de Trubia y Ciaño a través de un sofisticado sistema logístico, desplegado en tiempos de Luis Orejas y ampliado en años más recientes.

Química del Nalón, conocida en los mercados internacionales por la denominación anglosajona Nalonchem, mueve anualmente 710.000 toneladas de mercancías que importa y exporta, entre materias primas para su aprovisionamiento (alquitrán y carbón coquizable) y los productos terminados que coloca en más de treinta países. Trabaja a través de los puertos asturianos, y dispone de dos barcos quimiqueros (pertenecientes a una sociedad compartida con Naviera Alvargonzález) y de tres plataformas logísticas situadas en Avilés, Szczecin (Polonia) y Galati (Rumanía). Estos dos últimos son enclaves estratégicos para el abastecimiento de alquitrán, subproducto de las baterías de coque de las industrias siderúrgicas que Química del Nalón también consigue de Arcelor en Asturias y a partir del cual se destilan las fabricaciones del catálogo de Trubia: breas, con aplicaciones en la industria del aluminio y del grafito; aceite de antraceno, para usos como la fabricación de neumáticos, y naftalinas. "Producimos la naftalina más pura del mundo", expone Jesús García, jefe de Operación de la planta trubieca. Esa blanquísima sustancia, más aún por contraste con el alquitrán del que procede, se utiliza principalmente en la construcción. La de calidad máxima se emplea también como aditivo de los superlubricantes para componentes mecánicos de la mayor parte de los grandes aviones. De la otra fábrica, situada en La Nueva (Langreo), salen cada año 130.000 toneladas de coque de función, elaborado a partir de carbones importados de EE UU.

Los desafíos. Química del Nalón forma parte del medio centenar escaso de empresas que en Asturias supera los 200 trabajadores y también de la veintena cuya facturación rebasa los 100 millones de euros anuales (105 millones en 2016). La actividad de la fábrica de Trubia ha convertido al grupo en el mayor destilador de alquitrán del Sur de Europa y en uno de los principales productores internacionales de breas y naftalinas. La capacidad de la planta de Ciaño hace de Química del Nalón el primer productor de coque de fundición de España y uno de los mayores del continente.

Con esas dimensiones, la empresa compite en un mercado mundial liderado por dos grandes grupos carboquímicos (la estadounidense Koppers y la india Himadri) que han protagonizado absorciones de plantas de otros en distintas partes del mundo. Química del Nalón ha estado bajo el foco de esos u otros competidores en algunas ocasiones. A principios de los años 90 hubo negociaciones para un acuerdo con la corporación alemana Rütgerswerke AG, pero Química del Nalón continuó en solitario. Años después, en 2000, vendió a la estadounidense Carus una planta de permanganato potásico situada en el complejo de Trubia. La multinacional norteamericana la cerró unos años después. Y en 2008 los accionistas asturianos rechazaron un intento de compra al frente del que figuraban directivos de la propia Química del Nalón con el apoyo de la multinacional india Himadri.

La vocación de Química del Nalón, se asegura en el entorno directivo a las puertas del 75.º aniversario, sigue siendo perdurar y trabajar con las luces largas. ¿Qué desafíos hay por delante? El carboquímico es un negocio donde los contratos de aprovisionamiento de materias primas y de venta de productos a los clientes (otras industrias) suelen ser a largo plazo, pero con variaciones constantes de precios sujetas a fatores globales como la cotización del petróleo (los precios del carbón están ligados a los del crudo) y bajo presión de las políticas comerciales a menudo agresivas de productores ajenos a la UE, con costes laborales más bajos y, en especial, favorecidos por legislaciones ambientales menos exigentes en sus países.

Química del Nalón forma parte del núcleo industrial de Asturias que está sometido al cumplimiento de estrictas limitaciones medioambientales. Completará este año inversiones por valor de 7 millones de euros iniciadas en 2017 para reducir en más del 90% las emisiones de benceno (instalación de filtros de carbón activo en todos los tanques del complejo) y contribuir a atajar la inquietud social por las mediciones de la polución en Trubia, asociada a la existencia de varias actividades industriales en la zona, pero también al tráfico y a las calefacciones de combustibles fósiles, se remarca en la empresa, que, presumiblemente, resultará penalizada, al igual de la siderurgia o las cementeras, con las políticas que desplegara la UE a partir de 2020 para endurecer el comercio de derechos de emisión de CO2.

Expuesta al riesgo de pérdidas de competitividad por esos mayores costes, Química del Nalón fía el futuro a una estrategia fundamentada en optimizar la gestión -ha desarrollado un modelo de "dirección por misiones", ligado al concepto de responsabilidad social de las empresas- y en la innovación. Un centro de I+D que investiga desde Trubia y un consejo asesor formado por científicos mantienen, 75 años después, la conexión entre la compañía y la Universidad que empezó con Francisco Orejas en una tertulia del Café Peñalba.

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