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La Asturias que innova

Dropsens, el sensor de la ropa inteligente

La compañía de Llanera participa en un gigantesco proyecto europeo para investigar la utilización del grafeno en los dispositivos "wearables"

Uno de los sensores desarrollados por la empresa asturiana. LUISMA MURIAS

La compañía asturiana Dropsens explora, dentro de un ambicioso proyecto europeo, las enormes posibilidades del grafeno, el que está llamado a ser el material del futuro por su flexibilidad, resistencia y alta conductibilidad. Esta "spin-off" con base en el Parque Tecnológico de Asturias, en Llanera, nacida al amparo del equipo del catedrático de Química Analítica de la Universidad de Oviedo Agustín Costa, participa de la mano del gigante Nokia y otras ocho compañías en una investigación sobre cómo aplicar sensores a lo que se ha bautizado como "wearables", dispositivos que se pueden vestir como pulseras, relojes o prendas de ropa de las llamadas inteligentes, y que incorporan alguna clase de avance tecnológico.

Pablo Fanjul, uno de los fundadores de la empresa junto con David Hernández, explica que el objetivo es que estos productos incorporen unos sensores que, a diferencia de los convencionales que ya calculan parámetros como el ritmo cardiaco, sean capaces de medir valores químicos por su contacto con el sudor. Lo explica el investigador: "El objetivo es que cuando vas haciendo alguna actividad deportiva se pueda comprobar el nivel de glucosa, el de lactato o de cloruro". Todos ellos son claves para saber si se tiene algún problema de salud.

El papel de Dropsens será el de aportar los sensores a estas prendas. El grafeno ayuda a mejorar las propiedades químicas de estos receptores de información. "Los dota de una mayor estabilidad y sensibilidad, el dispositivo es más estable y más robusto", explica Fanjul. "Aprovechamos la propiedad de buena conductividad eléctrica que tiene este material", añade el empresario. En este proyecto también está colaborando otro socio español, el Instituto de Nanotecnología de Barcelona.

A nivel global, entre centros tecnológicos, Universidad y empresas, hay 140 entidades involucradas en esta investigación europea para explorar las posibilidades del grafeno. Como hito, Fanjul destaca que recientemente una de las compañías logró vender una bobina de cinco kilómetros de grafeno que se va a utilizar para fabricar auriculares para escuchar música.

Las posibilidades son infinitas. Hay quien está trabajando en materiales de lo más diversos para la industria de la automoción, otros investigan con prendas ignífugas o, incluso, hay quien está haciendo teléfonos móviles enrollables, un invento que parece sacado de alguna serie de ciencia ficción, pero que algunos expertos ven cada vez más cercano.

Esta gigantesca apuesta de la Unión Europea por este material surgió en 2010, cuando el investigador ruso, pero afincado en la Universidad de Manchester, en Reino Unido, Konstantin Novoselov, ganó el premio Nobel de Física por sus trabajos sobre el grafeno. Bruselas creyó a pies juntillas en esta investigación e hizo un importante desembolso económico. Estos dos últimos años estos programas de investigación han estado dotados con una inversión de 88 millones de euros. Pero se espera incluso que el Gobierno comunitario redoble su apuesta, e invierta el doble de esa cantidad entre 2020 y 2023.

Ésta no es la primera experiencia con el grafeno de Dropsens, participada por la suiza Metrohm. De hecho, por esa experiencia previa fueron seleccionados para esta "Champions League" de la investigación, según la define Fanjul. Llevan cinco años involucrados en proyectos regionales, con el respaldo financiero del Instituto de Desarrollo Económico del Principado (Idepa), para estudiar las posibilidades del material. Lo hicieron junto con Química del Nalón y el Instituto Oftalmológico Fernández-Vega, y con el apoyo de la investigadora asturiana del CSIC Rosa Menéndez, que ahora está al frente de esa institución.

La experiencia

Química del Nalón aportaba la materia prima necesaria para poder fabricar el grafeno en el laboratorio. Dropsens logró desarrollar unos sensores especiales para medir la glucosa y el lactato en cultivos celulares, mientras que el Instituto Oftalmológico Fernández-Vega desarrolló unos implantes.

Esa experiencia acumulada en el Principado les valió para que se fijaran en ellos en Europa. Fue como un calentamiento. En Bruselas, señala Fanjul, buscaban compañías que ya tuvieran experiencia trabajando con el material y que pudieran ponerse a trabajar en esto de forma inmediata. Sin periodos de adaptación. Su proyecto concreto, el de dotar a dispositivos "wearables" de sensores, tiene un plazo de ejecución de dos años, y arrancó en abril con una reunión de lanzamiento que se celebró en Italia. "Estamos ilusionados por esta oportunidad y por las posibilidades que puedan surgir para la empresa", destacó Fanjul.

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