Los meses en los que Amalia Suárez tiene que pagar la factura del agua, la de la luz y la del gas, la nevera es la que se resiente. Mucho. "Cuando llegan todos eso recibos solo me quedan unos 50 euros para comer", explica la langreana. "No hay derecho", lamenta.

En una mano sostiene una "vuvuzela" que toca de vez en cuando y en la otra una bandera con las siglas de un sindicato. "Las cuentas las hago faciéndoles, en vez de comer tres veces al día como dos, si te apetece un pastel no puedes comerlo y el pan duro queda para desayunar", explica.

Suárez estaba entre los cientos de pensionistas asturianos que ayer formaron una gran cadena humana que rodeó la sede del Banco de España en Oviedo. El objetivo era protestar por los ajustes en sus nóminas y reclamar reformas que blinden un sistema público que hace aguas, denuncian los sindicatos, que quieren endurecer las protestas y piensan incluso en una huelga general.