Asturias pierde mucho con el fin del carbón (en este artículo te contábamos hace días todo lo que supondrá para el Principado el fin de este tipo de energía, unas consecuencias que van más allá del cierre de los pozos). La buena noticia es que, según los expertos, el Principado se encuentra en una buena situación para afrontar la transición energética. Estas son, según los expertos, las fortalezas del Principado.

Los recursos

En Asturias el 25% de la energía generada es renovable. El agua y el viento ya son aprovechados (con 804 y 494 MW de potencia instalada respectivamente) y acaparan casi toda la producción, pero aún tienen margen de crecimiento. El uso de la biomasa y de los residuos ganaderos es creciente y otros recursos como el sol están infrautilizados (sólo 1 MW de potencia instalada).

La industria de componentes

Asturias tiene un potente sector industrial vinculado a energías renovables como la eólica y la solar fruto de su especialización en el sector del metal.

Las ingenierías

Compañías asturianas como TSK o Isotrón, filial del grupo Isastur, han diseñado e instalado grandes plantas de energías renovables por diferentes partes del mundo. "Ante el parón de las renovables en España empresas de ingeniería asturianas tuvieron que salir fuera y son punteras en el negocio", explica De la Hoz.

Mano de obra cualificada

El delegado de Ampier en Asturias destaca que en la región hay escuelas universitarias "de primer orden" para formar a técnicos en energías renovables aunque echa en falta "una mejor y más completa formación profesional enfocada a este sector".

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Esto es lo que pierde Asturias sin el carbón

Las térmicas de carbón están llamadas a la extinción en la UE, sólo evitable si se desarrollasen tecnologías de captura y almacenamiento de CO2 que han desaparecido de la agenda europea por sus costes y por el avance de las energías renovables. En un plazo que los pronósticos más conservadores sitúan como mucho en 2030, Asturias asistirá al cierre de sus cuatro grandes centrales carboneras (Lada, Soto del Barco, Aboño y Soto de Ribera), con impactos importantes sobre el empleo y la actividad que serán más severos cuanto más se acelere el proceso. Algunas de las cosas que están en juego se explican en los siguientes puntos.

El negocio y el empleo. Las térmicas de carbón aportan más del 60% de la generación eléctrica, actividad en la que Asturias es excedentaria y que constituye el tercer negocio industrial de la region: entre 800 y 1.000 millones al año, por detrás del metal y de las fabricaciones agroalimentarias. Las térmicas tienen unos 500 empleos directos y sujetan miles de ellos de manera inducida en empresas auxiliares, transporte, aprovisionamientos...

La minería. Más del 70% del carbón que queman las térmicas asturianas es de importación. No obstante, la desaparición de las centrales conllevaría también el final de la última minería que pudiera quedar. La pública de Hunosa tiene en principio fecha de caducidad (diciembre de este año). Las únicas explotaciones que podrían sobrevivir si hubiera térmicas serían las del Suroccidente, pero todas ellas arrastran graves problemas económicos (las tres minas privadas están en concurso de acreedores). Haya o no térmicas, la actividad extractiva tiene posibilidades remotas de sobrevivir. Sin ellas, no habría posibilidad alguna.

La industria. El sector fabril asturiano, muy intensivo en consumos eléctricos, es el más expuesto del país al riesgo de que, con el cierre de las térmicas y de las centrales nucleares suban los precios. Alcoa, Azsa y Arcelor son las empresas más comprometidas, pero también muchas otras del metal, las químicas y las plantas cementeras.

El Musel. Las importaciones de carbón térmico suponen el 30% de los tráficos de El Musel, cuyos resultados económicos se derrumbarían con los cierres.

El transporte. El transporte del mineral para las térmicas genera un movimiento de 121.000 camiones al año.