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Presidente de Femetal

Industria y energía, el binomio competitivo

El futuro del sector secundario depende de las decisiones que se tomen ahora de cara a 2030

La central térmica de carbón de Soto de Ribera.

La industria española ha tenido siempre una profunda preocupación por la competitividad, que debe ser una de las claves de nuestra política energética. Definir nuestro modelo energético y hacerlo con realismo es una necesidad urgente.

Nos encontramos en un momento decisivo, en el que el aumento de los precios de la energía y el incremento de los problemas del cambio climático han generado un debate entre los distintos países de la Unión Europea sobre cómo avanzar hacia una economía descarbonizada, sin perjudicar la competitividad de nuestras industrias y generando crecimiento económico y empleo. Sin lugar a duda, cumplir con este reto no es sencillo, pero es imprescindible encontrar soluciones y adoptar las medidas necesarias que vayan en esta dirección.

En el ámbito de la electricidad, el diseño del mix que necesita nuestro país a largo plazo debería estar por encima de apriorismos ideológicos para depender exclusivamente de criterios de seguridad, eficiencia, disponibilidad, sostenibilidad medioambiental y precio, sin condicionar con ello al crecimiento económico.

Si tomamos los datos de Red Eléctrica de España, la generación de electricidad en el año 2017 fue producida por las siguientes tecnologías: nuclear (21,2%), eólica (18,2%), carbón (17,2%), ciclos combinados (14,2%), cogeneración (10,7%), hidráulica (7,9%), solar (5,2%) y otras tecnologías (5,4%).

Actualmente, con la llegada de la nueva ministra de Transición Ecológica, Teresa Ribera, se ha anunciado, entre otras iniciativas, la necesidad de cerrar las centrales térmicas de carbón para el año 2025, debido a que es una tecnología que emite gases de efecto invernadero a la atmósfera. Asimismo, dicha medida debe ir acompañada de propuestas para diseñar un proceso de transición ordenado para las cuencas mineras.

El anterior Gobierno, creó en el año 2107 una Comisión de Expertos para la transición energética, cuyo objetivo fue la elaboración del informe "Análisis y propuestas para la descarbonización", en el que se analizan, entre otros asuntos, distintos escenarios del mix eléctrico de nuestro país a 2030 y 2050, incluyendo un análisis con los impactos que supondría cada uno de ellos.

Según dicho informe, y haciendo un análisis de los diferentes escenarios planteados para el carbón, con una potencia instalada de centrales térmicas de carbón de 4.660 MW en 2030, suponiendo un año de hidraulicidad media, la mayor producción con carbón produciría un incremento de las emisiones de CO2 hasta los 30,7 Mt (suponiendo un precio del CO2 de 33 euros/t) y hasta 32,9 Mt (para el caso de precios del CO2 de 7,5 euros/t), respecto del escenario base que contempla el cierre total del carbón en 2030.

En relación con el coste de generación variable del mix energético y, en particular, la evolución de las centrales de carbón y su posición competitiva frente al gas natural, ésta estará condicionada en gran medida por el precio que tenga la tonelada de CO2 en el futuro. Si comparamos el coste variable de generación para cada unos de los escenarios analizados del carbón, y para un precio del CO2 de 50 euros/t, los resultados que se obtienen son los que figuran e n el cuadro que aparece junto a estas líneas.

A la vista de los análisis efectuados por la Comisión de Expertos, si se decidiese el cierre de las centrales térmicas de carbón en nuestro país, éste tendría efectos en términos de menores emisiones de gases de efecto invernadero y de mayores costes variables de generación (dependientes éstos a su vez del precio del CO2).

La energía es esencial para muchas empresas, en especial para aquéllas intensivas en su uso, para las que la factura energética es un porcentaje muy próximo al coste de personal. El diseño de nuestro mix energético debe garantizar que, preservando la seguridad de suministro, se cumpla con los compromisos de nuestro país al menor coste posible. Además, en apoyo a la competitividad de los sectores industriales, debemos seguir el ejemplo de otros Estados que, conscientes de su importancia, han adoptado medidas como la firma de contratos bilaterales o la de eximir a dichos sectores, bajo ciertas condiciones, del apoyo a las renovables. Otra opción también interesante sería destinar parte de la producción renovable a la firma de bilaterales con consumidores industriales.

De cara al futuro, es necesario que el nuevo Gobierno adopte las medidas necesarias, no sólo para el cumplimiento ambicioso de los objetivos climáticos y de energías renovables, sino para la consecución de un sector industrial cada vez más competitivo.

La envergadura y repercusión de las medidas a adoptar hacen necesario alcanzar un gran acuerdo nacional que permita avanzar en las decisiones adecuadas con un marco temporal lo suficientemente amplio para posibilitar las inversiones que resulten necesarias, dotándolas de estabilidad regulatoria y seguridad jurídica.

El futuro de nuestro sector industrial depende de nuestra capacidad de adoptar hoy las decisiones adecuadas para llegar al 2030 con las suficientes garantías de éxito.

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