La legión de asesores, expertos en imagen y maquiavelos de las audiencias que aconsejan a los partidos pueden hacer que el PP busque votos en los modernillos hipsters y que Pablo Iglesias se ponga la corbata. Todo sea por el voto y por encender alguna bombilla en ese elevado porcentaje de indecisos que guardan sus papeletas hasta el último momento. El político es un producto, y si es menester nos darán un dos (o tres) por uno después del 20-D.