El cabeza de lista de Unidad Popular-IU cuenta con un voto seguro, por mucho que la candidatura que encabeza haya cambiado de nombre con las elecciones generales a la vuelta de la esquina. Manuel González Orviz (1958) es maestro de educación especial y mientras siga en primera línea política dejará vacante la plaza de la que es titular en Piedras Blancas (Castrillón). Ahí está esa papeleta con la que parte en cada campaña electoral este producto genuino de las Cuencas, criado en las instalaciones de un Orfanato Minero donde el Oviedo rural se imponía al urbano.

La vocación por la izquierda le viene a Orviz desde su cuna, en la parroquia de Santa Bárbara, al lado del pozo minero La Cerezal (San Martín del Rey Aurelio). Sobrino de represaliados por el franquismo e hijo de minero afectado por la silicosis, quedó huérfano de padre a los 13 años y al cuidado de su madre, Pilar, con la que le une tan estrecha relación que no pasa día sin que la vea o, al menos, sin hablar con ella. "Eso lo lleva a rajatabla", comenta un camarada de fatigas. Y ahí aparece otro rasgo que define la personalidad del coordinador de IU de Asturias. Es concienzudo, tanto para estar pendiente de su madre, como para subrayar las citas que le llaman la atención cuando un libro cae entre sus manos o para crear carpetas de trabajo a las que recurre estos días de campaña, en los que ha encontrado tiempo para releer una obra a la que ya se había acercado por primera vez en su juventud, "Ciudades invisibles", de Italo Calvino.

La vocación le empujó a elegir una rama de la educación que requiere la mayor de las sensibilidades y que le llevó, tras formar parte de la primera promoción en Asturias de educación especial, a los colegios de Salinas y de Piedras Blancas, en Castrillón, su concejo de adopción, donde empezó en política, siendo primero concejal y más tarde coordinador de IU. Reservado, amigo de sus amigos, en música se confiesa ecléctico; igual escucha a Shostakovich que "los castillos en el aire" de Alberto Cortez o "Como tu yes" de Nuberu. Esta campaña supone uno de sus mayores retos en política: conservar el escaño de su formación frente al asedio de los emergentes, sobre todo de Podemos.