En el tramo final de la campaña electoral (¡qué hartazgo!) nos dicen las encuestas que las cosas en este país van a cambiar muy poco, salvo la lectura interesada de que se rompe el bipartidismo, cosa que yo no veo.

Porque la correlación de fuerzas sigue parecida a las legislaturas anteriores: Una derecha formada mayoritariamente por el PP que trasvasa votos a Ciudadanos, obteniendo juntos una mayoría parlamentaria y una alternancia socialdemócrata con el PSOE falsamente renovado, al cual se podría añadir los escaños de Podemos, que ha ido suavizando su discurso para poder recuperar un espacio electoral desde el centro y los socialistas desengañados.

Resulta increíble que después de los últimos cuatro años vividos, la respuesta de una parte importante de la ciudadanía sea seguir votando a Rajoy, en particular los pensionistas, según dicen los sociólogos, que han soportado una reducción de sus pensiones, visto desvalijar el fondo de reserva sin consideración y con serias dudas sobre las medidas futuras que adoptarán, ante una Seguridad Social en caída libre.

El nuevo partido que recoge los enfadados con esta derecha es Ciudadanos, sacado de la chistera para evitar un vuelco electoral, con un candidato muy logrado en su imagen pero con un bagaje ideológico muy dudoso y unos cuadros dirigentes que son una incógnita, pues han sido captados mediante anuncios.

El partido socialista no nos puede seguir vendiendo el cambio porque su trayectoria en el gobierno demuestra que incumple sus promesas y cuando tuvo mayoría absoluta no hizo en este país los cambios necesarios para enterrar el franquismo. Además, no está exento de casos graves de corruptelas como el PP, algunos todavía sin aclarar en Andalucía y Asturias.

Podemos, construido sobre la personalidad de Pablo Iglesias, un gran comunicador, pretendía asaltar los cielos y tendrá que conformarse con el purgatorio. Ha ido modulando su mensaje para no asustar y recoger votos desencantados de otros partidos. Una pena, pues podría haber sido junto con Izquierda Unida la auténtica fuerza de regeneración política en esta España tan indignada pero incapaz sin un liderazgo fuerte de darle la vuelta a la tortilla.

Al final se ha dejado seducir por el sistema de la vieja política acudiendo a los programas de televisión variopintos, fichando a candidatos/as saltándose las primarias -su seña de identidad- y aceptando debates electorales a cuatro (el nuevo bipartidismo) sin defender la necesaria y justa presencia de Unidad Popular, un referente claro de izquierdas con Alberto Garzón.

Si el resultado el 20 de diciembre es el previsto en las encuestas habremos perdido una nueva oportunidad de salvar la democracia y hacer justicia a los olvidados en la transición, a los parados, a los desahuciados, a los dependientes, a los pensionistas, a los pobres, a las listas de espera, al fracaso escolar, a los jóvenes sin futuro.