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Velada de boxeo en la telecracia

El aspirante, contra reloj, intentó poner contra las cuerdas a Rajoy, que repelió la agresividad del rival con dosis de optimismo y condescendencia

La pregunta esencial de la telecracia a los candidatos del Partido Popular y del PSOE fue, nada menos, ¿adónde quieren llevar a España? La formuló, de entrada, el moderador, Manuel Campo Vidal. El mismo que viste y calza se la hizo en anteriores ocasiones a otros candidatos sin que por ello tengamos claro en estos momentos hacia qué lugar nos dirigimos. Pedro Sánchez dijo que respondería a lo largo del debate. Mariano Rajoy no se entretuvo en mayores rodeos y fue al grano: al empleo que, según él, sistemáticamente había dedicado a destruir el PSOE en la etapa de José Luis Rodríguez Zapatero.

Uno de los principales empeños del presidente en funciones del Gobierno consistió en recordarle al aspirante socialista que España se libró de un rescate que cuando el PP llegó al poder parecía ineludible, en tanto que Sánchez no se cansó de insistir en lo contrario y en que los españoles seguían pagando el crédito para refinanciar los bancos. Se confundió.

El aspirante, Pedro Sánchez, algo "desesperado", como el propio Rajoy le recriminó por los vientos que soplan de los sondeos, atacó y atacó, sin desánimo, lanzando incluso algún que otro golpe al aire. En la corrupción encontró la mejor manera de hacerle daño a su contrincante. Pero, siguiendo con el símil pugilístico, sólo logró arrinconarle en las cuerdas hasta que el candidato del Partido Popular halló en su galleguismo la mejor respuesta: colocarse él mismo como agredido, invocando su honorabilidad, con el fin de que Bárcenas y otros pasasen tangencialmente por su lado. Sánchez insistió. A la pregunta reiterada de por qué no había dimitido, Rajoy respondió echándole en cara que él no lo hubiese pedido en una moción de censura. Cuando aludía a su decencia, contestaba con dureza acusando a su adversario de comportarse como un ser "ruin y deleznable" por sospechar de su honradez. Otras veces, frente al "caso Gürtel", sacaba a colación el andaluz de los ERE.

En la inquietud no despejada sobre las reformas constitucionales que el PSOE pretende para Cataluña, Rajoy vio el cielo abierto ante las preguntas sin respuesta. Sánchez, contra cronómetro, pisó el acelerador y definió a su contrincante como un político del siglo XIX. Rajoy aprovechó para pertrecharse con altas dosis de condescendencia hacia su rival: "No sé de qué siglo soy, pero usted no ha sido ni concejal". Del mismo modo que con anterioridad le había augurado la derrota en las elecciones para recordarle que eso no le pasaría factura en la vida, pero que sí se le recordaría por "ruindad". En una pelea, por momentos bronca, no es fácil adivinar quién se impuso a los puntos, cuál de los dos rostros del cara a cara recibió los golpes más certeros del rival. Si el candidato socialista que acusó al presidente en funciones del Gobierno hasta de subir "el IVA de las chuches de los niños", si el gallego que se refugia en el adagio del que resiste gana. Los dos ausentes no tienen razones para estar disgustados

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