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Número 8 en la lista del PP al Congreso y portavoz municipal del partido en Castropol

El último de la fila

Las convicciones políticas de un ingeniero asturiano expatriado en Argel

El último de la fila

Soy el último de la lista de la coalición Partido Popular-Foro al Congreso de los Diputados por Asturias; el último, ocho de ocho, el octavo del octeto, vagón de cola, clase turista. No estaba ni estoy en ninguna quiniela para nada, no tengo fama ni soy famoso. Probablemente usted ni siquiera haya escuchado nunca nada sobre mí y si en las pasadas elecciones de diciembre usted se tomó la molestia de leer los nombres de las distintas candidaturas, seguramente haya comenzado por el número uno y haya abandonado la tarea a la altura del número seis o siete (sin rencor, créame).

Me gano la vida como ingeniero industrial, lastrado por mis 28 años de corta experiencia, y el destino ha querido que, por cuestiones laborales, escriba estas líneas desde la terraza de un piso alquilado en un barrio a las afueras de Argel que, desgraciadamente, no mira hacia el azul Mediterráneo sino que asoma con respeto al horizonte sahariano.

Aún recuerdo las sabias palabras de mi clarividente abuela cuando ella empezaba a barruntar que esto de la política no era un capricho temporal del "chiquillo" sino que iba para largo (ojo a la frase): "hijo, tú haz lo que quieras pero por favor, no te posiciones". No pude más que mirarla con cara de emoticono ojiplático del Whatsapp. Luego se despachó a gusto con la clase política pero esa parte permítanme que la omita para no estropear lo idílico del relato.

Ese "no te posiciones" de mi abuela no es cosecha propia. Es una visión compartida por mucha gente, especialmente gente de una avanzada edad que por su experiencia vital han llegado a conocer la peor cara de la política española. A lo largo de sus años de vida, han desfilado por los telediarios y portadas de periódicos centenares de politicastros que prometían al mismo ritmo que defraudaban (en todos los sentidos), de todos los colores y alineaciones.

Y sin embargo, a pesar de todo lo anterior, ¿por qué estoy yo tan contento? Pues porque creo profundamente en lo que hago; en lo que hacemos. La política puede ser un mundo horrible plagado de trepas y tiburones de ego insaciable, pero también es un arma potentísima con la que poder mejorar sustancialmente la vida de la gente que nos rodea. Que sea lo uno o lo otro no depende, ni siquiera, de los votos de la gente: la única forma de que la política sea un instrumento limpio y útil es a través de la participación activa.

Esa es una tarea que, por relevo natural, nos toca a los jóvenes. Tenemos que implicarnos más para que otros se impliquen menos. En esta España convulsa en lo político, a los nuevos escualos de la nueva política no se les ve acercarse a la playa por su aleta dorsal sino por su ego, que asoma a la superficie mucho antes. Nueva política, la política del "me gusta" fácil y el "compartir" con alegría, unas sesiones para el Instagram y frases cortas que si no, no me entran en un "tweet".

No pretendo engañar a nadie, me considero un tío moderno, y claro, también tengo Facebook y Twitter (incluso me hice Instagram, aunque fue por una chica) pero no reniego en absoluto del legado de Adolfo Suárez; no pierdo de vista la estela de Niceto Alcalá-Zamora; no me olvido del sacrificio por España de Emilio Castelar; y a veces juego a imaginar las emociones de aquellos asturianos asediados en Cádiz por las tropas francesas: Jovellanos, Queipo de Llano, Argüelles? ¡Qué grandes son los grandes políticos!

Soy el número ocho del PP-Foro en la lista al Congreso de los Diputados, me atrevo a asegurar con toda rotundidad que no ocuparé escaño alguno tras las elecciones de junio, pero me siento muy orgulloso de formar parte de una lista de un partido amplio y plural que defiende los valores de la moderación, la racionalidad, la libertad y el consenso como herramienta para forjar el futuro de nuestro país. De los demás hablarán otros, pero este mes de junio viene calentito y puede que usted se anime a irse de playa. Si durante su baño en el Cantábrico ve la aleta acercarse a la orilla, no se entretenga, salga del agua y recoja a los niños? podría ser la nueva política.

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