Me apetece jugar con el símil e igualar a la Banda de Música "Ciudad de Oviedo" con las Cortes Generales, por aquello de que ambas instituciones "públicas", quieran o no, están obligadas a interpretar todos sus acordes con diligencia. El domingo, en el paseo del Bombé, pude disfrutar de un estupendo concierto bajo la batuta de don Francisco Vigil Sampedro. Cuando las notas, en armonía, fluían procedentes de tan variopintos instrumentos, mimados por tan diferentes manos, me vino a la mente qué dichoso sería si el "arte de la política" fuera como este auténtico arte. Curiosamente una de las piezas llevaba por título "Los diamantes de la Corona", fantasía de la zarzuela del maestro Barbieri. Y digo yo, ¡cuántas joyas, en este momento, andan intentando pulirse por tantos mítines! Claro que una partitura sin director genera sonidos estridentes, y director, lo que se dice director, ya lo notamos en falta en diciembre. De seguir así, animaría al señor Vigil Sampedro a que se dedicara a la política. Al final, diamantes son diamantes, y corona, corona. Otra cosa es que unos y otros necesiten interpretar la partitura, o mejor dicho comprenderla, siguiendo la batuta de los votantes que, cansados y aburridos, les decimos, con claridad: ¡toquen a ritmo de vals y no de polca!