Gerardo Iglesias, fundador de IU, habla con veinte años de distancia respecto a su militancia en "ningún partido político", pero entra en campaña sin esconder sus filias ni fisuras en el entusiasmo. "No veo que Unidos Podemos termine el 26-J. Continuará", vaticina el exdirigente asturiano, antiguo coordinador general de IU, otrora secretario general del PCE y ahora enemigo de los enemigos de Podemos. "A quienes han canalizado el descontento social hacia las instituciones y han evitado un estallido social se les está disparando por tierra, mar y aire sin reparar en medios", sostiene. "Venezuela, ETA... La gente ya se lo toma a cachondeo, porque además es una gran irresponsabilidad. Si los poderes económicos y financieros, que son los que mandan en el PSOE y en el PP, fueran capaces de aplastar a Podemos, el cabreo seguiría ahí. ¿Qué vendría después?", se pregunta. "¿Le Pen? ¿La ultraderecha? Son unos irresponsables y se llaman patriotas".

Pero sucede que "la campaña de infundios" alimenta a la víctima, enlaza. Ocurre que mientras arrecia el fuego "Unidos Podemos sigue creciendo" y que "hay una base social muy amplia que sabe muy bien hacia dónde va. El que no tengo claro que sepa qué quiere ser de mayor es el PSOE", y aquí el discurso liga con su versión sobre la legislatura recién abortada por el desacuerdo. Los socialistas, relata, "se montaron el teatro del pacto a tres, que en realidad no era a tres, porque habían descartado a Podemos desde el primer momento, porque los quisieron engañar, porque asumieron el ochenta por ciento del programa de Ciudadanos y lo que querían era que Podemos les firmara un cheque en blanco". Pasado eso, el futuro ha puesto la pelota en el tejado de la sede socialista. Eso dice Iglesias mirando encuestas que dan "sorpasso" y alcanzando la conclusión de que, ahora sí, "parece que va a haber mimbres para un gobierno de izquierdas" y que al PSOE "se le acaban las excusas" una vez que Podemos ha renunciado a su opción de "solución razonable y democrática para el problema de Cataluña" a través de referéndum. El veterano político mierense da por cierto que "el PSOE tendrá que optar entre abrazarse a un gobierno de derechas o entrar a formar parte de uno de progreso" y dice oler ya el resultado: "Si se oye a Felipe González o a Susana Díaz, todo indica que van a favorecer la gran coalición, aunque yo tengo esperanzas de que dentro del partido haya gente que se rebele contra esa posición".

Gerardo Iglesias no comparte sólo apellido con Pablo, aquel "joven comunista" que según propia declaración ha dejado de serlo ahora que se presenta a presidente del Gobierno al frente de Unidos Podemos. Ha pasado a "socialdemócrata" después de más de un viraje estratégico, pero Iglesias, Gerardo, afirma que "juzgo a la gente por los hechos más que por las palabras. Estamos hablando de un partido en formación, y muy plural, y hay que tener mucha capacidad dialéctica para integrar y adaptarse a una realidad que no es estática. No son vaivenes impostados, sino rectificaciones o modificaciones que aconseja el contexto que vivimos", asegura. "A Pablo Iglesias se le ha acusado primero de ser un radical y después de que ha moderado mucho sus posiciones", se sorprende Gerardo Iglesias antes de retratarse a sí mismo como "un clarísimo antisistema de este sistema corrupto" y de negar la mayor sobre el supuesto radicalismo de Podemos. "Tienen un programa muy moderado", opone. "No son una fuerza radical y no lo van a ser, porque lo que sí son es un partido muy enraizado en el sentimiento social. Son la formación que mejor se relaciona con la sociedad y esta sociedad hila fino a pesar de todo", remata.

La coalición que nació de su mano no tenía otro remedio, a juicio del veterano político asturiano, que entrar al trapo que le ponía Podemos. "Y si así se diluye para contribuir a crear algo más potente, más grande y ambicioso, bendito sea", asegura. Donde se detiene sin entrar esta vez es en la mina. El exminero que fue líder del PCE no opina sobre las oscilaciones de Podemos respecto a la minería, su rechazo de las ayudas al sector, amortiguado después, o su negativa a firmar el "acuerdo del carbón" de la patronal y los sindicatos para disgusto de algún dirigente de IU. "No he seguido el tema, sinceramente, y lo mejor que puedo hacer es callarme".