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Orgullosas de nuestro país

El papel de las mujeres ante la política y las próximas elecciones

Orgullosas de nuestro país

En estos últimos años, la alegría que siempre ha caracterizado a los asturianos se ha desvanecido a ojos vista. Y no es de extrañar: hemos vivido tiempos muy feos, que nos han arrebatado no solo el bienestar del presente, sino también la esperanza del futuro. El presente es ya irremediable. Pero el futuro está, literalmente, en nuestras manos. Más allá de los esfuerzos de las troikas por someternos, más allá de las presiones de quienes detentan el poder político o económico despreciando a la gente común, mucho más allá del miedo que "los de siempre" han intentado inocularnos como un veneno, el próximo domingo, somos nosotros, todos los ciudadanos, los realmente poderosos.

Estamos obligados, más que nunca, a ir a votar con responsabilidad: "Los de siempre" nos han demostrado no solo su ineficacia para enfrentarse a problemas graves, no solo su tendencia a la corrupción y el amiguismo más deleznables, sino también -y quizá eso es lo más imperdonable- su absoluto desinterés por el bien común. Han logrado destruir una sociedad de la que nos sentíamos orgullosos, haciendo desaparecer obedientemente en unos pocos años lo que había costado siglos construir. Así que esta vez ya no vale ir a votar como si perteneciéramos a una secta, a una fe heredada de nuestros padres que no podemos traicionar aunque sepamos que sus dirigentes nos han traicionado a nosotros durante décadas, ni tampoco vale hacerlo con la nariz tapada por miedo a lo nuevo. El miedo deben generárnoslos por el contrario ellos, los que ya han estado ahí mucho tiempo con su incapacidad y su desvergüenza. Este pobre país nuestro necesita ahora personas serias y decentes, currantes auténticos que estén dispuestos a dejarse la piel para reconstruir sobre las ruinas que aún nos quedan, con el talento, la voluntad y la honradez que nos sobran a los ciudadanos comunes, un país que nos genere de nuevo orgullo.

Estoy segura de que las mujeres sentimos una empatía especial hacia todos los que se han quedado en el camino en el proceso de sitio externo y saqueo interno que hemos padecido. Nos duelen de manera particular los niños que pasan hambre y frío, los jóvenes que se han tenido que marchar, los enfermos que no encuentran atención, los parados abandonados a su suerte, los discapacitados sin recursos, las víctimas del maltrato a las que nadie atiende. Somos la mitad de la población, y tenemos el 50% de la responsabilidad de lo que ocurra a partir del domingo. Debemos ir a votar sintiéndonos poderosas y comprometidas, sabiendo que esas diminutas papeletas que depositaremos en las urnas contienen una inmensa cantidad de vidas, contienen medicinas y quirófanos, pensiones y escuelas, becas y viviendas sociales. En esos trocitos de papel, cabe mucha miseria o mucha alegría, un país pequeñito, mezquino, inculto, lleno de frustración y de desesperanza, o un país honorable y reflexivo y generoso que nos haga sonreír cuando pensemos que es el nuestro. Si eso es lo que queremos conseguir, unidas podemos.

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