San Sebastián

El Gobierno vasco escenificó ayer su apoyo a las víctimas del terrorismo en un acto celebrado en San Sebastián del que sólo estuvieron ausentes el PP y los aliados de los terroristas. El acto precede en 48 horas a la entrevista que mañana mantendrán en el palacio de la Moncloa el presidente Zapatero y el lendakari Ibarretxe.

El emotivo acto estuvo presidido por el propio Ibarretxe, que aseguró que reuniones como la de ayer en el Kursaal donostiarra sirven «para luchar contra el olvido» de la sociedad respecto a la barbarie terrorista. Además, intervino la directora de la Oficina de Atención a las Víctimas del Terrorismo y viuda del ex gobernador civil de Guipúzcoa Juan Mari Jáuregui, asesinado por ETA, Maixabel Lasa, quien resaltó que el procedimiento previsto por un sistema democrático para acabar con el terrorismo es «la aplicación justa y escrupulosa de la ley».

Ibarretxe no pensaba intervenir en el acto, pero finalmente dirigió unas palabras a los asistentes para rendir homenaje a víctimas de los distintos terrorismos que ha conocido el País Vasco. El Lendakari mandó «un abrazo en nombre de la sociedad vasca» a las más de 500 víctimas presentes.

Además, deseó que el acto de ayer sirva «para luchar contra el olvido», ya que «la convivencia no es amnesia sobre el pasado, sino una lectura crítica del mismo». Las instituciones vascas «han venido a estar con las víctimas», dijo, antes de entregar un pequeño recuerdo a siete de ellas en representación de todas las presentes para que «el homenaje sea sentido por cada una de las familias como un acto de reconocimiento personal del sufrimiento injusto que han padecido».

Ante víctimas de ETA, del GAL, del Batallón Vasco Español o de la Triple A, Maixabel Lasa quiso dejar claro que independientemente de quién haya producido el sufrimiento «el derecho a la verdad, a la justicia y al reconocimiento del daño causado son derechos de todas las víctimas del terrorismo». Así, recordó que «aquellos terribles episodios ocurridos en los setenta y los ochenta» y perpetrados por ETA y por otros grupos terroristas «están archivados en una serie de expedientes X y cubiertos por un tupido velo».

Para la directora de la Oficina de Víctimas, «la aplicación justa y escrupulosa de la ley» es el único procedimiento válido para acabar con el terrorismo, mientras que, a su juicio, la vinculación de «la consecución de la paz a la conquista de un nuevo estatus político es pervertir las reglas del juego democrático». «Convertir el lobby terrorista en notario de la situación es condenar a las víctimas de la violencia terrorista», apuntó.

Lasa acudió al Kursaal donostiarra «respondiendo a un emplazamiento efectuado desde el Parlamento vasco con el apoyo de todas las formaciones democráticas». Nada más comenzar su discurso, pidió un minuto de silencio, que fue seguido en pie por todos los asistentes, «por los que no se encuentran hoy aquí entre nosotros por culpa de la violencia terrorista y, de manera especial, por Juan Manuel Piñuel, asesinado el miércoles en Legutiano».

Denunció que «la particular contribución que los terroristas hacen al pueblo al que dicen servir» toma «la forma de una amenaza colectiva de muerte contra jueces, policías, guardias civiles, periodistas y contra una parte importante de la representación política de esta sociedad», por lo que advirtió del «grave riesgo de que la resignación ante este paisaje de coacción, escoltas y falta de libertad» convierta al vasco «en un pueblo indolente» y «en una sociedad avanzada, sí, pero demasiado habituada a convivir con el peligro y con el drama, cuando es ajeno y no toca de cerca».

Pero, pese a todo, Lasa no mostró «ninguna duda de que hoy, en Euskadi, la agenda política» es «la agenda individual de todas las personas amenazadas, porque la prioridad política de una sociedad moralmente responsable es la recuperación de la libertad individual por parte de todos sus miembros, condición imprescindible para ser un actor político con todas las garantías».

Por su parte, Leoncio Sainz, guardia civil que sufrió un atentado de ETA en Galdakao (Vizcaya) en 1984, recordó «el desamparo» que padecieron los agentes de la Benemérita que como él fueron objetivo de la barbarie terrorista durante los años ochenta.