Palma de Mallorca, Vanessa SÁNCHEZ

A los pocos minutos de que estallara la tragedia en Palmanova, las alarmas se encendían en Marivent y en la escuela de vela de Calanova, donde, como cada mañana desde hace ya varios días, los hijos de la Infanta Elena y de los duques de Palma aprenden el arte de navegar. Todo en calma aparente pero muchos nervios entre el personal. El dispositivo de seguridad no tardó en ser palpable.

A las puertas de la escuela, situada a cuatro pasos de la residencia veraniega de los Reyes y a nueve minutos del lugar del atentado, el número de escoltas encargados de velar por la seguridad de la Familia Real se multiplicaba por cuatro. Cerca de una decena de agentes controlaban los aledaños del centro y registraban cualquier bolsa u objeto sospechoso que se encontrara abandonado cerca del pantalán. Ejercicio metódico que no influyó en la rutina del centro de vela. Los monitores, tras llamar a los padres de los alumnos para asegurar que todos estaban en perfecto estado, continuaron con sus clases mientras los pequeños se repartían los chalecos salvavidas y echaban los veleros al mar.

Iñaki Urdangarín, que había salido a navegar a primera hora de la mañana con la Somni, regresaba de manera precipitada a Marivent para seguir los acontecimientos en primera línea. También en palacio se encontraba su mujer, la Infanta Cristina, y su cuñada, que, por motivos de seguridad, aguardaron en casa la llegada de los niños.

Ajenos a los acontecimientos, desembarcaron en Calanova divertidos Felipe Juan Froilán y Pablo Nicolás tras su clase práctica. Con atuendo deportivo y gorra para protegerse de los intensos rayos de sol, el segundo hijo de los duques de Palma retó a una carrera al mayor de la Infanta Elena. Siguiendo de cerca la competición, Victoria Federica, que estuvo muy pendiente de su primo y hermano.

A la hora de partir se rompió el orden. Los nietos de los Reyes, en una disputa con los miembros de seguridad de la Casa Real, se aferraban con fuerza a la embarcación mientras bromeaban con otros compañeros de travesuras. Los escoltas, entonces, decidieron crear un cordón a su alrededor hasta que los pequeños dieran por finalizado el juego. Sin el ruido de las sirenas, aunque escoltados con vehículos oficiales, Froilán, Pablo y Victoria regresaron a Marivent minutos después de las seis de la tarde. No fueron conscientes del estruendo de la explosión porque, a esa hora, navegaban por aguas de la bahía de Palma.