Aseguran de él que es una de las personas que más saben del 23-F y que menos ha hablado acerca de la intentona golpista de 1981. Francisco Laína García (Ávila, 1936), hijo de maestros nacionales y licenciado en Derecho, ingresa por oposición, en 1965, en el Cuerpo Técnico de la Administración del Estado. En 1974 es nombrado gobernador civil de León; en 1976, gobernador civil de Las Palmas, y de Zaragoza en 1977. En junio de 1980 llega a la Dirección de la Seguridad del Estado, bajo el presidente Suárez y el ministro de Interior Juan José Rosón. El 23-F fue durante 14 horas la máxima autoridad civil, como jefe de la Comisión Permanente de secretarios de Estado y de subsecretarios, el gobierno interino que evitaba el vacío de poder a causa de la toma del Congreso por Tejero. Permanece en la dirección de Seguridad hasta diciembre de 1982.

En el presente escribe un libro sobre el 23-F. Atiende a LA NUEVA ESPAÑA en la cafetería Riofrío de Madrid, la de los interminables espejos y un lugar clásico de encuentros, precisamente bajo el Centro Colón, donde vivió Sabino Fernández Campo, secretario y jefe de la Casa del Rey de 1977 a 1993. Laína habla sobre el general, fallecido el pasado 26 de octubre, y sobre el 23-F. Y se permite algunos adelantos de su libro.

-Perfil de Fernández Campo.

-Es un hombre con una gran formación que le permitía hacer análisis muy profundos de circunstancias y de personas. Siempre fue tremendamente leal al Rey, con una lealtad que en ningún caso era servil, sino capaz de ser tremendamente crítica y de facilitar información y análisis que incluso no le eran muy agradables al Rey.

-¿Algún caso concreto?

-Me consta su gran preocupación no sólo por lo que se publicó en el libro de Vilallonga, sino porque, según me comentó, había 92 horas de grabación y le preocupaba de una manera muy especial el contenido de esas conversaciones de Vilallonga con el Rey. Me consta que hizo gestiones para poder controlar o recuperar esas grabaciones. Lo que ocurre es que se puede eliminar una grabación, pero lo que no sabemos es cuántas copias se han hecho. No me atrevo a decir si las cintas existen en la actualidad, o si se han destruido, o quién puede tenerlas.

-¿Cuándo empieza a tratar con Fernández Campo?

-Más fluidamente a partir de junio de 1980, cuando llego a la Seguridad del Estado. Obtengo una gran impresión de él, de un hombre muy sereno y prudente, al que había que escuchar porque tenía criterio y una especial habilidad para no molestar a los demás, sino tratar de unir, de coordinar. Y un hombre entregado las 24 horas al servicio de la Casa del Rey.

-¿Qué está sucediendo en 1980?

-Es un año muy duro, el de mayor número de asesinatos terroristas, y no sólo de las bandas clásicas, ETA y GRAPO, sino a manos del terrorismo de la extrema derecha, que se cobran unas 30 víctimas. Ese terrorismo de extrema derecha estaba, no formalmente, ni muchísimo menos, pero sí por la vía de hecho, ligado a cuerpos y fuerzas de la Seguridad del Estado.

-En 1980 ya se habla de la «solución Armada», frente al Gobierno de Suárez, y de que hay mucho ruido en los cuarteles. ¿Qué sabe de ello su departamento? ¿Informa a la Casa del Rey?

-No tengo ningún despacho con Sabino, ni mucho menos con el Rey, en el que yo advierta de esos movimientos. A quien informo es al ministro Rosón, y le facilito un informe, pero cuando se lo doy me dice que prefiere que yo lo despache personalmente con el presidente y así lo hago. Lo detallaré en el libro.

-El general Armada cree contar hasta con el apoyo del PSOE para el «golpe de timón», o gobierno de concentración.

-Me da la impresión, por la información que tenemos de aquella época, que en la última etapa de Suárez quizás el PSOE no solamente utilizó lo que era una legítima tarea de oposición, sino que además estaba presionando y creando un clima. Sin querer decir, ni mucho menos, que estuviese propiciando ningún golpe de Estado -eso hay que dejarlo claro-, el PSOE buscaba soluciones dentro del marco constitucional, pero que no eran las normales, sino forzando al máximo la maquinaria recién nacida del orden constitucional.

-En sus recientes memorias, Pujol afirma que Múgica le habló de un militar para presidir un Gobierno de concentración.

-He leído las memorias de Pujol e indudablemente da una serie de datos muy concretos sobre contactos y conversaciones del PSOE. Lo que no ha negado nadie es que hubo un informe que Múgica pasa al PSOE sobre sus conversaciones de Lérida; un informe a nivel orgánico, que pudo llegar a González o a Guerra, aunque no lo sé. Tengo a Múgica de vecino y alguna vez le digo: «Tendremos que hablar algún día de los antecedentes del 23-F», y siempre me ha dicho: «Esas cosas, mejor es dejarlas».

-¿Tiene noticia Suárez de todo ello, de la «solución Armada», de un golpe, de los contactos...?

-Suárez está sufriendo la traición de su propio partido UCD, que no era un partido sino una suma de intereses políticos. Todos eran jefes allí: Fernández Ordóñez, Garrigues Walker, Abril Martorell, Martín Villa, Herrero de Miñón, Landelino Lavilla... Más que tener miedo a un golpe militar, Suárez temía llegar un día al Congreso y no saber si la mitad de su grupo iba a votar a favor de una moción de censura del PSOE, o no saber si su partido iba a votar los Presupuestos Generales del Estado.

-¿Cómo se crea la comisión o Gobierno interino del 23-F?

-La iniciativa no la toma el Rey ni Sabino. Se le propone a Su Majestad su creación. Lo explicaré en su momento. La comisión se crea en torno a las ocho y cuarto de la tarde.

-¿Qué había sucedido antes?

-La entrada de la Guardia Civil en el Congreso me sorprende en mi despacho, oyendo en la SER el desarrollo de la sesión parlamentaria. No habían pasado cinco minutos y me llama el Rey para recabar información. Le digo que no tengo más que la que he oído en la radio, pero añado que al oír hablar de un teniente coronel de la Guardia Civil se me va inmediatamente la cabeza a Tejero, por la información que teníamos en esas fechas. Aquella llamada no me la pasaron, sino que sonó el teléfono de comunicación con la Zarzuela y era él quien estaba al aparato. La llamada era por la famosa «Malla cero», un sistema de telefonía que conectaba las altas instituciones del Estado con los servicios fundamentales de información.

-¿Conversaciones con Sabino?

-Hablo indistintamente con el Rey o con Sabino a lo largo de la noche y madrugada. Unas veces llaman ellos y otras llamo yo. Intercambiamos información, sugerencias...

-Usted ordena diversas grabaciones.

-Se grabaron una serie de conversaciones y la razón era sencilla: tener conocimiento de lo que estaba sucediendo. Se ha hablado mucho de las cintas, pero al dejar mi cargo quedaron en la Comisaría General de Información, dirigida en aquella época por Manuel Ballesteros.

-¿Qué nota en Sabino esa noche?

-Le noto tan sereno, tan ecuánime y tan hombre prudente como de costumbre.

-¿Coinciden, discrepan?

-Hay algunos temas en los que disentimos en cuanto a la manera en la que Sabino lo ha contado después y la realidad de los hechos. Uno de ellos es la creación de la comisión; otro tema de disensión fue la posible detención del general Armada.

-Usted señaló de inmediato a Tejero. ¿Supuso lo mismo de Armada?

-No tuve una corazonada relacionada con Armada. Hay que ser riguroso y dar a cada uno lo suyo. Quien me advierte a mí aquella noche de la peligrosidad de Armada es Sabino. Él tenía informaciones, datos, conversaciones con unos y con otros, y llega a la conclusión de que Armada está implicado. Hay una discrepancia sobre la detención en ese momento, que explico en el libro.

Pasa a la página siguiente

Viene de la página anterior

-¿Hablan de acciones para liberar el Congreso?

-No llegan a estudiarse. Nosotros teníamos, a través de los gobernadores civiles, una información muy completa de lo que estaba ocurriendo en todo el territorio nacional. Una de las cosas que nos preocupaban era que, una vez acotado el problema militar exclusivamente a la capitanía general de Valencia, la continuidad del secuestro de los diputados y del Gobierno favorecía muy poco el final de la intentona. Un tema importante como el asalto al Congreso no se me hubiera ocurrido ponerlo en marcha, ni siquiera como posibilidad, sin conocimiento del Rey. Por otra parte, cuando voy al Palace y entro en la habitación en la que está funcionando un centro de coordinación de Guardia Civil, Policía Nacional y demás veo cuál es la situación de ese centro y la postura de determinadas personas. Entonces trato de influir psicológicamente en el entorno del Congreso (me refiero a Policía y Guardia Civil) y manifiesto que no vamos a continuar quietecitos, sino que cabe la posibilidad de un asalto. Pero ya digo que más como efecto psicológico que como acción concreta, porque yo era consciente de la imposibilidad de llevar a cabo el asalto. Insisto en que no se estudió y tampoco se consideró como medida adecuada, ya que ni siquiera se dio cuenta de ello a la Zarzuela.

-En el Palace estaba otro asturiano, el general Sáenz de Santa María, director de la Policía Nacional.

-Mi concepto del general Santa María es pésimo. No por esa noche, sino por su trayectoria profesional y personal. Yo me negaba en el Ministerio del Interior, en las reuniones en las que estaba presente el general Santa María, a dar información de ningún tipo porque la usaba políticamente. Así de claro. Y este señor no aparece el 23-F hasta dos horas después de que se produce el golpe. Yo sé dónde estaba; no lo voy a decir ahora, pero en el libro claro que lo voy a escribir. Y estaba al corriente de lo que estaba pasando, y se me presentó de paisano. La prueba de lo que estoy diciendo es que ahí están las fotografías y es de los únicos que aparece de paisano yendo y viniendo al Palace; un militar como era él, general inspector de la Policía Nacional. Uno de los mayores escándalos que he conocido en mi vida es el libro que publica como memorias, del autor Diego Carcedo, y en el que atribuye atentados, o intentos, porque afortunadamente se frustraron, a cuarteles de la Policía Nacional que corresponden a la Guardia Civil. En una dependencia de la Guardia Civil efectivamente hubo un intento de atentado. Era un cuartel en construcción y el arquitecto que dirige la obra, presionado o de acuerdo con la banda terrorista ETA, coloca una serie de explosivos en la estructura del edificio. Afortunadamente este hombre antes de terminarse la obra se arrepiente de lo que ha hecho e informa a los cuerpos de seguridad del Estado. Ese atentado, que era contra un cuartel de la Guardia Civil, dice que es contra un cuartel de la Policía Nacional.

-¿Otras disensiones con Sabino en esa misma noche o después, en la reconstrucción de los hechos?

-Hay otro aspecto de disensión con Sabino sobre la grabación y difusión del mensaje del Rey. Se han facilitado una serie de informaciones que no se ajustan a la realidad. Tengo una prueba que es irrefutable: yo dirijo un comunicado a través de Televisión Española que se difunde a las nueve y cuarto de la noche. Eso quiere decir que los estudios y el personal de TVE están libres al menos a las ocho y media, ya que cámaras y personal han ido a mi despacho, en la calle de Amador de los Ríos, han grabado el mensaje y se ha difundido con posterioridad al tiempo en el que TVE estuvo ocupado por una pequeña unidad militar. El mensaje del Rey tiene desde las nueve y cuarto hasta la una y cuarto para ser difundido. Pero se han contado muchas novelas y la persona cuyo testimonio aclara toda esa situación de horarios es el señor Picatoste, que fue quien encabezó técnicamente ese grupo que se desplazó a la Zarzuela.

-¿Cree que había dudas en la Zarzuela o se esperaba a ver qué pasaba?

-Yo tengo mi verdad en relación con ese tema. La contaré en el libro.

-El día después.

-Hay una parte que no se ha contado y que pienso relatar con detenimiento en el libro. Es la gran información que nos suministró un equipo de psicólogos que teníamos en la Dirección de Seguridad sobre el comportamiento del grupo de guardias civiles, que no formaban parte de una unidad orgánica, sino que habían sido recogidos de unidades muy distintas. Casi con un par de horas de antelación nos dijeron los psicólogos a qué hora se podía dar el abandono de los asaltantes. Y acabaron saltando por las ventanas.

-¿Las reuniones del 24-F?

-Hay dos muy importantes. Asisto al Consejo de Ministros que se celebra sobre la una y media o las dos. Yo no formo parte del Consejo pero sí legalmente podía incorporarme por mi condición de secretario de Estado. Hay un intercambio de palabras por mi parte que contaré en su momento. Por la tarde asisto a la reunión de la Junta de Defensa Nacional de la que yo no era miembro, pero dadas las circunstancias de que el Gobierno había estado secuestrado, el presidente Suárez se lo plantea al Rey y dice que asista. Hay autores de libros sobre el 23-F que cuentan una novela de lo que ocurre en esa reunión. Desgraciadamente, no quedamos vivos de aquella reunión, yo creo, más que el Rey y yo, y el ex presidente del Gobierno, Suárez, en las circunstancias en las que está. Pues también me fuerzan a contar lo que en realidad pasó en esa Junta, para que no pongan en boca de Suárez tonterías que no dijo en absoluto.

-¿Qué sucedió en la reunión?

-El desarrollo fue intenso. Aporté una de las cintas de las grabaciones y cuando el Rey la oyó se tapó la cara y se echó a llorar. Ese capítulo del libro va titulado «Yo vi llorar el Rey».

-¿Escuchó la voz de Armada?

-Es posible.

-¿Cómo se decide el arresto de Armada?

-Al general Armada se le detiene el día 25. También han muerto todos los asistentes a la reunión en la que eso se decide. Yo asisto por invitación del ministro de Defensa Rodríguez Sahagún, junto con el general Gabeiras y el capitán general de Madrid, Quintana Lacacci.

-Tras el golpe, ¿cuál es su relación con Fernández Campo?

-Continuaron mis buenas relaciones con Sabino. Nunca nos hemos sentado para aclarar determinados temas del 23-F. Ni por parte suya ni por parte mía hemos tenido ningún interés en reprocharnos si lo que él o yo decíamos era lo cierto. No sé si Sabino habrá escrito sus memorias o algo sobre el 23-F. A mí me da la sensación de que no lo ha escrito porque a Sabino, como a mí y a cualquier persona responsable y que viviera muy en primera línea los acontecimientos del 23-F, le han faltado piezas; a mí también me faltan piezas del puzle.

-¿Por ejemplo?

-Lo que se ha dado en llamar la trama civil. Es muy difícil probar cosas y por sospechas no se puede acusar a nadie. La investigación que llevamos a cabo no dio el resultado apetecido y no encontramos pruebas con las que acusar a una determinada persona. Después del 23-F creamos lo que se llamó una brigada antigolpe, formada por una serie de funcionarios expertos en extrema derecha. Se me decía entonces: «Coño, ¿cómo van a investigar si esta gente es de extrema derecha?», a lo que yo respondía: «¿Qué quiere usted, meter a un funcionario de extrema izquierda a investigar en ambientes de extrema derecha?». Pues el primer día le dicen «majo, ¿que haces aquí».

-¿Y el Cesid?

-En el 23-F hay una incidencia muy grande, muy grande, de la guerra interna en el Cesid. Quizás es una de las piezas que le faltaba a Sabino y también me ha faltado a mí. En el Cesid en ese momento hay unas luchas tremendas contra Cortina, su director. Había gente, no ya conservadores, sino de la extrema derecha, que quiso lavar su imagen y que estaba de alguna manera enredando, y si no en este golpe en otro. El famoso «informe Jáudenes» llegó a desaparecer. Un informe que es fruto de una serie de investigaciones y de declaraciones no figuraba en los archivos. ¿Papel del Cesid en el 23-F? Hay alguna intervención, pero no me atrevería a decir de qué manera actuaron, si se coordinaron y dónde colocaron sus piezas. Además, aquel era un ambiente de espías, y los espías, para eso lo son, te ponen por delante un señuelo, y luego te lo quitan, y aparece otro. Y lo de Cortina, con la muerte de su padre, que aparece en su casa... Quiero recordar que el cadáver estaba medio quemado por un incendio que se produce, y atado. Ese es un tema clásico de ajuste de cuentas entre espías. Y Cortina sale limpio del juicio del 23-F. También el Cesid estaba descabezado en aquel momento, y había un segundo de a bordo, un marino, con el que yo despachaba. El hombre era muy apocado, no controlaba aquello y había un serie de grupos, de secciones, que circulaban un poco a su aire.

-¿Qué le ha decidido a escribir un libro sobre el 23-F?

-Sobre el 23-F se han escrito tantas novelas... Si no se hubiese novelado tanto, y no se hubiesen escrito y dicho tantas mentiras, quizá yo no me habría decidido a escribir el libro. En él cuento mi verdad sobre el 23-F, y digo mi verdad en cuanto que fundamentalmente me refiero a acontecimientos vividos por mí y de los que tengo pruebas de que fueron como los cuento. A lo que no me puedo referir, ni puedo pontificar, es a circunstancias y hechos que sucedieron el 23-F, pero que yo no los conocí de primera mano. En temas de estos hay que ser tremendamente rigurosos y no se puede continuar con la historia de la confusión que no conduce absolutamente a nada. Hay muchas personas que han hecho manifestaciones en las que han querido adquirir en torno al 23-F un protagonismo que no tuvieron. Y además quieren adquirir ese protagonismo sobre la falsedad de imputarle cosas al Rey. Hubo una campaña tremenda, que trató por todos los medios de implicar al Rey. Ahí sí tengo que manifestar siempre, y me moriré manifestándolo, que la postura, las decisiones, las órdenes del Rey fueron impecablemente democráticas y que en ningún caso yo detecté en las conversaciones que tuve con él la más mínima complicidad o el agrado con lo que estaba sucediendo. Todo lo contrario.

-Pero, ¿el Rey duda?

-Es un tema de análisis de aquellas circunstancias, pero que yo lo haré en el libro.