Ni una guerra de 15 años entre el Frente Polisario y Marruecos ni 18 años de actividad de las Naciones Unidas han logrado que el conflicto del Sahara Occidental sea una cuestión de interés mundial. Ni siquiera que se tomara en serio la reivindicación del pueblo saharaui. Hasta que apareció Aminatu Haidar, una activista de 42 años que, con una pacífica huelga de hambre de 32 días, ha puesto contra las cuerdas a los gobiernos de España y Marruecos y ha movilizado al Parlamento europeo y a la Casa Blanca. Incluso el presidente francés, Nicolas Sarkozy, que sólo media cuando su presencia es imprescindible o cuando puede sacar ventaja de ella, también ha tenido que apuntarse en su agenda el nombre de Aminatu para hacer horas extra.

«El conflicto del Sahara merece una solución seria», asegura Hillary Clinton, secretaria de Estado norteamericana, tras conocer el regreso de la activista a El Aaiún. El jueves, 17 de diciembre de 2009, será recordado como el día en que Aminatu Haidar arrodilló a Marruecos.

Durante las 32 noches anteriores, la activista saharaui había permanecido en huelga de hambre en el aeropuerto de Lanzarote, después de que el Estado alauí le quitara el pasaporte y la expulsara en un avión rumbo a Canarias. Rabat no calculó bien las consecuencias que ello tendría para su prestigio internacional, siempre sospechoso de vulnerar derechos humanos; pero, sobre todo, no tuvo en cuenta la capacidad de resistencia de Haidar.

«Después de pasar casi cuatro años en una prisión, con los ojos vendados y sometida a todo tipo de vejaciones, ¿alguien pensaba que Aminatu iba a vender sus convicciones y sus principios?». Habla Djimi El Ghalia, amiga íntima de Haidar, dos horas antes de que un avión trajera de regreso a El Aaiún a su compañera de celda. Ambas fueron «desaparecidas» en 1987 por su trabajo favorable a la autodeterminación del Sahara Occidental, algo que la MINURSO (Misión de las Naciones Unidas Para el Referendo del Sahara Occidental) no ha conseguido en 18 años de trabajo, pero que Haidar coloca ahora sobre la mesa de la Unión Europea. Y también de la Casa Blanca.

«Nos detuvieron, nos vendaron los ojos y nos tuvieron casi cuatro años con los ojos cerrados. No sabíamos dónde estábamos y tampoco si íbamos a llegar al día siguiente, pero no tuvimos miedo, como tampoco lo tenemos ahora. Gracias a nuestra creencia y a nuestro Dios, no tenemos miedo. Sabemos que luchamos por una causa justa», afirma El Ghalia, ya con Haidar a su lado y en casa, y con la policía marroquí cercando el domicilio de la familia Haidar.

«No tiene sentido abandonar ahora la lucha», avisa Aminatu, horas después de regresar a El Aaiún. «¿De qué serviría todo lo anterior? ¿Cómo me puede pedir el Rey de Marruecos que pida perdón? ¿Y toda la opresión a la que ha sido sometido este pueblo durante años? ¿Y todos los saharauis que han desaparecido y de los que no se sabe nada? Son ellos los que tienen que pedir perdón», afirma Haidar.

Más de 400 personas han desaparecido en Marruecos sin que se sepa nada de ellas por posicionarse a favor de la autodeterminación del Sahara Occidental. Muchos de ellos son miembros del Frente Polisario, pero otros simplemente son ciudadanos anónimos. Una de esas personas es la madre de Djimi El Ghalia: «Desapareció el 4 de abril de 1984. Tenía 60 años y estaba enferma de asma. Desde entonces no sé nada de ella. Yo creo que la mataron, pero Marruecos no quiere reconocer el crimen», afirma la amiga de Haidar en El Aaiún.

«Sólo espero que ahora todo el mundo tenga claro qué es lo que pasa aquí. La valentía de Aminatu ha servido para que el mundo entero conozca nuestro problema. Y que sepan que nosotros no tenemos miedo», insiste El Ghalia, aún a sabiendas de que un centenar de policías marroquíes aguardan a la puerta de la vivienda de la familia Haidar, y que en cualquier momento pueden lanzar una ola represora tras la derrota moral que supone ver a la activista saharaui en su casa y a toda la causa comprometida.

Es el día siguiente al triunfo saharaui, con cientos de personas merodeando por el barrio de Casapiedras al grito de «Viva Aminatu; fuera Marruecos».

«Para mí esto es un deber, un sacrificio que no puedo dejar, poder luchar por los derechos humanos y que el mundo entero sepa cómo vivimos los saharauis», piensa Aminatu, que no se ha cansado de repetir que su vuelta a El Aaiún es «una victoria de los derechos humanos y de la justicia».

En 2005, durante una manifestación, Aminatu Haidar volvió a ser detenida por la policía marroquí y pasó casi un año en prisión. Junto a ella también fue arrestado Alhuit Mohamed, miembro del Frente Polisario, igual que su padre, que en el año 1985 murió en combate contra Marruecos. «Aminatu es ahora nuestro símbolo de referencia. Ella sola ha conseguido algo que los saharauis llevamos buscando desde siempre: que Marruecos nos respete», explica Alhuit, al que aún hoy nadie ha explicado por qué lo tuvieron un año entero encerrado en la cárcel negra de El Aaiún.

Alhuit Mohamed acumula mucho odio a Marruecos, amamantado en el seno de una familia pro independentista con al menos tres miembros del Frente Polisario.

Por eso durante la mañana del viernes, en los alrededores de la casa de Haidar, increpa a la policía marroquí con el ya famoso símbolo de la victoria en sus manos: «Viva el Frente Polisario y viva Aminatu Haidar», grita. Alhuit malvive en El Aaiún junto a cinco hermanos. Él es el mayor de ellos; los seis están en paro y acuden cada día al aeropuerto de El Aaiún para buscar turistas a los que llevar en sus coches particulares a sus respectivos destinos. Así es la vida en la capital del Sahara Occidental.

Las cárceles de Marruecos han dejado recuerdos imborrables en la memoria del pueblo saharaui. Uno de los presos políticos que más años ha estado encerrado es Bachir Azman, también activista de la lucha para la autodeterminación. A sus 58 años, quince de ellos los ha pasado en diferentes prisiones marroquíes. «He estado en las cárceles de El Aaiún, Casablanca.... Imagínese, quince años. Si ya fuera de la prisión no puedes acordarte de nada, bueno, dentro de ella los recuerdos son horribles», explica Azman, totalmente entregado ahora a la causa saharaui.

«Este pueblo ha sufrido mucho por la opresión de Marruecos, nadie sabe lo que supone estar 15 años en la cárcel sin haber hecho nada. Por eso estamos tan contentos con lo que ha pasado con Aminatu Haidar. Es una victoria que sólo se puede entender siendo saharaui y después de haber sufrido la opresión de Marruecos», explica. Desde la noche del pasado jueves, parece haber renacido un brote de esperanza en los activistas del Sahara Occidental. «No tenemos miedo, lo peor ha pasado ya. Nada de lo que ahora haga Marruecos nos asusta», opina Bachir en el domicilio personal de su amiga Djimi El Ghalia, que está muy cerca del de Aminatu Haidar.

El Ghalia, a sus 48 años, con cinco hijos y casada con otro activista al que conoció durante sus cuatro años de cautiverio en la cárcel negra de El Aaiún, piensa que el temor es el peor enemigo del pueblo saharaui: «Marruecos me acusa de separatista, me chantajean y me amenazan con enviarme a la cárcel, con torturarme y hacer algo malo a mis hijos, pero no tengo miedo. La vida para nosotros es de mucha presión; al más mínimo gesto, la policía actúa de forma violenta contra nosotros», explica, a la vez que advierte: «Todo lo que ha ocurrido esta semana con la llegada de Aminatu se ha hecho en presencia de los periodistas extranjeros que están en El Aaiún. Pues imagínese qué ocurre en el Sahara Occidental cuando no hay periodistas extranjeros».

Aminatu Haidar, que se ha convertido en un mes en un símbolo histórico de la lucha saharaui, promete no defraudarles: «Seguiré con mi lucha hasta el final, no puedo abandonarla ahora. Desde que me recupere de la huelga de hambre, aquí estaré hasta el final», afirma, a la vez que agradece los gestos de apoyo que ha tenido del pueblo español: «Me ha ayudado mucho sentir el calor de los ciudadanos durante todo este tiempo en Lanzarote y en el resto del país».

Ha pasado más de un mes desde que Aminatu desafió a Rabat, y ya es plenamente consciente del triunfo. Cientos de saharauis han pasado por su casa para agradecerle que, con su lucha, fuera capaz de arrodillar a Marruecos.