Madrid, Efe

Los etarras Mattin Sarasola, Mikel San Sebastián e Igor Portu, para los que el fiscal pide 900 años de cárcel por perpetrar el atentado de la T-4 de Barajas el 30 de diciembre 2006, se negaron ayer a declarar ante el tribunal que los juzga por considerarlo «fascista» y tolerante con las «torturas».

Así lo expresaron en la Audiencia Naciona, en la primera sesión del juicio, los tres acusados, a los que el fiscal imputa dos delitos de asesinato terrorista, 41 de tentativa de asesinato y uno de estragos terroristas por el atentado cometido contra la T-4, con el que ETA rompió su última tregua y en el que murieron dos inmigrantes ecuatorianos.

En la vista declaró el propietario de la furgoneta que la banda utilizó en el atentado y al que los tres acusados tuvieron secuestrado desde la noche del 27 de diciembre de 2006 hasta el día 30. El testigo dijo que estaba en un aparcamiento de caravanas en Luz Ardiden (Francia) cuando tres encapuchados abrieron la puerta del vehículo y, tras advertirle de que eran de ETA y que «esto iba en serio», le apuntaron con un arma, le cubrieron la cabeza y le esposaron. Le metieron en el maletero de un turismo y «estuvieron cambiando de sitios» durante los tres días. La víctima sólo escuchó a uno de los etarras dirigirse a él ya que, según dijo, entre ellos se comunicaban con silbidos.

Varios policías coincidieron en declarar que los datos sobre la matrícula de la furgoneta estaban equivocados. Según el escrito del fiscal, a las 07.53 del 30 de diciembre de 2006, Portu avisó con un móvil a la DYA de la colocación de la furgoneta, tres minutos más tarde llamó a los bomberos de Madrid, y a las 08:35 a la central SOS/DEIAK de San Sebastián desde una cabina telefónica.

A las 08.45 horas se localizó la furgoneta y se desalojó el aparcamiento, y un minuto antes de las 9.00 se produjo la explosión, en la que murieron Carlos Alonso Palate y Diego Armando Estacio y 41 personas resultaron heridas. Una explosión «enorme» que, según uno de los policías, se produjo antes de que quisieran «darse cuenta» y con la que el aparcamiento «se vino abajo».