La Reina preside cada verano en la isla de Cabrera una suelta de tortugas marinas a la que acuden miembros de la Familia Real -con mención especial de los nietos de los Reyes- y autoridades baleares. En agosto de 2003, recién devuelto Jaume Matas a la Presidencia de la comunidad tras el desalojo de la izquierda, coincidió en el ritual ecológico con Iñaki Urdangarín. Ni corto ni perezoso, el yerno del Rey se dirigió zalamero al presidente autonómico del PP. «Enhorabuena, se nota un nuevo clima, todo el mundo lo dice». En política no existen trajes ni halagos gratuitos, y esta felicitación conduciría a una factura pública de más de un millón de euros, que ingresaría el Instituto Nóos del condecorado balonmanista, a cambio de unas jornadas turísticas de contenido bochornoso y desglose presupuestario jamás controlado ni justificado. En aquel 2005, el escándalo ya supuso el alejamiento forzoso del esposo de Cristina de Borbón de su entramado empresarial, así como un estallido de críticas sobre sus actividades. Ahora, el escándalo ha llegado a los tribunales, en el ya célebre escándalo del Palma Arena.

Urdangarín es duque de Palma de Mallorca, como consorte de la Infanta Cristina, la hija favorita del Rey con notable diferencia respecto a sus hermanos. Para granjearse la amistad de la pareja, Matas nombró director general de Deportes a Pepote Ballester. Este regatista, ganador de un oro olímpico en Atlanta, es íntimo de los hijos de los Reyes, y ni siquiera se había afiliado al PP. El pasado agosto, el campeón de vela fue detenido como máximo responsable del Palma Arena, el falso velódromo -la Unión Ciclista Internacional se niega a homologarlo- que triplicó su presupuesto y sirvió de coartada a la desaparición de decenas de millones de euros. En la fecha de la detención de su amigo, y cumpliendo con su compromiso anual, la Familia Real al completo veraneaba en el complejo de Marivent. Los Urdangarín disfrutan de una villa aislada en esa zona, por gentileza de los contribuyentes de Baleares. Además, el antiguo jugador del Barcelona había comprado tres pisos en la capital mallorquina, una muestra de implicación con la ciudad que le da título.

La fecha de la detención puede ser casual, pero también cabe entenderla directamente como una afrenta a una parte de la ilustre familia. Los Príncipes de Asturias improvisaron un posado para los periodistas ese mismo día, a fin de distraer las portadas. Ni cortos ni perezosos, los duques de Palma acudieron juntos el 11 de agosto del año pasado a un memorable recital de Leonard Cohen... en el Palma Arena. Los acompañaba la Infanta Elena en solitario, y un matrimonio al borde de la disolución, conformado por Rosario Nadal y Kyryl de Bulgaria. Al mes siguiente, los duques de Palma se instalaban en Washington gracias a un suculento contrato de Telefónica. Curiosamente, en esa capital vivía su exilio dorado Matas, y más de un comentario asociaba la onerosa mudanza -con gastos notables en seguridad y desplazamientos- a los vínculos entre ambos.

Hasta el pasado marzo, nadie pudo preguntar a Urdangarín o a Matas sobre la relación que mantenían. Esa labor le correspondió al juez José Castro, dentro del interrogatorio maratoniano al ex ministro de Aznar que acumula una docena de imputaciones y ha eludido la prisión con una fianza de tres millones de euros. El diálogo fue del siguiente tenor:

-Dado que ese convenio (con el instituto de Urdangarín) costó 1,2 millones de euros a los ciudadanos, ¿se hizo un control de esa inversión?, ¿se aportó algún justificante, señor Matas?

-Tiene que haberlo.

-Pues no lo hay.

-Es que mi responsabilidad como presidente es sólo política. Los controles recaen en los órganos que autorizan el gasto y lo fiscalizan.

-Pero usted presidía la Fundación Illesport (firmante del convenio por parte del Govern).

-Sólo lo era formalmente, y ese convenio lo firmó la «consellera» Rosa Puig.

Como uno de los protagonistas del libro sagrado, Matas negó por tres veces a su un día anhelado Urdangarín. Sin embargo, y muy en su estilo desafiante, alentó al juez a profundizar en tan resbaladiza alianza.