La Coruña, Isabel BUGALLAL

El artífice del célebre «váyase, señor González» se ha puesto nostálgico y ha escrito «Y Aznar llegó a presidente», un libro en el que Miguel Ángel Rodríguez (Valladolid, 1964) cuenta en tono entre épico y lírico el camino hasta la Moncloa en 1996. El ex portavoz del Gobierno de Aznar sostiene que su gran herencia política es haber logrado la unión de la derecha española en un partido centrado y profesional, y haberlo llevado al poder: «Es el mejor presidente de España»

-¿Le ha dado un ataque de melancolía?

-El libro nació de un ataque de rabia, al ver a tantos interesados en tratar mal a un personaje histórico.

-No pretendía una hagiografía, pero lo parece.

-Cuento lo sucedido, aunque es verdad que la crítica se la dejo a otros. No estaba previsto que Aznar llegara a la presidencia del Gobierno, no fue un camino fácil, y menos para él, que no tenía padrinos. Tuvo que escalar la montaña, no lo llevaron en helicóptero.

-Usted le acompañó en esa escalada cuando era periodista y cubría su campaña en las elecciones autonómicas de 1987.

-Yo tenía 21 años, iba con mi melena, mi camisa por fuera y mis zapatillas. Era el típico progre que se cree que todo se puede cambiar y que los que están en el poder son una pandilla que no tiene ni idea: lo que piensan hoy mis hijos.

-¿Fue un flechazo?

-Me sorprendió que me llamara para ser portavoz de la Junta, porque no daba el perfil, pero, tras de varias comidas, dije que sí.

-¿Qué le dijo para que fuera?

-Con la expresividad de Aznar: «vente conmigo». «Que no, que no soy de derechas». No tenía mucha gente de la que tirar.

-¿Un tipo solitario?

-Más que solitario, tímido, muy reflexivo y no dado a la juerga.

-Se convirtió en su consejero y ayudante. ¿También se quedaba con sus hijos por la noche?

-Con un equipo tan pequeño como el de Aznar tienes que hacer de todo: tengo el dedo índice de la mano izquierda con callo de llevar la percha con el traje en los viajes.

-¿Se hicieron amigos?

-Yo siempre fui su empleado, pero después hubo amistad.

-¿Le decía las verdades?

-Eso me pedía y siempre me escuchó; otra cosa es que luego hiciera lo que le daba la gana.

-Se fía de Ana Botella.

-Absolutamente, pero con la misma regla.

-¿La convenció Aznar para que hiciese política?

-Se convenció ella solita. A Ana no le gustaba la política pero, una vez fuera de la Moncloa, le picó el gusanillo.

-¿Le impresionó de Aznar su conducción veloz de «macarra madrileño»?

-Es que a los de Valladolid nos impresionaba la velocidad con la que se conduce en Madrid.

-Y los dos paquetes diarios de Winston que fumaba.

-Era un fumador empedernido.

-Con Julio Iglesias sonando.

-En el casete del coche, sobre todo «soy un truhán, soy un señor»; esa me la sé enterita. Nunca fue de juergas y de desvaríos y eso de «me olvidé de vivir» le gustaba.

-¿Por qué es un «raro»

-Sí, lo es, y siempre eligió el camino más raro para hacer las cosas. Por eso llegó, porque iba por el camino que menos esperaban.

-Lo que no le faltó fue voluntarismo, disciplina y terquedad.

-Tiene una voluntad de hierro y es terco como él solo, para el trabajo y para dejar de fumar: un día dijo se acabó, y se acabó. Y decidió ser el hombre más delgado de la tierra y ahí está con sus musculitos y sus abdominales. No prueba el pan, ni salsa, ni una patata frita...

-¿El «patrón» se celaba de él?

-Yo percibí celos, o pelusilla, de Fraga cuando Aznar llegó a presidente de Gobierno. Echamos de menos que apareciese por el despacho cuando Aznar lo pasó tan mal en su época de presidente del PP, con el ataque de Mario Conde y de los empresarios.

-¿Usted hubiera desmentido en un comunicado la paternidad del hijo de Rachid Dati?

-Yo no lo hubiera hecho. «¡Ya le hubiera gustado a Aznar!», pensé. Lo que tiene que ver con la honestidad y el honor le duele especialmente. Quien se divorciaba era Felipe González, pero de él no se publicaba nada: estamos habituados a la doble vara de medir.

-¿Por qué, «comparado, con el caso Naseiro, el Gürtel es un juego de niños»?

-Porque fue un ataque en toda regla para aniquilar a un partido que estaba naciendo: se detuvo al tesorero, aunque luego quedó en nada, y se dio la impresión de que el PP era una pandilla de ladrones. Tengo la sensación de que en Gürtel han ido de caza mayor a por Rajoy -o más bien a por Aznar- y se encontraron con unos chorizos. Nosotros hubiéramos resuelto el «caso Gürtel» con mayor claridad.

-¿Hay financiación del PP?

-De financiación de partido no hay nada, sólo unos trajes. Volvemos a la doble vara: ¿cómo estaría la cosa si Gürtel le hubiera dado unos caballos, le hubiera declarado unas casas y a cambio Gürtel hubiera obtenido unas licencias? (En Bono) seguramente no son irregulares, pero en Camps, sí.

-Más corrupción, el asunto Palma Arena.

-Si Matas sale culpable y un día lo veo por la calle, le doy un tortazo.

-¿Todo esto daña a Rajoy?

-Gürtel está ya amortizado para el PP. Ya se dijo todo.

-¿Aprueba su táctica?

-Yo hubiera actuado con mayor rotundidad y mayor rapidez.

-Dice que a Rajoy le gusta ganar por 1-0 y en el último minuto.

-Sí, y el tenis y el ciclismo, para lo cual no necesita mucho equipo. Le iría mejor si el equipo hiciera algo más que seguirle. Ganaría si tuviese muchos portavoces hablando de más cosas y alguno se desmelenara un poco. Es bueno pasarse de frenada de vez en cuando en política; ir del más correcto de la boda es poco divertido.

-El sucesor decidió asesinarlo ocho meses después, escribe.

-El nuevo equipo creyó que, para ganar, tenía que deshacerse de todo lo anterior: de Aznar y de su equipo, que es el mismo.

-¿El mayor error de Aznar?

-Que lo cuenten otros, seguro que tienen un buen listado.

-El atentado de ETA cambió a Aznar. Y a Botín.

-Botín tuvo una reacción espectacular. El banquero que le negó la ayuda financiera en las primeras elecciones se echa a llorar. Eso engrandece su figura. El atentado cambió la mentalidad de Aznar, aquello de la canción: «no olvidarse de vivir». Empezó a tener tiempo para él, nos dejó en paz unas horas durante unos meses.

-¿El poder cambió a Aznar?

-Hubo un momento, en 2002, en que yo no reconocía al tipo que había conocido, me encontré con un personaje que no admitía la crítica. La experiencia del poder es brutal para todo el mundo.