Jaume Matas no ha hecho una sola declaración pública desde que la Audiencia le condenó a seis años de prisión por la manipulación del concurso público que camuflaba la contratación ilegal del autor de sus discursos. Ni tampoco lo ha hecho Antonio Alemany, el periodista de cabecera del ex presidente, que, si el Supremo no lo evita, tendrá que ingresar en prisión para cumplir tres años y nueve meses de cárcel. Pero no sólo no hablan, sino que ni siquiera se han dejado ver en público. La imagen que ahora representan no es precisamente la de dos personas honradas. Los jueces se han encargado de retirarles este título.

Matas ya había confiado a sus más íntimos que sabía que los jueces de Palma iban a condenarle. Y también había dicho a sus más allegados que la solución la iba a encontrar en Madrid. La conclusión que sacaban casi todos sus interlocutores era la misma: el ex presidente balear movería los hilos que fueran necesarios y utilizaría sus influencias políticas para que se le declarara inocente, o, al menos, no tuviera que ir a la cárcel. Y, de hecho, aún confía en que así será y que el Tribunal Supremo «arreglará» lo que «ha desarreglado» la Audiencia de Palma.

Matas apenas coge el teléfono. No ha querido realizar ninguna declaración pública y sólo contesta a las llamadas de sus más íntimos. Lógicamente, entre los que han hablado con él está su abogado, que fue quien le comunicó el mismo martes, al recibir la notificación de la sentencia, la decisión del tribunal. Aunque íntimamente sabía que las noticias no iban a ser buenas, nunca sospechó que la pena iba a ser tan alta, y así lo confesó su propio abogado. «Cómo va a estar una persona que le comunican que debe cumplir seis años de cárcel. Pues lógicamente está mal, está preocupado». Antonio Alberca, el abogado del ex ministro, describía la reacción normal de una persona que antaño fue un primer espada de la política nacional, que tiene que asumir su primera derrota judicial y que sabe que puede que no sea la última. A nadie se le escapaba que la primera sentencia contra Matas iba a ser noticia en todo el país y que sus rivales políticos la iban a utilizar para atacar al partido que ahora gobierna.

Matas no está en Mallorca. Vive en Madrid, en el piso del elegante barrio de Salamanca que el juez cree que es suyo pero que está a nombre de un testaferro. El día que se conoció el fallo varios periodistas se situaron frente a la puerta del edificio para captar su imagen. Pero nadie lo vio entrar ni salir y desde entonces tampoco se le ha visto abandonar su domicilio.

Idéntica reacción ha tenido Antonio Alemany. El periodista no está en Mallorca. Se marchó pocos días después de que el juicio quedará visto para sentencia, no ha regresado ni siquiera para recoger en mano el texto que ha elaborado el tribunal, que, por cierto, no le deja en muy buen lugar. Nadie ha dudado jamás del refinado estilo de escritura que posee Alemany, que no ha tenido nunca reparo alguno en utilizar estas cualidades para atacar a los funcionarios judiciales que le han llevado al banquillo de los acusados. Ha atacado con mucha dureza a través de su diario digital «Libertadbalear.com» tanto al juez José Castro como al fiscal Pedro Horrach, y les ha dedicado duras acusaciones. Y no sólo a ellos, sino también a sus familiares. Se ha cansado de denunciar lo que él entendía que era un juicio paralelo contra su persona y ha insinuado, una y otra vez, que ni el juez ni los fiscales podían presumir de honradez.

La sentencia de la Audiencia echa por tierra todas estas teorías conspiratorias y valora que Alemany no se ha sentado en el banquillo por una obsesión personal del juez y del fiscal; se le ha juzgado y se le ha condenado porque ha cometido un delito de malversación con dinero público. Muchos lectores digitales esperaban conocer la reacción literaria que iba a tener Alemany, pero en su diario no ha aparecido ningún artículo firmado por el periodista. El medio se limitó a publicar la información de la sentencia y anunciar que Matas y Alemany iban a recurrir. Pero ni una explicación más. El periodista, según personas de su entorno, está en Hendaya, donde pasa largas temporadas. Hace poco sufrió un revés de salud y precisó atención médica.