Oviedo, L. Á. V.

La prisión de Villabona se convirtió en 2008 en una de las cárceles (con Zuera, en Zaragoza; El Dueso, en Cantabria, o Martutene, en Guipúzcoa) de la llamada «vía Nanclares», el periplo de reinserción de los etarras díscolos dispuestos a aceptar beneficios penitenciarios para alcanzar el tercer grado una vez superado el tercio de condena. Una decena de estos presos díscolos fueron acercados a Villabona, donde sólo quedan ya una docena de internos terroristas, la cifra más baja de los últimos años.

El ejemplo más mediático de aquellos acercamientos fue el de Valentín Lasarte, asesino del dirigente popular Gregorio Ordóñez y del inspector asturiano Enrique Nieto. Lasarte fue uno de los primeros en dar pasos de cara a la reinserción, aceptando un trabajo en el economato de Villabona que le permitía cobrar 300 euros al mes. Dejó Villabona por El Dueso y luego fue acercado a Nanclares. En el economato trabajó junto a Iñaki Rekarte, otro preso que declaró su arrepentimiento, pidió perdón y se comprometió a pagar indemnizaciones. También fue trasladado a Nanclares y ya ha disfrutado de permisos. Tanto Rekarte como Lasarte fueron expulsados del colectivo de presos.

Otros casos prometedores de presos agrupados en Villabona terminaron con ulteriores alejamientos. Son los casos de Félix Zabarte Jainaga o Idoya Martínez, «Olga». Otros ejemplos son los de Juan Ignacio Delgado Goñi, José Etxebarria Pascual, el ex sacerdote Ismael Arrieta, Ramón Aldasoro o Luis Mariñelarena, asesino de Fernando Buesa.

La política para romper el control sobre los presos se inició en 1989, con la dispersión. Aznar acercó a la Península a los presos de Canarias, Baleares, Ceuta y Melilla. El punto de inflexión se produjo en 2004, cuando el histórico Francisco Mújica, «Paquito», Iñaki Bilbao o Ignacio Arakama, «Makario», se mostraron contra los atentados.