Optimista por el nuevo dinamismo de la sociedad y de las empresas españolas gracias a un cambio de actitud que ha reducido el absentismo, pero a la vez decepcionado con el inmovilismo de políticos e instituciones públicas. Con estos dos ánimos tan contrapuestos se presentó ayer el ex ministro de Trabajo y Asuntos Sociales entre enero de 1999 y febrero de 2000, Manuel Pimentel. En un almuerzo de la Asociación para la Defensa de la Transición, que preside el general Andrés Cassinello, Pimentel alabó sin cortapisas la reforma laboral aplicada por el Gobierno de Mariano Rajoy, criticó la postura "insaciable" de los nacionalismos vasco y catalán, y se atrevió incluso a mostrar su rechazo a una posible abdicación del Rey Juan Carlos.

La reforma laboral de Rajoy "nos aleja de Grecia y nos acerca a Suecia y a Alemania", considera el ex dirigente del PP, quien se muestra convencido de que esa controvertida norma ha dado competitividad a las empresas españolas gracias al cambio de actitud de los empresarios y de los trabajadores. "Ese valor añadido en competitividad no se ha producido tanto por la congelación salarial", asegura, "sino por el cambio de chip" de los españoles, que se han visto más motivados y han reducido los índices de absentismo desde que entró en vigor la reforma, subraya antes de denostar por "paternalista" el anterior Estatuto de los Trabajadores, que frenaba, según afirma, el despegue empresarial de España.

"La conflictividad social en estos años de crisis pavorosa ha sido muy baja y la laboral, muy estable", continúa el ex ministro de José María Aznar, quien, no obstante, advierte de que existe un malestar muy grande en la sociedad que puede estallar en cualquier momento, sobre todo por el progresivo empobrecimiento de la clase media española. "Se puede acentuar la sensación de desequilibrio y de privilegios de unos en detrimento de otros", alerta antes de reprochar al Ejecutivo de Rajoy la falta de decisión para emprender la "necesaria" reducción del gasto público.

Para el Gobierno, la prioridad es recaudar, admite Manuel Pimentel, "pero creo que ha optado erróneamente por la vía de la subida de impuestos en vez de atajar el desfase que genera el gasto público", insiste para criticar el escaso afán reformista del Ejecutivo de Mariano Rajoy en este asunto.

Pimentel, que dimitió como ministro en febrero de 2000 por diferencias, sobre todo, con la ley de Extranjería de Aznar, alaba también la firmeza y calma de Rajoy al abordar el conflicto soberanista de Cataluña. "Éste no es un problema nuevo", subraya al referirse de forma implícita al "plan Ibarretxe" del País Vasco y a otros amagos independentistas en Cataluña. "Como andaluz no acepto que se privilegie a unas comunidades autónomas cuando siempre son las mismas las que piden más y más en un bucle de demandas insaciable", confiesa el ex dirigente del PP, quien ha destacado tras abandonar la política por su papel como mediador en diferentes conflictos, entre ellos el de Iberia con los controladores.

Los nacionalistas, prosigue, están acostumbrados a negociar a base de que les den más financiación o más competencias. "Yo, que soy negociador, sé perfectamente que el que pide, si le dan, nunca va a dejar de pedir", expone tras volver a elogiar a Rajoy por no ceder ante los "chantajes" de Convergencia i Unió (CiU). "Sólo cuando el que pide y chantajea ve riesgos de perder, se equilibra la negociación", advierte Pimentel, pareja de la líder del PP catalán, Alicia Sánchez-Camacho.

Artur Mas "ha pasado una línea de no retorno en sus ansias independentistas", insiste, "y a lo mejor en esta ocasión le toca perder un poquito por primera vez en la historia". De haber una consulta sobre la independencia de Cataluña, "tendríamos que ser todos los españoles los que fuésemos a votar", zanja.

Pimentel, que fue presentado por la ex ministra socialista Cristina Alberdi, se muestra además convencido de que el Rey debe continuar al frente de la Jefatura del Estado y hacer oídos sordos a los que le aconsejan que abdique. "Salvo que Felipe venga con una solución a la crisis económica o a la crisis constitucional, lo mejor es que el Rey siga adelante", concluye.