Sereno y con el convencimiento de haber obrado en defensa del valor de la justicia, el magistrado Elpidio Silva (Granada, 1959) proclama sin rubor que "en España hacen falta más jueces como yo", a pesar de la encrucijada en la que se halla tras haber sido suspendido temporalmente por el Consejo General del Poder Judicial. Está acusado de un presunto delito de prevaricación por haber ordenado en dos ocasiones la encarcelación del expresidente de Caja Madrid, Miguel Blesa. Silva, que se enfrenta a una pena de hasta 40 años de inhabilitación, no se arrepiente de los pasos seguidos en la instrucción del ‘caso Blesa’. Tampoco de las indagaciones que realizó para desenmascarar a los responsables de la 'causa del Banco de Miami'. Los ataques que dice haber sufrido por incoar estos expedientes los relata ahora en La justicia desahuciada.

Señor Silva, ¿es la justicia igual para todos, como dijo el Rey?

En absoluto y bajo ningún concepto. La justicia para determinados personajes ilustres se puede decir que no existe, es una pantomima, una ficción y tan sólo una apariencia de justicia.

¿Se refiere a los implicados en delitos de guante blanco?

Me refiero a cualquiera que tenga mucho dinero. Puede ser un narcotraficante importante o un personaje ilustre de una ciudad que tenga un hijo que haya delinquido.

Son personas que tienen muchos medios económicos y que pueden sin problemas manipular a la justicia penal.

¿Querrá decir que pueden comprar a los jueces?

Puede haber jueces que se vendan, pero eso yo no lo sé. Lo que se manipulan son los procesos y de hecho hay un manual de manipulación.

¿Un manual de manipulación de la justicia?

Exacto y consiste en embrollarlo todo, en alegar que hay una causa general cuando no existe o en atacar al juez, al que también se le degrada en estos casos y se acaba consiguiendo que el proceso sea un disparate y beneficie al personaje ilustre afectado por la causa. Ese manual sirve para no tratar a todos por igual. Aquí la justicia no es igual para todos porque existe ese manual para manipular con acciones disciplinarias.

¿Ha sentido usted en algún momento haberse arruinado la vida por intentar tratar a todos por igual?

Me he visto en condiciones muy complicadas por ese motivo. Si yo me hubiera adaptado a la norma perversa según la cual se administra la justicia según a quién se tenga enfrente hubiera sido todo mucho más fácil.

¿Se arrepiente de haberse salido de esa perversa norma que denuncia?

¡No, qué va! ¿Cómo me voy a arrepentir? Eso va en la condición de cada persona. Ser juez no es fácil en España.

¿Se siente usted como Roberto Saviano?

Me dice un amigo que tenemos trayectorias personales muy parecidas. Hay ciertas concomitancias. Saviano adopta un posicionamiento frente a la Camorra en solitario y hasta la fecha yo adopto también en solitario un posicionamiento en defensa de la regeneración de la justicia en España. Creo que entre los jueces hay miedo y cobardía.

Independientemente de su valentía, ¿no le parece que le faltó prudencia y le sobró impetuosidad e incluso ambición al instruir la causa de Miguel Blesa?

En absoluto, al contrario. Lo que hice al instruir la causa de Miguel Blesa fue muy prudente. La imputación fue por delitos muy concretos y muy circunscrita a la persona de Blesa y a algunos colaboradores de él. En los autos saqué muy pocos correos. La actuación fue exorbitantemente prudente para el canon de la justicia occidental. En cualquier otro país del mundo parecido al nuestro, Blesa estaría en prisión. No se hubiese pasado del ‘caso Blesa’ al ‘caso Silva’.

¿En qué punto está ahora su carrera judicial?

Es una situación de poca relevancia. Ya he pasado por ella en otras ocasiones. Estoy suspendido hasta que se celebre juicio.

Le noto muy tranquilo para enfrentarse a una posible inhabilitación de hasta 40 años.

La verdad es que ya no estoy ni preocupado.

¿Está usted convencido de que cumple con el perfil que debe tener un juez en cuanto a ecuanimidad, ponderación, prudencia e independencia?

Sí. Y cumplo muy altamente para lo que es la comparativa de los jueces en el resto de España.

¿Por qué entonces la Justicia no soporta a un juez como usted?

La justicia está dañada y sometida a un grado de toxicidad muy grande. Prefiere a jueces que estén acomodados, que sean colaboradores y que participen en un esquema que está muy desviado. La justicia quiere jueces que hagan caso cuando una causa debe de amoldarse a determinados personajes. ¡Una locura!

Por cierto, ¿cree que para ser juez los aspirantes debería pasar un test de aptitud psicológica para una función que requiere tanto equilibrio y buen juicio?

Esos test no existen. Lo que sí debería de existir en el ámbito judicial es un sistema de asistencia psicoterapéutica y psicológica permanente. Los jueces deberían estar obligados a participar en talleres de formación emocional y cognitiva para saber tratar a las personas y para saber tratarse entre ellos.

¿Le han servido sus conocimientos de sofrología para su labor de juez?

Sí, claro y los de psicología. Todo ayuda. La sofrología es un método de meditación de mucha ayuda en un trabajo de tanta presión como este.

¿Le ayudarán ahora para capear el temporal que le ha caído encima?

Por supuesto. Dedico todos los días tiempo a la meditación. Hay miles de formas de meditar y le aseguro que es muy bueno hacerlo.

¿Con quién está usted: con el juez Castro o con el fiscal Horrach en el caso de la imputación de la infanta Cristina?

Yo no estoy con nadie. Lo que no entiendo es que un fiscal aproveche una resolución para insultar a un juez. Eso es calamitoso y lamentable.

A usted que además es poeta, ¿no le da grima lo mal que en general escriben los jueces cuando redactan sus sentencias?

Somos lamentables. Yo, a veces, también las hago mal. Eso refleja que no terminamos de aterrizar en la sociedad y que a los jueces nadie les ha enseñado a escribir. Además, ese lenguaje casposo muestra cierta prepotencia por sus giros, abuso de los gerundios y las adversativas. Es confuso, inconveniente, desproporcionado y técnicamente defectuoso.

Señor Silva, ¿se ha planteado alguna vez que se ha equivocado de profesión?

¡Qué va, qué va! En España hacen falta más jueces como yo. Todo lo que me está pasando revela que no me equivoqué. Así de claro.

¿Qué trata de hacer usted: aplicar las leyes o hacer justicia?

Hay un contenido técnico de debida aplicación en el derecho, pero no siempre, a través del derecho, se consigue el valor de la justicia. A veces aplicamos normas, como sucede con los desahucios, que uno sabe que son muy injustas.

¿Qué hace usted cuando ve que una ley es injusta?

El juez está también obligado a ser justo, a la equidad. Si el derecho se aleja globalmente de la justicia, nos cargamos el invento. Hay que intentar ser justo. Yo aplico la norma porque no tengo derecho de veto a las leyes que considere injustas. Sin embargo, siempre hay instrumentos interpretativos para llegar a un valor de equidad y de justicia.

¿Ha pensado usted en dar el salto a la política como hizo en su día Garzón con Felipe González?

En ese tema no quiero entrar aún a decir nada.

O sea, que sí.

Nada de nada.

¿Me puede decir al menos si le ha tentado algún partido?

No, no me ha tentado ningún partido.

Señor Silva, ¿quién es más víctima del sistema: usted o Mario Conde?

Yo no soy víctima del sistema, sino de determinadas personas que trabajan en el sistema y que lo intoxican. El sistema es más o menos adecuado pero hay personas que se meten en él para cometer fechorías.

¿Es por esa razón por la que dice usted que la madre de la corrupción está en el poder judicial?

No sólo en el poder judicial. También en fiscalía y entre los funcionarios de justicia. Lo que sucede es que uno de los principales problemas de la justicia es la impunidad y eso sí depende de los jueces.