Pablo Esteban había nacido en Barcelona, pero su familia tenía casa en Beifar (Pravia). Su padre Gregorio era natural del pueblo de Ricabo, en Candamo. Pablo tenía 48 años y viajaba a Alemania a ver a sus tres hijos. No pasaba un verano sin estar quince días en Asturias, una región que en apenas dos semanas le daba "vida para tirar todo el año", solía decir.

Pablo Esteban es una de las 150 víctimas del accidente del Airbus 320 de la compañía alemana Germanwings en los Alpes. Sus amigos asturianos le recordaban ayer como un enamorado de la tierra natal de su padre, que él asumía como propia. "Le encantaba la playa, en especial la de Aguilar, en Muros". Y no se perdía una romería de los alrededores durante sus estancias asturianas. Pablo Esteban estaba divorciado y se dedicaba al sector de la informática. Sus tres hijos eran el norte de su vida, y la fatalidad hizo que la perdiera en uno de esos viajes de reencuentro.

Este barcelonés con alma y orígenes familiares asturianos forma parte del terrible panorama de 150 cuerpos desperdigados, troceados, posiblemente quemados. Las circunstancias del choque del avión de la línea aérea Germanwings contra las laderas alpinas convierten las labores de identificación en un tétrico puzle de muy difícil solución.

A lo largo de ayer la Policía española siguió obteniendo el perfil genético de 48 familiares de víctimas. Es un trabajo para la Unidad Científica, integrada por agentes de la Guardia Civil, Policía Nacional y Mossos d'Esquadra. Las más de un centenar de muestras de ADN provienen de cabellos y saliva. Seis agentes, tres de la Policía Nacional y otros tres de la Guardia Civil, viajan hoy a Francia para colaborar en las tareas de identificación.

Ocho forenses del Instituto de Medicina Legal de Cataluña elaboran fichas de las víctimas a partir de datos facilitados por sus familiares, para conocer detalles que puedan ayudar a identificar los restos, como por ejemplo prótesis, tatuajes o "piercings". La envergadura de un choque de estas características contra la montaña descarta cualquier sistema de identificación a partir de ropas u objetos personales.

El proceso se conoce. Los equipos de rescate recuperarán restos, que serán llevados hasta la localidad próxima de Seyne-les-Alpes. Las muestras biológicas de familiares serán enviadas a un laboratorio para iniciar el cotejo. Los forenses avisan: los trabajos van para largo. La parte más grande que quedó del fuselaje, tal y como muestran las fotos aéreas, es una porción de chapa de unos cuatro metros de largo por tres de ancho. Lo demás, triturado.

Pablo Esteban viajaba en el mismo avión que la valenciana María del Pilar Vicente, casada con un avilesino. Son dos de las 51 víctimas españolas. Se conoce el caso de Marina Bandrés, oscense que viajaba con su bebé de 7 meses. El otro bebé a bordo viajaba con su madre, la cantante de ópera Maria Radner.

María de Pablo Nuño, de 38 años, era soriana y empleada de una escuela internacional de Secundaria en Düsseldorf. Se había casado hacía un año con un alemán y había visitado a su hermana en Barcelona. Los hermanos turolenses Vicente y Eusebio Segundo Martín viajaban a Alemania para comprar maquinaria maderera. La valenciana Estela Miguel, 40 años, trabajaba en Basilea en una farmacéutica.

Víctor Pascual y Anna Cantos viajaban a Alemania para participar en una feria alimentaria. La mujer de otra víctima, el empresario Josep Sabaté, no hizo el viaje por su avanzado estado de gestación. Una abuela, su hija y su nieta, alumna de sexto de Primaria en Sant Cugat del Vallès viajaban para ver a otro nieto, hijo y hermano, respectivamente.

Mohamed Tehrioui, de 24 años, y Asmae Ouahoud el Allaoui, de 23, residían en Llagosta (Barcelona), donde se habían casado el sábado, y se iban a vivir a Düsseldorf.

Las catorce chicas y dos chicos del Instituto Joseph König que fallecieron junto a su profesora Sonja Cercek habían sido seleccionados por sorteo para participar en el intercambio escolar. Tenían entre 15 y 16 años y preparaban el diploma de Español.

Una familia kazaja formada por el empresario Yerbol Imankulov, de 50 años; su esposa, Aizhan Issengalieva, de 49 años, y su hijo Adil, de 26, habían viajado para asistir al partido de fútbol entre el Barca y el Real Madrid. La chilena Patricia Alegría, 44 años, que residía en Venezuela, también asistió al partido.