Dos bloques sin fugas. Dos bloques disciplinados. Dos bloques monolíticos. Una sociedad dividida casi al 50%. Fracturada por la mitad. Y, de momento, incapaz de ponerse de acuerdo sobre el futuro de una Cataluña que camina hacia el choque de trenes. El 27-S, los comicios que los independentistas habían planteado como un plebiscito, mantendrán, en la práctica, la misma correlación de fuerzas que, hasta ahora, tenía el parlamento de Cataluña. Los soberanistas tendrán mayoría de escaños pero menos votos que el resto de fuerzas del hemiciciclo.tendrán mayoría de escañospero menos votos que el resto de fuerzas del hemiciciclo Hay un matiz, sin embargo, muy importante en un debate político catalán en el que ya no se habla de gestión sino que se mueve únicamente en la dicotomía.

¿Independencia? Sí o no. Junts pel Sí -la lista que une a Convergència, ERC y entidades cívicas- y la Candidatura d´Unitat Popular (CUP) -gran éxito electoral- tienen claro que el objetivo es marcharse de España. Enfrente, sin embargo, Ciudadanos -ahora convertida en el referente de la derecha españolista en Cataluña- y el PP apuestan por un "encaje" en España; los socialistas por el federalismo; y Catalunya Sí que es Pot -la suma de Iniciativa y Podemos- por convocar una consulta legal.

Y con los resultados en la mano el debate independentista va a seguir siendo el que marque la escena política catalana. ¿Por qué? Sencillo. Los dos bandos tienen motivos para continuar con el pulso después, además, de una participación histórica -la más alta registrada hasta ahora- que desenmascaró la mentira de la mayoría silenciosa: la movilización ciudadana condujo a las urnas tanto a ciudadanos contrarios a la independencia como también a los soberanistas. Los independentistas -Junts pel Sí y CUP- tendrán 73 escaños -63 y 10, respectivamente- en el parlamento, apenas uno menos que en el anterior. La CUP -un Podemos a la catalana partidario de una independencia "express"- ha triplicado sus escaños a costa de recoger a los votantes de ERC descontentos del pacto con Artur Mas y de atraerse a los simpatizantes de Iniciativa próximos al independentismo y contrarios a los acuerdos con Pablo Iglesias. Así que, sin duda, los soberanistas han vuelto a demostrar un poder de convocatoria que sitúa a Cataluña, de facto, al nivel de Escocia o de Quebec en la reivindicación de su independencia.

Otra cosa es si la CUP aceptan a Mas como presidente de la Generalitat pero, con estos resultados, posiblemente, Junts pel Sí podría gobernar en minoría con una cierta tranquilidad. Aunque en la acera de enfrente pueden esgrimir que suman más votos, la diferencia de objetivos entre los actores es un problema para articular un discurso contra los indepentistas. El principal cambio en el bando unionista, desde luego, es el cambio de referente en la oposición. Ciudadanos, con Inés Arrimadas como candidata y Albert Rivera en acción como una especie de primera vuelta de las generales, consiguen un resultado espectacular. Casi triplican sus escaños y dejan atrás tanto a los socialistas como al PP que continúan con su particular descenso a los infiernos. Serán la cara visible de la batalla contra los independentistas.

Es cierto que el PSC, con un número uno de circunstancias, resiste mejor con una caída de cuatro diputados -balón de oxígeno para Pedro Sánchez- frente al PP, que pierde la mitad de sus apoyos. El "efecto Albiol", un candidato escorado a la derecha para hacer frente a la derecha y con tintes xenófobos, no ha surtido el efecto deseado. Mal para Rajoy que acumula desgaste para las generales y, además, evidencia su incapacidad para resolver la cuestión catalana. Y, finalmente, golpe para Podemos, que fracasa en su candidatura de unidad con Iniciativa en lo que supone algo más que un serio toque de atención para Pablo Iglesias de cara a las elecciones generales de noviembre. Esta amalgama de partidos con objetivos y posiciones diferentes será la que tenga que hacer frente a los independentistas, que continuarán con la presión y abrirán a partir de mañana mismo un proceso de transición política de consecuencias impredecibles.

¿Y la gobernabilidad? Podría gobernar Junts pel Sí en minoría con Artur Mas como número uno. Ese es, en estos momentos, la hipótesis con más números. Sólo un mayor protagonismo de la CUP, algo que se produciría si hubiera un bloqueo parlamentario total, podría abrir la vía a otros caminos. Siempre han dejado claro que nunca respaldarán a Mas y que son partidarios de una declaración unilateral de independencia inmediata. Pero esa opción parece a priori muy complicada. Con el tablero casi en la misma posición, la cuestión es quién se arremanga para buscar un gran acuerdo en Cataluña y reconciliar a una sociedad enfrentada. Esa es la gran cuestión.