El pasado jueves, el mismo día en que el Gobierno catalán vio rechazado por el Parlament su proyecto de Presupuestos para 2016, el Ministerio de Hacienda hizo público el reparto de los dineros del Fondo de Liquidez Autonómica (FLA) correspondientes al tercer trimestre de este año. De un total de 3.443,90 millones, Cataluña se lleva 980, la que más, y lo mismo ocurre con la partida extra para financiar el déficit del año pasado: la comunidad catalana se queda 1.366,20 millones de un total de 5.372,90.

Sumados, esos 2.346 millones suponen el 27% del total a asignar en el tercer trimestre. Pero aún hay más, porque cuando ese dinero llegue a la Generalitat, Cataluña habrá acumulado 5.132 millones de financiación extraordinaria en los primeros nueve meses del año, la cuarta parte del total: 20.012.

El titular de Hacienda en funciones, Cristóbal Montoro, desvinculó el anuncio del reparto de los fondos del FLA del varapalo sufrido, ese mismo día, por el Gobierno de Carles Puigdemont, cuyo teórico socio para la independencia, la CUP, se negó en redondo a retirar su enmienda a la totalidad al proyecto de cuentas para 2016, lo que llevó al Parlament a devolvérselas al Govern. Algo sin precedentes.

Sin embargo, Montoro no desaprovechó la oportunidad de recordar al presidente catalán cuáles son "las ventajas de estar en España"; la principal, en este momento, el FLA, un mecanismo de financiación del que Cataluña se ha beneficiado ampliamente durante estos años de crisis (y de proceso soberanista) y que ahora permite atenuar la "gravedad" del problema generado por el desmarque de la CUP: tener que prorrogar los Presupuestos de 2015.

El Ministro hizo votos por que Cataluña alcance la "estabilidad política", aunque también se esforzó en dejar claro que esa inestabilidad no está influyendo en el crecimiento de la comunidad, ni en que ésta sea, "como ha sido históricamente, uno de los motores de crecimiento de España", ni en que siga recibiendo, "como 'imput' positivo, el crecimiento del resto de España".

Con el reparto del FLA del tercer trimestre -cuya segunda comunidad más beneficiada es la valenciana, con un total de 715 millones, más un extra para financiar el déficit del año pasado de otros 1.362-, el Gobierno de Mariano Rajoy intenta convencer a los rectores de la Generalitat de que su dependencia del dinero del Estado hace inviable el proyecto secesionista. No eligió, además, cualquier fecha para salir al rescate, sino la víspera del comienzo de la campaña electoral y la misma tarde en que Puigdemont vio devuelta su propuesta de cuentas para empezar a materializar la independencia.

Consciente de la debilidad que acusa en este momento el proyecto soberanista -con un Puigdemont que deberá someterse en septiembre a una moción de confianza por efecto de la deslealtad de su socio, y un partido, CDC, al que los sondeos auguran un fuerte retroceso el 26-J-, Rajoy ha creído oportuno presentarse de nuevo como garante de las finanzas de una comunidad que aspira a segregarse del resto de España precisamente porque, unida a ella -o eso dice-, pierde dinero.

En esa contradicción lleva sumida Cataluña desde 2012. Artur Mas no dio nunca su brazo a torcer, pero Puigdemont, un independentista de toda la vida, no un converso a la secesión como su predecesor, parece haber entendido que sin fondos para desarrollar las "estructuras de Estado" (Seguridad Social y Hacienda catalanas), sin esos Presupuestos que la CUP se encargó de tumbar el jueves, no habrá Estado propio. De ahí que sin renunciar, al menos oficialmente, al calendario de la secesión, no oculte que su deseo es pactar los términos de una consulta "a la escocesa" con el Gobierno de Madrid.

A Rajoy no se le escapa ese perfil menos desobediente de Puigdemont. Pero a la CUP tampoco. De hecho, los "cuperos" atribuyen su "no" a las cuentas a la ausencia de un auténtico deseo de romper con el Estado, así como al rechazo de CDC a incrementar la presión fiscal a las rentas más altas. Con esta última propuesta estaba de acuerdo ERC, que asimismo es mucho menos reticente que los convergentes a la inclusión de una consulta unilateral en la "hoja de ruta" secesionista.

Por eso en medio de la crisis del bloque independentista y del parón del "procés" vuelve a fluir el chorro del FLA: para que la división no decaiga.