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El general se queda sin tropa

La doble derrota del ex Jemad Julio Rodríguez, uno de los fichajes estrella de Podemos, que fracasó el 26-J en Almería y no logró escaño el 20-D en Zaragoza

El general se queda sin tropa

Dieciséis puntas, las de los cuatro luceros bordados en su bocamanga, son las que fulgen en el uniforme del general del Aire José Julio Rodríguez, el general de Podemos. Demasiadas puntas -no hablemos del sable, el bastón y la corona que completan su divisa- para las dos derrotas electorales encajadas por este militar de 68 años que desde su incorporación a las filas de Podemos es el ministro de Defensa in pectore de Pablo Iglesias. Jefe del Estado Mayor de la Defensa (Jemad) entre 2008 y 2011, Julio Rodríguez se quedó sin el escaño por Zaragoza al que aspiraba el 20-D. Seis meses después, el estruendoso fracaso de la coalición Unidos Podemos volvió a dejarle sin acta de diputado. Esta vez iba por Almería, un destino considerado seguro por los morados, aunque los militares saben que ninguna plaza lo es. Rodríguez, en la reserva desde que el recién estrenado Gobierno del PP lo cesara como Jemad el penúltimo día de 2011, concurría como paracaidista, o lo que es lo mismo, como cunero.

El desembarco del general Rodríguez a la cabeza de las listas almerienses soliviantó hasta la ebullición a la Izquierda Unida local el pasado mes de mayo. "Por mí pueden poner al mono Amedio si quieren, pero esto es una provocación", vociferaba Rosalía Martín, la coordinadora provincial de IU, en respuesta a una decisión que se ha atribuido directamente a Iglesias. "Es un hombre de guerra y de la OTAN, y la OTAN está al servicio del capital".

El poco amigable diagnóstico de Martín se coronó con una proclama de fidelidad a las esencias: "En Andalucía seguiremos diciendo OTAN no, bases fuera". Sin duda, junto a la polémica desatada por la confección de las listas por Asturias -que situó al votante de IU ante el dilema de quedarse en casa o respaldar a dos diputados de Podemos-, la facturación a Almería del general Julio Rodríguez provocó uno de los chirridos más agudos en el laborioso proceso de encaje de piezas exigido por la coalición de populistas y comunistas.

La confluencia entre el antiguo Jemad y Podemos fue una de las luminarias con las que Pablo Iglesias engalanó las listas moradas ante los comicios del 20-D. El politólogo, a quien los más conspicuos observadores ven como un veterano jugador de rol, sabe que cada movimiento de una partida ha de ser lo bastante imaginativo para sorprender y reforzar. En las euroelecciones de 2014 lo consiguió con Villarejo, cuyos ocho años de Fiscal Anticorrupción dieron solidez a su denuncia de la podredumbre sistémica. En la larga marcha hasta las generales de 2015, su baza más fuerte fue el programa económico elaborado, entre otros, por el profesor Vicenç Navarro, uno de los más sutiles radiólogos de la falacia neoliberal. Y el 20-D, cuando el "objetivo Moncloa" exigía despegarse toda la viruta antisistema heredada del 15-M para vestirse el traje de la transversalidad, recurrió a un general de cuatro estrellas. Para los legos en escalafones, sólo el Rey luce la quinta.

La verdad es que José Julio Rodríguez (Orense, 1948), un tipo reservado pero afable, nunca fue un general al uso. Cuando el 19 de julio -la fecha la escogieron Zapatero y su ministra de Defensa, Carme Chacón- de 2008 se convirtió en Jemad, lo hizo prometiendo, no jurando. Por no hablar de que en los cuarteles siempre se ha tendido a pensar que los de Aire tendrán lo que hay que tener para romper la barrera del sonido pero les falta un poco de taurina cuando se trata de poner orden. Divorciado y casado en segundas nupcias con una podemista, padre de cuatro hijos, Rodríguez es hijo de un piloto de combate que hizo la guerra con el bando insurrecto. Durante la larga paz de Franco, la familia siguió la itinerancia propia de tantos militares: León, Murcia, Zaragoza.

A orillas del Ebro estudió el bachillerato. Así que, de aplicar el viejo dicho sobre de dónde es cada quien, no se puede considerar cunera su inclusión allí como número dos en las listas moradas del 20-D. Máxime cuando, años después, estuvo destinado en la base aérea de la capital aragonesa. Su hoja de servicios incluye 3.000 horas de vuelo -el equivalente a estar cuatro meses sin bajarse del avión- desde que, en 1969, por pasión de altura, decidió seguir la tradición paterna.

Tres años después, estaba en la base de Morón, con un F-5 por montura, un modelo de caza que empezó a volar en 1962 y todavía sigue rugiendo. Lo pueden ver en "Apocalypse Now" sembrando de napalm los suelos vietnamitas. Al de Julio Rodríguez se lo vio surcar los cielos del Sahara en los días de la Marcha Verde, cuando Franco se había convertido ya en un cadáver viviente mantenido a baja temperatura.

Por esos días, Julito el Rojo, que al parecer era el mote que en San Javier (Murcia) le habían adjudicado sus compañeros de la Academia General del Aire, estaba próximo a la Unión Militar Democrática (UMD), la agrupación clandestina de militares que pretendía evitar que el Ejército se convirtiera en un muro en el camino hacia la democratización de España. Nunca llegó a integrarse en sus filas, pese a que sus numerosos viajes a Francia para formarse en el pilotaje del "Mirage" le familiarizaron con las publicaciones de la editorial Ruedo Ibérico, con las que tantos componentes de la "cáscara amarga" armaron sus bibliotecas antifranquistas. Sin embargo, tras su nombramiento como Jemad, promovió que los militares represaliados de la UMD fueran rehabilitados por el Gobierno. Catorce de ellos fueron condecorados en 2010.

Esa lealtad a su pasado prueba que el general Rodríguez no mentía cuando el pasado noviembre, tras anunciarse que iría en las listas de Podemos, declaraba a la prensa que su credo -o su ley, por mantener la rectificación que le hacía al periodista que inquiría sus creencias- no es el catolicismo ni la masonería sino "la coherencia, la tranquilidad de conciencia y la responsabilidad". Aunque su tranquilidad empezó a verse amenazada desde que el 4 de noviembre de 2015, Iglesias anunció su fichaje y, en una temprana muestra de su tendencia a atribuir sillones, lo presentó como su futuro ministro de Defensa. "Contamos con su experiencia para democratizar las Fuerzas Armadas", añadió en un tuit realzado por una foto de Rodríguez, de uniforme, con sus cuatro luceros bien visibles en cada solapa.

Desde ese día no han dejado de caerle golpes al general que, en 2011, fue el máximo responsable de las fuerzas españolas implicadas en la campaña aérea contra la Libia del coronel Gadafi. Sus compañeros de armas le acusaron al instante de traicionar su juramento de lealtad a España y el Gobierno de Mariano Rajoy tardó dos días en darle el único castigo que tenía en su mano: cesarle como vocal de la Real Orden Militar de San Hermenegildo -de cuya Asamblea era miembro nato en tanto que antiguo Jemad- y hacerle soportar que la vicepresidenta Santamaría justificase su destitución, penada con la pérdida de 800 euros mensuales, en la "falta de idoneidad".

Tampoco el PSOE permaneció en silencio. Su antigua ministra, Carme Chacón, a la sazón cabeza de lista del PSC, expresó lo poco que le casaba que un Jemad se sumase a las filas de quienes defienden el derecho a decidir. Sin embargo, los golpes más duros le han llegado de la propia sociedad civil, a la que Rodríguez considera que Podemos imprime "una tensión ilusionante y beneficiosa".

Por un lado, han sido numerosas las críticas a Iglesias por pensar en un militar para ocupar Defensa, un ministerio cuyo paso a manos de un civil, el centrista Rodríguez Sahagún, en 1981, tres días después del 23-F, fue considerado un salto de gigante en la democratización del país.

Por otro, los electores no le han respaldado. Bien es verdad que el 20-D iba de "número 2" y que, entonces como ahora, Podemos sólo consiguió un escaño en Zaragoza, y quedó muy lejos del segundo. Pero en Almería, donde como se ha visto IU le acogió de uñas, Podemos perdió el 26-J el escaño que tenía, tras quedarse clavado en 40.000 votos. Claro que, como en otras partes, también aquí es difícil saber cuántos de los 11.000 votantes comunistas del 20-D se quedaron en casa y se negaron a enviar de representante al Congreso a un general atlantista. Por mucho que presida el Foro Milicia y Democracia y por muy "pacifista y antimilitarista" que se haya llegado a declarar en campaña.

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